En el libro, ¿Sabía usted que…?, entre otros escritos, se encuentra esta carta a los papás, que vale la pena meditar:
”Mis piernas son cortas, por favor espérame y camina más despacio, así puedo andar contigo.
Mírame cuando hablo, así sé que me estas escuchando.
Recuerda que mis sentimientos todavía son tiernos, no me regañes todo el día, deja que me equivoque sin sentirme estúpido: todavía soy niño y a veces no entiendo lo que dices.
Te quiero y por favor, ámame por lo que soy, no por lo que hago.
No me rechaces cuando quiero darte un beso.
A veces me siento solo, abandonado y con miedo. Cuando me gritas, me asusto.
No puedo adivinar tu pensamiento. Por favor explícame lo que he hecho, antes de castigarme.
No te enojes cuando en las noches me da miedo y te llamo o me paso para tu cama, tu abrazo es lo único que me devuelve la paz. Puedes regresarme a mi camita después, cuando me haya vuelto a dormir.
Me siento muy triste cuando mamá y tú discuten. Creo que es por culpa mía y se me encoge el estomago y no sé que hacer.
Te molesta mucho que me ensucie jugando o hago travesuras con mis primos o amigos, ¡pero piensa que me estoy divirtiendo! Tú también lo hiciste cuando tenías mi edad.
No lo olvides: ¡Soy un niño!”
Los avances en la psicología moderna nos están llevando en ciertos casos al otro extremo. Estamos pasando de la intolerancia y la rigidez, a la excesiva tolerancia, al “si los demás lo hacen…” y por eso, dejar hacer sin límites, lo que nos va alejando de la moral y las buenas costumbres. Esta carta es real, y exige un poco de reflexión de los padres. Los niños no son objetos que se colocan, ellos no escogieron venir a tu casa, fueron los padres los que decidieron su venida. Son seres humanos pensantes que aún no conocen el mundo y muchas veces torean a sus padres para poder descubrir sus límites. Es muy bueno que los padres seamos amigos de nuestros hijos, pero así mismo es muy importante que los eduquemos y no sólo con consejos sino principalmente con el ejemplo. Los niños tienen que ver el respeto y el amor mutuo de sus padres y deben sentir el afecto de sus padres hacia ellos. Ser demasiado rígido es malo, pero ser demasiado blando, es peor. No puedo estar de acuerdo con que la modernidad exige que los jóvenes convivan sin casarse, y se casen cuando ella está en cinta o cuando ya hay que decidirse; eso sólo lleva a aumentar luego la cantidad de divorcios, a hijos que no reciben la correcta educación y afecto y a perder la estructura familiar que es la base de una sociedad bien establecida.
En nuestra época, el cuerpo de nuestra esposa, era un deleite para nuestros ojos solamente, no queríamos que otro pudiera verla íntimamente. En los momentos actuales, prácticamente desvestimos a nuestras hijas y sus cuerpos son como mercadería en escaparate, para ser vista y deseada por el que pase. Nos hace falta un poco más de pudor y de decencia. Si ahora las desvestimos en esa forma, ¿Cómo podemos decirles después que se cuiden?
Defendamos la sociedad en que vivimos. Hagamos de nuestras casas un lugar digno, para ejemplo de nuestros hijos y nietos. No permitamos la destrucción del futuro del mundo.