21 noviembre, 2024

¿Actualidad de la ideología laica?

Mayoritariamente  es comprendido el laicismo, al menos en Ecuador,  desde el área de la educación. Pues  políticamente  fue la instancia del liberalismo  que más dio que hablar, en cuanto a recibir mayor oposición, teniendo en cuenta  que  la escolaridad  y la enseñanza en general había estado siempre en manos del clero, y  era mantenida por éste como una protección, clara y contundente, de la catequesis moral de dependencia  de la ciudadanía a favor de la hegemonía del poder social, económico y político bendecido por la iglesia. Pero  lo educativo es solo una parte del gran global del dominio ideológico laico. ¿Qué es el laicismo? ¿De dónde proviene? ¿De qué manera y dónde en Latinoamérica llega a  ser prioridad? ¿Cómo así  logra representatividad en Ecuador? Con el laicismo se abre, al menos para  las sociedades en  proceso  de descolonización, desde la vieja Europa hacia la joven América  un hacer de novedades  para la creatividad intelectual,  una diversidad  del comportamiento de las relaciones sociales,  un despliegue en la competencia  de inventos y descubrimientos.

Es que el laicismo no es, simplemente, tal cual se lo ha venido neciamente interpretando o entendiendo,  una enseñanza  despojada del escolasticismo teológico. Y nada más. Al contrario.  Va más allá  del aprendizaje  escolar, semántica  de la información  ya conocida de las cosas.  Es un modo de ver la vida. De comprenderla y de vivirla. De despejar los panoramas de la realidad, en abanico y en cascada, fuera de la  protección represiva  dogmática. La ideología de los absolutos da paso  al relativismo de las ideologías. No  hay ya  razón de ser  del reino de  la verdad como búsqueda,  se impone la proclama de la socialización de la  práctica de lo real.  Es un creer en el hombre, una reafirmación  del ser para sí, en sus potencialidades y en sus proyecciones.  Salido  del criterio de la ilustración y fortalecido  en la revolución francesa, toma cuerpo  en el proceso de avance hacia  la conformación de los Estados nacionales. En Ecuador, como en  gran parte de los países latinoamericanos,  el laicismo es fuente y  resultado de  las luchas por las libertades  sociales.  

Aunque  con Rocafuerte  aparece la intención  del vivir laico, en cuanto a  formarse sin temor a pensar,  y tiene los pininos de apoyo en la libertad de cultos,  es recién con  el triunfo del liberalismo  doctrinario  a finales del siglo XIX,  que el laicismo entra  en vigencia  por el camino del  oficialismo gubernamental.  Desde entonces  la convocatoria a la modernidad fue un hecho social, político, cultural persistente  para los ecuatorianos, transformado con el tiempo  en política indispensable  del desarrollo nacional. No sin  enfrentamientos  con el conservadorismo a ultranza, buscador  incorregible de  una puerta de escape  al encuentro  de alguna forma de involucionismo histórico.  El paciente posicionismo del proyecto liberal, mediante el liderazgo de Eloy Alfaro,  permitió, definitivamente,  convertir   el laicismo  en una de las principales  ventanas de la percepción  sociopolítica del país del siglo XX. La fundamentación laica  tiene que ver sobre todo con la individualidad del ser humano. Es necesario este reconocimiento y desde él  una asunción de  conciencia propia, en cada quien, para tomar con libertad las decisiones de integrar un conglomerado social, en tanto un colectivo organizado, sin perder su responsabilidad y derecho de individuo y adquirir desde sí los derechos pertinentes a dicha responsabilidad.

Ahora, en comienzos  de otro milenio,  cuesta pensar que  el debate  sobre la esencialidad  del liberalismo, la ideología laica  aun  goza de escenarios  y es promovida por amplios auditorios. ¿Razones?  Para  Gonzalo Puente Ojea, presidente honorario de Europa Laica (2002) el laicismo  está más allá, incluso, de la doctrina liberal. “Es, insiste, el principio indisociable de la democracia”, “mucho más que una práctica” y de ninguna manera una filosofía, una doctrina o una moral social. “El principio laicista postula, en cuanto señal y cifra de la modernidad como hito histórico irreversible del autoconocimiento y la autoliberación del ser humano, la protección de la conciencia libre del individuo y de su privacidad…”. Por este camino sigue, ahora, la confrontación  de la necesidad de una democracia amplia y abierta y de las bondades del laicismo  con capacidad de condimentar su acción. La autonomía  contra la dependencia moral, económica, social, cultural en busca de un progreso  que libere y no sea opresor, en que  propugnar  armonía, paz  y bienestar sea  el objetivo  de la comunidad social. Estos serían  los  parámetros  indispensables de tener  como objetivos claves a la hora de impulsar las valoraciones laicas. ¿Todo,  en fin,  haciendo  del laicismo, renovado y acorde  con  los objetivos libertarios  actuales,  una vivencia  práctica de tolerancia, contra todo lo que esclavice?. Sobre las bases del laicismo, llamado incesante  a la libertad y a las libertades  está construido lo que  de fuerte tiene  el hogar republicano del país!

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