Generalmente siempre hemos expresado que la audacia es un juego por las circunstancias que siempre encerraron la expresión, pues ser audaz, en el buen entendimiento de la expresión, es ser temerario y arriesgado con valor y decisión en la búsqueda de alguna alternativa positiva, evaluada dentro de un marco legal con estricta justicia, en busca del éxito y de la prosperidad.
Con la expresión de que “La audacia no es un juego”, quiero referirme a la misma audacia y temeridad, pero para hacer daño o menospreciar a los demás, como lo hizo el Econ. Rafael Correa olvidándose que le corresponde ser un ejemplo de ciudadano, en su calidad de Presidente de la Republica, pues en su intervención en el día del festejo de su primer año en el ejercicio del poder, se mofo de los que habitan en la vía a Samborondon, reiterándose en su autodeterminación de pelucones con su acostumbrada sonrisa burlona. Se mofo de distinguidas damas Guayaquileñas por no compartir sus lineamientos políticos y por que tienen apellidos de raigambre y de cepa guayaquileña. Se mofo de la estatura del Alcalde de la ciudad, sin recordar o porque posiblemente no conoce que la estatura de los grandes hombres de la historia como Simón Bolívar y Napoleón Bonaparte, fue pequeña, de ahí la expresión de que la estatura de los grandes hombres se mide de las cejas para arriba, lo que significa para el buen entender, que la estatura se mide por la inteligencia y capacidad que demuestran los verdaderos hombres que asumen por igual todas sus responsabilidades en los diferentes actos de su vida, por pequeños o insignificantes que estos sean.
Lo expresado por el Sr. Presidente de la Republica, es una audacia que no es un juego, por su constante menosprecio a los apellidos que nacieron con la ciudad de Guayaquil, con su historia, cuyos ancestros fueron destacados Guayaquileños que llegaron por sus propios meritos y gran capacidad de servicio a los mas altos sitiales de la política y de la sociedad del país. Hoy la posición de sus herederos es producto de más de 200 años de existencia en donde compartieron la angustia y felicidad que les genero este maravilloso suelo tropical. El esfuerzo, capacidad y tenacidad en el trabajo, fue lo que los condujo al éxito que hoy viven sus herederos que constituyen las actuales generaciones, a las que no se puede ofender porque la audacia no es un juego.
Guayaquil ha sido y es tierra dulce, amable y de grandes amores, ayer recibió con cariño a los emigrantes de otras naciones que quisieron probar suerte en esta tierra tropical, hoy recibe con cariño y solidaridad a todos los ecuatorianos, que desde las diferentes regiones de la patria desean radicarse en este bello suelo tropical.
La audacia no es un juego ni tampoco valentía para ofender a nadie. La audacia es un juego solo para quienes tienen el valor y la arrogancia para arriesgarse a luchar por lo que creen y desean ser en un futuro de éxito y prosperidad, lo cual debe ser el anhelo de todo ser inteligente y capaz, que sin odios ni rencores de un pasado del que no son responsables, quieren construir su propio futuro.
La audacia no es un juego, para proponer después de seccionar la Provincia, ahora seccionar la ciudad que lo vio nacer, a la que ama por sus expresiones, pero que odia por sus acciones. Seccionar la ciudad de Guayaquil, tiene un solo proposito, restarle la jerarquía de ser la ciudad mas grande, mas prospera y mas poblada del país, para llevar a sus habitantes de los mini-municipios, hacia la miserable posición de mendigar las rentas centralistas en busca de su subsistencia y negarles toda posibilidad de bienestar y desarrollo colectivo.
Mañana Guayaquil tiene la posibilidad de demostrar con su presencia en la Av. 9 de Octubre, lo que quiere y lo que desea ser. Volver a la miseria o seguir por la ruta del cambio, prosperidad y desarrollo que ha mantenido en los últimos 12 años de una eficiente y prospera administración Municipal. Ahí estarán los guayaquileños que aman su ciudad y los que sienten respeto por el suelo que les brindo su calor y su cariño, con la viva esperanza de progresar y de vivir mejor.
La audacia no es un juego, pero puede ser la vanidad de tontos engrandecidos por la vanidad de un poder transitorio.