La reestructuración de la Terminal Terrestre, es una obra más, de necesidad vital para Guayaquil, digna no solo de la ciudad sino de todo el pueblo ecuatoriano, de ese que no se moviliza en avión, ni en carros particulares, sino el de buses y camiones de carga, que de todos los puntos de la República van y vienen a este ciudad, como el centro de negocios, trabajo, de entrada y salida del mercado interno o externo del País.
Levantada sobre las ruinas a lo que se redujo la anterior, que fue destruida por la mala administración, falta de fondos para su mantenimiento y el desprecio al servicio público por los gobiernos, quedando reducida a una estación pueblerina, de subdesarrollo, hasta que al fin en el presente, surge con una nueva estructura, no solo física, sino de desarrollo humano-económico, entrando con su servicio a formar parte del emporio arquitectónico y administrativo de siglo XXI. Una obra más de este Guayaquil que vive el mejor crecimiento de su historia liderada por el Alcalde Nebot hombre visionario, cuya custodia y defensa se la confiamos seguros de que jamás dejará ultrajarla.
Cuando decimos una obra más, habría que mencionar, entre ellas, al aeropuerto José Joaquín de Olmedo, igual de extraordinaria por su significado estacionario y de vínculo comercial mundial, el Centro de Convenciones Simón Bolívar, El Registro Civil, etc., etc.
A todo ésto hay que señalar el sistema administrativo y de subsistencia, por medio de fundaciones, concesiones de enorme valor financiero y riesgo, de buenos resultados mientras las administraciones tengan reglas del juego bien controladas como lo hace nuestro Cabildo, que al tiempo que busca su hegemonía, propicia el desarrollo social-económico local, provincial y nacional. Para nadie es ignorado que Guayaquil, victima del centralismo, en un nomeimportismo gubernamental siempre ha tenido que buscar su propio financiamiento, ejemplo el mencionado por José Antonio Gómez en la “Historia del Malecón de Guayaquil” cuando en 1825, en vista de que el Cabildo no disponía de los 25.000 pesos para su construcción, como históricamente nos ha ocurrido, a la vez que se hacía un negocio, funcionaba la autodefensa contra el centralismo, los comerciantes asumieron los documentos y el cabildo obtuvo la suma en calidad de préstamo…
En ésto radica las ejecutorias del Alcalde Nebot-en otrora Febres Cordero con el Malecón 2000- ahora él encontrando gente honrada y con interés cívico y de servicio, que si los hay en Guayaquil: gente patriota, como los Directivos y Administradores de estas Fundaciones y de nuestra Junta Cívica, honra y honor de Guayaquil que, a pesar de no haber en ellas, “ningún Chancai”, que bien podría estarlo porque en esta época, a toda persona de valía, nadie le quita el derecho ni el deber de integrarse a dichas Instituciones, si se requiere de su contingente .
Dicho sea, de paso, para los que viven retrasados con el tiempo, ya los complejos de clases se terminaron, ahora todos valemos por lo que somos, sin contar nombres, sino el grado cultural y educativo abierto al mundo, unido a la inteligencia, capacidad y dones morales.
Vivimos otra época, ahora los ricos ya se sienten orgullosos de su origen humilde, por ejemplo los que forman el emporio empresarial actual saben y no ocultan que sus ascendientes, fueron loteros, carpinteros, obreros, artesanos, camareros, etc., inmigrantes que con esfuerzo y sacrificio lograron superarse y formar negocios e industrias, más aún aquí en Guayaquil, donde jamás se le niega a nadie el espacio. De ahí que nuestro anacrónico Presidente, se ha convertido en un “hombre de cuidado” para los ecuatorianos especialmente para los guayaquileños, cuando trata con burla y odio a los que no son pobres, con el único fin de crear enfrentamientos sociales en un plan preconcebido para destruir el avance de Guayaquil; todo lo contrario a lo que Alfaro siempre pensó de esta Ciudad.
Al respecto vale “transcribir las palabras del General Eloy Alfaro en su mensaje de fin de año de 1909 dirigido al Congreso-tomado del libro ya mencionado de José Antonio Gómez Iturralde –pág. 131-.
“Señores legisladores: Guayaquil es la metrópoli de nuestro comercio y la fuente de riqueza ecuatoriana; por lo mismo, requiere que los poderes públicos pongan todo su empeño en mejorar las condiciones higiénicas de tan importante Ciudad.
Como ya otra vez tuve la honra de deciros, el Derecho internacional moderno nos impone el deber de extirpar en todos los puertos de la república los gérmenes que pudieran llevar la desolación y la muerte a naciones que comercian con el Ecuador y contribuyen al crecimiento de nuestras industrias.
Dejar de cumplir este deber sería exponernos al aislamiento del tráfico universal y resignarnos a la ruina del comercio, a la paralización de la industria, al decrecimiento de la población, en fin, al retroceso en la senda de la prosperidad…” (¿?)