Quisiera invitarlos para que me acompañen en un viaje a través del tiempo y la distancia… A visitar la antigua ciudad de Atenas en el año 430 antes de Cristo.
Nos espera el General Pericles, un aristócrata muy culto, excelente orador y militante del Partido Popular de Atenas quién por casi treinta años viene siendo reelegido porque obviamente la ciudadanía aprecia sus cualidades de líder, su gran sentido de la justicia y su trabajo en pro de mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Nos recibe el arquitecto Fidias, y camino a nuestra visita, nos lleva a conocer un imponente Santuario Dórico construido por él. Es “El Partenón” al que Fidias considera como su obra maestra, con él admiramos este templo que se asienta sobre una colina desde la cual se divisa la ciudad.
El edificio, que fue construido en honor a la diosa Atenea, está rodeado de imponentes columnas y adornado con bellísimas estatuas. Fidias, muy orgullosamente nos confiesa, que lo talló por órdenes del General Pericles (nuestro anfitrión), quién además sufragó todos los gastos de su construcción.
El arquitecto del Partenón nos presenta a dos personajes que se unen al grupo y nos comenta finalmente algo respecto a “su” edificio… Dice que su obra es tan sólida que seguramente desafiará al tiempo y perdurará para siempre como un recuerdo de la obra de Pericles.
Los personajes que se acaban de reunir con nosotros, son dos Filósofos y Escritores, y nos cuentan cómo fue que escribieron sus famosas tragedias… Se percibe en ellos, una inmensa gratitud hacia el mecenas que los apoyó en la creación de sus obras.
Ante tanta manifestación de gratitud y afecto por Pericles (a quién todavía no conocemos), no puedo menos que comentar que la gratitud del pueblo debe ser bien merecida en vista del impulso que éste le ha dado al desarrollo urbanístico y cultural de Atenas…
A lo cual, nuestros interlocutores con una sonrisa tolerante ante mi evidente ignorancia, nos explicaron que tanto el Partenón; como las obras Literarias solo eran cosas materiales… Y que la verdadera gratitud y devoción del pueblo Ateniense por el General Pericles, tenía raíces mucho más profundas, más personales…
Luego uno a uno nos contaron con lujo de detalles, como Pericles a través de los años, siempre cumplió con los más pobres, atendiéndolos con justicia y preocupándose de que no les falten sus alimentos… Y como fue que este hombre bondadoso y culto sustituyó a la aristocracia – como gobierno de los nobles o arcontes – con un sistema político en el que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos… Independientemente de su riqueza o condición social…
Pericles (nos contaron nuestros tres anfitriones), siempre cumplió las promesas hechas al pueblo, le dio funciones judiciales a los tribunales populares, estableció remuneraciones para los jueces y para los integrantes del “Congreso”; permitiendo así que los atenienses pobres pudiesen participar en el manejo de la cosa pública…
Obviamente esas eran las verdaderas razones que tenían los atenienses para adorar a su líder…
Continuamos con nuestra caminata hacia el lugar donde nos estaba esperando Pericles. Y mientras nos acercábamos a él, no pude menos que envidiar sanamente a los atenienses, y sentir una gran admiración por este hombre que con su sencillez, genuino amor al prójimo y verdadero espíritus de justicia… Se había convertido en precursor y paladín de la Democracia en el mundo…
De esta lección de historia y por experiencia previa, he llegado a concluir que:
- Los verdaderos líderes… No mienten ni engañan al pueblo.
- Que un buen gobernante… Siempre cumple sus promesas.
- Que los mandantes saben recompensar a sus mandatarios cuando éstos hacen buenas obras.
- Que la gratitud del pueblo se manifiesta en las urnas.
- Y que su descontento…
¡Qué triste despertar es nuestro regreso al Ecuador del 2008! Siento una profunda desilusión porque no acabo de comprender como es posible que un gobernante de hace casi 2.500 años haya sido más inteligente, más capaz y más querido por su pueblo, que el que tenemos los ecuatorianos en el siglo XXI…
Para la próxima visita al pasado tengo en mente invitar a 83 personas que estoy seguro de que pudiesen beneficiarse enormemente de un viaje como el nuestro y… ¿Quién sabe?…
A lo mejor hasta pudiesen aprender algunas de las lecciones que nos da la historia para que los ecuatorianos no tengamos que ser condenados a repetirla…