Ya con el año 2008 encima y leyendo finalmente la famosa ley de “equidad tributaria” a la que tardaremos en comprender sus reales alcances, nos hacemos las siguientes preguntas:
1) ¿Por qué debía salir aprobada al apuro aprovechando dos largos feriados, en apenas nueve días de discusión, si discusión se llama a eso que hubo? Ellos arguyeron que la reforma tributaria debía estar publicada antes del 31 de diciembre para que entre en vigencia para el aňo 2008. ¿Pero acaso la Asamblea según dicen es de plenos poderes, y bien pudieron establecer que el aňo fiscal empieza el 1 de marzo de cada aňo, o que tuviese efecto retroactivo, pues ya se han cagado encima de todos los principios jurídicos universales?
2) ¿Por qué esta ley es tan importante para la reforma estructural del Estado, que les obligó a torcer la pregunta realizada en la Consulta y ponerla por encima de la discusión constitucional, razón de ser de toda Asamblea Constituyente? La respuesta es simple: no querían discusiones abiertas para que entre en vigencia una ley que contiene dos tenazas de poder de enorme potencia: controlar a los municipios del país, para implementar todo un plan político plenamente centralista; y tener además un instrumento de temor fiscal en todo el sistema productivo, de tal manera que se pueda aplicar un rápido desmantelamiento empresarial, punto este muy importante para cumplir con un diseño revolucionario marxista, con un verdadero Carlos Marx a la cabeza.
Ya leyendo detenidamente la ley, se percibe como con gran habilidad se introducen elementos peligrosos y estratégicos que quedan flotando para luego reglamentarlos expeditivamente, una vez que el SRI acumula un poder inmenso ya que puede realizar determinación tributaria en firme para que se desencadenen una serie de consecuencias pecuniarias y penales. No es la recaudación lo que se busca. El plan va más allá de eso. No es un tema fiscal. Es un instrumento político.
La ley de “equidad” económica es larga, compleja y académicamente bien elaborada como un todo de tinte estratégico. Se modifican varias leyes, todas ellas complejas y delicadas. Es imposible que 90 asambleístas hayan podido entenderse en tan poco tiempo. Si algo se modificó fueron algunos porcentajes de impuestos. Ahí no está el problema. Se pasó en una sola línea aquello de la declaración patrimonial de los ecuatorianos, dejando abierto el camino para que el reglamento decida el cómo y el cuándo. Los efectos consecuentes se desencuadernan solos una vez que entren a su casa a verificar lo que quieran e incautarlo posteriormente. Lo mismo sucede con la palabra “denuncia” que no es otra cosa que la delación contable, un instrumento utilizado solamente en los países totalitarios.
Así se explica el apuro de la maniobra, mientras se practican cortinas de humo cada sábado en las cadenas radales presidenciales y atosigando a Guayaquil para aglutinar al resto del país en su contra. Hay apuro. Tanto apuro que una vez terminada esta fase revolucionaria, se recompone ese galimatías de tantos ministerios y ya aparece una NOMENKLATURA operativa mas clara. Se trata realmente de una revolución, no ciudadana, sino de una elite nueva comparable al Soviet.