21 noviembre, 2024

El que rompe la Ley y la Justicia ¿Puede esperar que mañana para él se la ejerzan?

La mayoría que conforma la Asamblea Nacional, literalmente se ha …..o en nuestro mandato. Han hecho tabla rasa de la Constitución vigente, que seguirá siéndolo hasta que por medio de un Referéndum aceptemos lo que ellos “con el más amplio poder y libre albedrío” propongan. Recién entonces legalmente se podrán instaurar las modificaciones estructurales y demás leyes, y, sobre todo, la nueva Constitución que hayan propuesto.

El que el señor Presidente en un acto escénico les presente la renuncia y que ellos antes de recibirla lo ratifiquen en el cargo, no tiene validez jurídica alguna; salvo que aceptemos que cuando votamos por el que Si o No aceptábamos que haya una Asamblea Constituyente, la verdadera intención era un Golpe de Estado Autocrático y justificación de una dictadura.

Convendría recordar y recordarles que hay antecedentes en que bloques “férreamente unidos” muy pronto sus integrantes recapacitaron y la tortilla se dio vuelta. Para mayor ilustración tenemos los Mencheviques, Bolcheviques y Estalinistas; la Revolución Francesa y su terrible Robespierre; incluso el mismo Simón Bolívar que fue perseguido para asesinarlo.

El que se cree que tiene poder debe entender que esa supuesta fortaleza es tan sólo un peso de servicio y es el momento trascendental durante el cual si es que el se cree investido de él, debe saber que no lo tiene.

Con este antecedente, mañana el que, (sin derecho) la Asamblea Constituyente, le “encargó” el poder, también tendría derecho a revocarle esa “delegación”. ¡Caray¡ ¡Tanto puede confiar de los compadres hasta sin ahijados.

John Steinbeck, un gran escritor inicialmente de inclinación extremadamente socialista, publicó la novela En lucha incierta, que trataba sobre la organización y derrota de una huelga en una plantación de manzanas de California. Allí escribió: “La semilla no ha caído en baldío y lo que ayer se perdió mañana se ganará; el fin es tan incierto como el combate”.

– Acaso no existe el Yin y el Yan. – La comprobada acción física que comprueba que no hay movimiento sin fricción. – Isaac Newton, en 1687, entre sus “leyes” indicaba el: “Principio de acción y reacción”, por el cual toda acción tiene una reacción de igual magnitud y de sentido opuesto. La ventaja de estos y similares fundamentos ha radicado en que a partir de ellos y la experimentación se fue mejorando con sus principios y la ciencia evolucionó.

Así mismo, el concepto del comunismo y los del CEPAL, tan laureados en sus albores, demostraron sus grandes falencias y comenzaron a superarse sin haberse subsanado por el principio de la economía liberal clásica que incluía como fundamento – y no siempre se aplicó – que desde que se propuso y en adelante – y desde siempre – fue una cuestión absolutamente social. Es decir las fuerzas tienen que auto compensarse.

La Centralización del Poder, el desear desbaratar los logros universales que han significado devolver a los ayuntamientos sus razones de autonomía y respeto total; destruir la capacidad de co legislar en su ámbito; su promoción; autogestión y desburocratización; es sencillamente equivocado y fatal.

Rompe todos los principios en que se fundamenta la eficiencia, ley y justicia natural.

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Orlando Pérez Sánchez, ex jefe de prensa de la Asamblea Nacional (reciclaron a Julia Ortega Almeida en ese puesto), en un artículo publicado en diario El Telégrafo el pasado 14 de octubre de 2009 se dispara unos comentarios propios de ese regionalismo que cuando nace de las élites pensantes de Quito, ahí es puro y auténtico sabor nacional. Cuando ese deseo autonomista y libre cambista se manifiesta en Guayaquil, ahí es separatismo perverso.

Con ese estilo de expresarse propio de los izquierdistas niños bien educados por familias capitalistas y liberales, rechifla que el “… modelo de vida (ese de lujo y ostentación insultante creado en Guayaquil) también convoca a la violencia, migración y subempleo.” Ahora resulta, en opinión de Pérez, que Guayaquil y su entramado social y relación diádica como comunidad de profundos contrastes es la culpable de la evidente escalada de inseguridad que la aqueja.

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