Promesas e ilusiones fue lo que tuvieron como justificativo para el voto que la mayoría de ecuatorianos otorgaron al Econ. Rafael Correa. Promesas de un cambio en beneficio de todos, no de la burocracia dorada que ha azotado la economía de los ecuatorianos que pagamos impuestos para mantener la economía nacional en el rango que le corresponde a un gobierno serio y responsable, que quiere y desea hacer obras, fomentar la educación y garantizar un buen control de la salud, especialmente para los niños que siempre han sido y serán la esperanza de la Patria.
Ilusiones, porque se forjaron grandes esperanzas del cambio para el cambio hacia una vida mejor. Lamentablemente todo ha caído en el inconfundible marco político de ofertas, pero resulta peor aun cuando al margen de combatir la pobreza, se crean mas impuestos y cargas económicas que siempre inciden y desequilibran la economía de los que menos tienen.
Que fácil que resulta trasladar la responsabilidad del fracaso a terceros representados por los que se fueron, por los gobernantes del pasado, y oír repetir el perverso lenguaje del yo no soy, proponiendo un nuevo estilo de discurso que son tácticas del pasado, ya fracasado, aumentando la burocracia, creando mas ministerios, mas comisiones y mas controles para agigantar las alternativas de la corrupción.
Hablar de la nueva solución, la Asamblea Constituyente como panacea de todos los males, declarando libertad en democracia, justicia y bienestar para todos, prometiendo que los pobres serán ricos y que paralelamente harán pobres a los ricos, olvidándose que la verdadera alternativa para lograr el verdadero desarrollo colectivo de los pueblos es hacer que todos vivan mejor, lo cual no se cambia por decreto, es necesario primero cambiar la educación y la mentalidad de la mayoría de los ecuatorianos, para no hacerlos mendigos de la espera, sino actores de su propia decisión.
Cuando sabemos a donde vamos, labramos el camino del futuro y todos hacemos con gusto lo que nos corresponde hacer.
El claro oscuro del drama político, el engaño de una izquierda que ha fracasado y que debe cambiar del obsoleto camino del centralismo absorbente hacia una nueva alternativa que compromete el esfuerzo de todos para lograr el beneficio de todos, la autonomía seccional, debe obligar a los políticos gobernantes a plantear un nuevo esquema cuyos resultados sean evidentes, que no se requieran excusas y explicaciones para inculpar a terceros como responsables de lo que ellos no quisieron o no pudieron hacer.
Los mandatarios que prometen la liberación económica imperialista, generalmente incumplen con su arrogante posición dictatorial bajo el imperio de su absoluta i omnipotente decisión, traicionando sus promesas, dejándolas como leyendas del pasado eleccionario.
No es conveniente regalar recursos, es preferible enseñar a producirlos. Con el regalo se fomenta la vagancia y con el aprendizaje se activa la creatividad para emprender desarrollando su capacidad y deseo de ser mejores.
No es conveniente reproducir las viejas prácticas del pasado, demostrando solo su perezosa capacidad de copiar y su incapacidad de crear y fomentar el desarrollo colectivo, inspirado siempre en la experiencia que genera el trabajo productivo, realizado con el ferviente deseo de progreso y prosperidad.
No es conveniente mentir creando el engaño a través del cuento de que la responsabilidad es de otros y no de su incapacidad y odio al bienestar de los demás, bienestar que con seguridad fue conseguido con capacidad, inteligencia y por el ferviente deseo de ser cada día mejores.
La pobreza no se reparte, es la riqueza la que debe aprenderse a distribuir generando trabajo y bienestar para todos.