Frey Betto, el 23 de mayo del 2007 en Sao Paulo, hace algunas reflexiones sobre el aborto, ¿apoyando? una legislación en defensa de la vida. En esas reflexiones se declara contrario al aborto, sin embargo manipula con ambigüedades ciertos términos y deja vacíos muchos puntos, dando lugar a malas interpretaciones o falsos conceptos que creo necesario aclarar y rectificar.
Frey Betto anota que la Iglesia nunca llegó a una postura unánime y definitiva sobre el aborto. Indica que San Agustín (Siglo IV) admite que sólo a partir de los 40 días de la fecundación se puede hablar de una persona; igual concepto expresa Santo Tomás de Aquino en el Siglo XIII, mientras San Alberto Magno y varios Padres de la Iglesia, entre ellos, Tertuliano, reconocen que hay vida desde el momento de la fecundación.
Como muy bien lo expresa Juan Pablo II, la Doctrina Social de la Iglesia es dinámica y debe ir adaptándose a los conocimientos y a las épocas, con el derecho a rectificar cuando los conceptos han sido errados. Así como la Iglesia rectificó la teoría antigua que casi les cuesta la vida a Copérnico y Galileo Galilei, aceptando que la tierra giraba alrededor del sol, a la luz de los conocimientos actuales es maravilloso ver como el óvulo recién fecundado empieza a reproducirse rápidamente incluso antes de implantarse en el fondo uterino, demostrando el instinto de conservación al tratar de continuar con esa vida ya creada desde el instante de la fecundación.
Frey Betto acepta que es un “problema real y grave que afecta la vida de miles de personas y deja secuelas físicas, síquicas y morales”, pero al admitir la despenalización en ciertos casos, deja en duda que esta afectación sea por el aborto o por no haberlo realizado. Es cierto que sería absurdo intentar prolongar un embarazo tubárico, pues si no se elimina a tiempo, pone en riesgo la vida de la madre sin ninguna posibilidad de salvar al niño. Además reconoce “que desde la fecundación, ya hay una vida con destino humano” pero indica que “la dignidad de un ser no se deriva de lo que es sino de lo que puede llegar a ser”, cuando todos sabemos que la dignidad del hombre le viene simplemente por ser hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, e insiste en que al mantener el aborto al margen de la ley, se está poniendo “en peligro la vida de innumerables mujeres que por falta de recursos tratan de provocárselo por medio de plantas, venenos, agujas o la ayuda de aficionados en precarias condiciones higiénicas y terapéuticas.”
Frey Betto indica que Bernhard Haering, uno de los más renombrados moralistas católicos admitió el aborto si el daño moral o psicológico causado por el estupro, imposibilita el aceptar el embarazo, y añade que “ni la iglesia tiene el derecho de exigir siempre de sus fieles, actitudes heroicas”. Es cierto que la Iglesia no puede exigir actitudes heroicas, pero tiene que defender los principios éticos y morales y por eso, tiene la obligación de indicar lo que es bueno y lo que es malo. Del ser humano depende si sigue o no los lineamientos dados por la Iglesia.
Es una ironía decir que la Iglesia “nunca comparó el aborto al crimen del infanticidio”; la Iglesia siempre ha condenado el aborto provocado pues su intención ha sido provocar la muerte de la criatura en gestación.
Para la medicina, la célula inicial fruto de la unión del óvulo con el espermatozoide, es una célula tutti potente, se reproduce rápidamente en varios miles de células iguales, busca implantarse en el fondo del útero y luego empiezan a diferenciarse unas de otras para formar las diversas estructuras del cuerpo. Sin esa célula no hay ser humano y esa simple célula, es ya un ser humano que empieza a desarrollarse.
Menciona Frey Betto que el feto paga las consecuencias del rechazo de la mujer al hombre que la fecundó, o por los prejuicios, o libertad de culpa por relaciones adúlteras. Creo que hay que atacar al problema por la raíz y no por las hojas. Hay que legislar para ayudar a la dignidad de la mujer y del binomio madre/hijo, como lo reclama la DSI. El Estado debe socorrer a las mujeres que quedan en cinta como madres solteras, es decir solucionar el problema desde la raíz, en vez de hablar de solucionar el problema cortando las ramas como sería ayudar a las que sabe que quieren abortar, aprobando el aborto. Esto es como podar la planta y el problema crecerá y seguirá creciendo. Eliminar el problema de raíz es prohibir el aborto en forma definitiva desde el momento de la fecundación. Hay que legislar para defender la dignidad de la mujer y del binomio madre/hijo, como lo demanda la DSI. Debe sancionarse al hombre que no cumple con su obligación. Actualmente hay pruebas genéticas de DNA que pueden certificar la paternidad; no es cuestión de justificar con la pobreza el poner en peligro la vida de la mujer, diciendo que “no tienen condiciones para hacerse cargo del hijo”. La Iglesia nunca ha ignorado el drama de los pobres, siempre ha estado a favor de ellos. Querer justificar el aborto por esta causa, es como pretender evitar el suicidio de una persona, matándola.
Según Frey Betto, es un problema serio el de las mujeres pobres que por quedar encinta pueden perder su trabajo y considera que la despenalización del aborto no va a reducir el número de abortos clandestinos, pues muchas mujeres continuarán prefiriendo el anonimato para evitar daños a su imagen social y/o a la de su compañero, pero disminuiría el número de muertes como consecuencia de abortos. Ambos problemas tienen que ver con la moral. El primero con la moral laboral y el segundo con la moral familiar y al despenalizar el aborto, la Iglesia estaría aceptando que ambas condiciones, que deben ser corregidas por la legislación, queden libres.
La solución como la pone el mismo Frey Betto, no está en legalizar el aborto como se hizo con el divorcio, sino en defender los derechos del más débil, el ser humano en gestación, que tiene derecho a vivir.
Valga la oportunidad para añadir algo más: En el desayuno de la Asociación Cristiana de Empresarios del mes de Junio. María Paula Romo, Abogada muy inteligente y capaz, encargada de la redacción del borrador de la nueva Constitución, al hablar de la píldora del día siguiente indicó, con toda la razón, que la píldora actúa evitando la implantación del óvulo, en la misma forma que lo hace la T de cobre; que el problema radica en que más del 80% de las mujeres pobres se cuidan del embarazo por este medio. Ella defiende que el feto tiene vida desde que el óvulo fecundado se implanta en el útero, lo que, como hemos explicado más arriba, es en realidad una respuesta acomodaticia, pues el óvulo fecundado, antes de implantarse, ya se ha estado desarrollando y el mismo factor de implantación es una prueba del deseo de vivir de esa nueva criatura.