En el imperio Persa fundado por Ciro, aumentado con la anexión del Egipto realizada por Cambises y organizado por Darío, apareció el célebre reformador Zoroastro, quien estableció una nueva religión: el mazdeismo.
Su doctrina y preceptos se encuentran reunidos en un libro sagrado: el Zend-Avesta. Según Zoroastro existen dos principios contrarios y alternos: el principio de la luz o del bien y el principio de las tinieblas o del mal.
El principio del bien se llama Ormuz y el principio del mal se llama Ariman. Ormuz es el Dios creador del mundo, el Dios bienhechor, todo lo bueno procede de él; Ariman es el Dios del mal, todo lo negativo procede de él. Ormuz y Ariman luchan perpetuamente, pero en esta lucha siempre triunfa Ormuz, el principio del bien.
Lamentablemente, en el Ecuador se trata de implementar ese maniqueísmo enfrentándose los unos buenos y los otros malos. Esa tendencia, además de falsa es peligrosa, pero con ocasión de la Asamblea Nacional Constituyente se ha vuelto más recurrente, y buenos son los que quieren cambiar totalmente la organización política del Ecuador a su manera, reorganizando todas las funciones del Estado; y malos los que se oponen, y entre “buenos” y “malos” existe una gran cantidad de ciudadanos que se encuentran desorientados y no saben a ciencia cierta que camino le conviene más al país.
El nivel de confrontación se ha elevado en los últimos tiempos, estallando con las declaraciones del Presidente Correa con relación a la concesión de los aeropuertos de Guayaquil y Quito. Este tipo de conducta debe cambiar, tiene que cambiar, pues nada bueno se alcanza con la diatriba y, en cambio si se logra mucho con el esfuerzo y el trabajo continuado.
Por los motivos expuestos, todos los ecuatorianos esperamos se depongan actitudes y se propicie un clima de entendimiento y desprendimiento, pensando en el beneficio del país entero y no de pequeños círculos, ya que el Ecuador a todos nos compete, y todos, sin ninguna excepción, debemos arrimar el hombro.