1 de Septiembre del 2007
Gran revelación.
Noticia que corre por el mundo. Dios anuncia que su hijo Jesús volverá nuevamente a la tierra.
Conmoción general, escepticismo e incredulidad total. El suceso pasa por televisión. A todo nivel se tejen comentarios y especulaciones que estremecen al mundo.
El Papa, que es el representante de Dios en la tierra, da una rueda de prensa al periodismo mundial. Se cobran los derechos de transmisión y se congrega a los mejores comunicadores del planeta.
Apretujones, inquietud y tumulto. Más de cinco mil reporteros de medios radiales, escritos y televisivos.
El Sumo Pontífice anuncia que después de un mes, por decisión de Dios, Jesucristo vendrá a vivir entre los hombres.
Comunica que la resolución ha sido tomada por el Creador, en vista de la situación actual y el inminente peligro de que la raza humana se autodestruya.
Inmediatamente se prepara una gran recepción.
Todos los gobernantes del mundo creyente y los que ahora quieren creer, envían sus delegados para estar presentes en el acto de bienvenida que el Vaticano ha organizado con aquellos presidentes, que por influencias han logrado pertenecer al Comité Internacional Para Recibir a Cristo.
Se mueven los contactos. Estados Unidos y los países de la Unión Europea comandan la recepción. Todos ofrecen dinero, creándose diferencias entre los afortunados mandatarios que estarán en primera fila durante el acto y aquellos que como Chávez y Correa, se contentarán con observar la llegada del Hijo de Dios en la última fila y por las pantallas gigantes de televisión.
Usando su poder económico, el Comité Internacional “libre y democráticamente” designó a los Estados Unidos como país sede del encuentro.
El Gran Cañón del Colorado fue engalanado y adecuado para tan importante evento.
Desde semanas atrás, gente de todas partes del planeta en avión, barco, tren y burro se habían desplazado para esperar al Maestro Redentor.
El ambiente era festivo. Se vendían estampas y recuerdos conmemorando el acontecimiento. Incluso había alguien que aseguraba tener fotografías autografiadas del Señor, pues para mejor planificación del acto, los organizadores lo habían hecho llegar horas antes y reposaba en casa de los Bush.
Eran como las seis de la tarde; estaba poniéndose el sol. De pronto en lo alto brilla una luz, silba el viento, quietud total. Una imagen baja lentamente de las nubes y se acerca a la multitud. Silencio universal, gente conteniendo la respiración, rostros perplejos, bocas que besan el cielo, manos que tocan la tierra.
La figura crece más. De repente el estallido; euforia colectiva, llantos por doquier. Se escuchan gritos, cantos y alabanzas. Personas desmayadas, mujeres gritando, delirio total.
A lo lejos se alcanza a divisar al presidente Bush, quien en gesto humilde y reverente besa la mano del Señor. Muy presto y atento José Luís Zapatero sin quedarse atrás le sujeta el codo ayudándolo a bajar.
El tumulto y la algarabía impiden hablar al Señor. Sacado silenciosamente con la máxima seguridad, es llevado a un lugar solo conocido por la CIA, la DEA y el FBI.
En el transcurso de los días se programan recorridos para que cada país pueda recibir al Señor. Fastuosos desfiles por las avenidas centrales de las ciudades principales, muestran el afecto de los hombres por el enviado de Dios. Recepciones, banquetes y discursos testimonian la importancia que para los humanos tiene la venida de Jesús.
Placas conmemorativas, fotos del recuerdo, lugares que pisó, son parte de las cosas que a su paso Cristo dejó.
Corre el tiempo se acabaron los desfiles y baja la pasión.
Cristo lleva ya un año entre nosotros y las cosas siguen igual. Ha mermado el impacto y la curiosidad. De repente se ha convertido en noticia de segunda plana.
En vista de esto es llevado a que hable ante la ONU.
Día esperado, hora fijada. Sube al podio y con voz serena pero firme dice: señores de la tierra; vengo en nombre de mi padre; Dios.
Las cosas tienen que cambiar. Vamos a hablar de amor. Deberemos perdonar a nuestros enemigos. Todas las naciones del mundo deben compartir. Estados Unidos deberá dejar de explotar a los países subdesarrollados. Cuba deberá regresar a la democracia mediante elecciones libres, Ecuador volverá a ser país amazónico y recuperará su territorio.
El petróleo será de todos.
No habrá mas gobiernos, gobernantes o gobernados. Se suprimirá la moneda, se abolirán los ejércitos y se acabará el comercio.
Lo que produzca el mundo será para todos y de hoy en adelante solo nos dedicaremos a rezar y a venerar a mi padre, el Creador.
Al oírse esto; crisis total, confusión general, gobernantes desconcertados y desconcertados gobiernos.
Políticos que acusan de comunista o de anárquico al Hijo de Dios.
Manifestaciones a favor, motines en contra.
Comienza la persecución a Cristo por los aparatos del Estado. Todo el que se identifique con el Hijo de Dios será llevado preso por atentar contra el orden internacional establecido. Deberá ser reducido a prisión por compartir ideas desestabilizadoras de los sistemas económicos. Será castigado por alterar la forma de vida creada por el hombre; deberá ser aniquilado por no estar de acuerdo con el pensamiento lógico y racional.
Pasa el tiempo y los gobiernos no dejan que hable el Señor, impidiendo su acceso a la prensa y televisión. Canal por el que hable, canal cerrado. Represión total.
Nace en el mundo el miedo por la identificación con el Señor.
Simultáneamente la CIA y la DEA hacen circular el rumor de que
Jesús es un impostor. No es el hijo de Dios. La prensa ha caído en su mentira; ha engañado al mundo.
Los hombres se desilusionan; la gente comienza a renegar, la esperanza se terminó.
Después de un tiempo todas las cosas siguen igual. Los gobiernos controlan nuevamente la situación y hacen acuerdos secretos para prevenir alguna futura venida de cualquiera que como “Hijo de Dios”, pueda alterar el orden imperante.
Las guerras siguen, el petróleo sube, todo se olvida. Los países decidieron incrementar su presupuesto armamentista. Todo acabó.
Hace poco tiempo en una ciudad cualquiera, a las doce del día y en una esquina de la calle central, había un señor.
Estaba solo; vestía una túnica blanca y hablaba del amor y de compartir.
Nadie quería escucharlo.
La gente se le alejaba con prisa y en medio de burlas se reían de el.
En la acera de enfrente dos personas conversaban y de repente lo miraron.
Una a otra le decía… Oye… ¿Quién es ése?
Ese… ES EL HIJO DE DIOS.
Miguel:
Disfruto mucho sus artículos, constantemente lo leo por este medio. Quiero felicitarlo por tener la convicción de decir las cosas como son, y como se debe.
Saludos.-
JJP
Dr. Palacios :
Me permito enviarle una efusiva felicitacion por este articulo.
Personalmente pienso que su imaginacion, su profundidad y la forma de expresarla, ya estan para «palabras mayores»
Fuerte Abrazo / Kromer
Dr.Palacios,todos sus pensamientos no descansan porque se convierten en acciones,bien por eso necesitamos un hombre con pantalones que no le tema a nadie,que además tenga la libertad de refutar y poner en su sitio a cualquiera, todos en éste país lo admiramos, porque además de ser el médico siquiatra más prestigioso de mi país,es un ser humano noble,honesto,brillante y audáz.
Felicidades en su vida.