Ante las condiciones ecológicas cada vez más deterioradas del planeta, la búsqueda de alternativas energéticas menos dañinas es, ahora, una focalización obligada desde todas las alternativas. Aunque están en juego alguna formas de potencializar energía, incluidas las aceptadas como más limpias, sean eólicas o solares, no todos están de acuerdo en escogerlas y prefieren promover los biocombustibles. Una solución en apariencia pero que, al momento, en donde está aplicada, brotan indicadores de malestar. La denuncia desde Argentina y Brasil y desde Indonesia y Malasia es que los sembríos de soya y palma, caña de azúcar y maíz, por lo pronto, y la industrialización de sus productos para obtener el etanol están ya, en el poco tiempo de vigencia, logrando consecuencias seriamente negativas para la sociedad. Deforestación, contaminación de los ríos, destrucción de la biodiversidad son ya componentes estructurales del problema.
Aunados al resultado despoblador del agro, por una imposición migratoria a las ciudades grandes, significa una arremetida inmisericorde contra los más vulnerables. ¿Qué hacer, bajo esta perspectiva, con los miles y miles de gentes en continua acumulación en los barrios de pobreza sin agua, energía eléctrica, alcantarillado y que exigen escuelas, salud y comida diaria? ¿Cotos de caza para la manipulación populista, que grita desde un nacionalismo fascistoide, apoyada por la mal entendida democracia eleccionaria? Pero, además, hay un ingrediente de difícil control, la escalada inflacionaria de precios de los subproductos alimentarios, por la utilización de los cultivos para la producción del biocombustible, marginándolos sensiblemente de la canasta alimentaria popular. ¿Un remedio peor que la enfermedad? No hay otra forma de entenderlo si la producción de palma, caña de azúcar, maíz, soya en vez de servir para la dieta mínima de las personas pobres, empieza a destinarse para llenar los tanques de gas de los autos de quienes pueden comprar uno, para su movilización individual..
Sucede que ahora, el objetivo de una forestación estable para la protección ecológica de la tierra, y con ello la salud, incluso genética de sus habitantes, no iría más ya que habrá que ampliar las fronteras de sembríos, para sustituir con el nuevo combustible vegetal al extraído del petróleo. ¿Es necesario aclarar que las condiciones de vida de quienes poco o nada tienen aumentarán profundamente en su tragedia social? Sólo los insensibles, tontos, rufianes de corbata y gana panes burocráticos no alcanzan a entender esta actualidad y el destino negativo que propicia. ¿De qué ha servido, socialmente, el petróleo? Exclusivamente para llenar las faltriqueras de unos pocos insaciables y promover, con mucho ahinco, el dolor y la desesperanza en más del 60% de la población mundial, indefensa y sin capacidad para contener la salvaje arremetida, de los engreídos del dinero y de los tontos útiles, testaferros del poder… Hay que denunciar y detener, de alguna forma, aprovechando que “la patria es de todos”, que Ecuador, mediante la torpeza gubernamental, ingrese al club de los promotores de esta nueva pesadilla!
Lo gracioso es que, antes, nos quejábamos y reclamábamos que debía encontrarse una fuente alternativa para los combustibles fósiles; pues sí, es cierto que el petróleo y sus derivados contaminan el ambiente y nos matan poco a poco, pero el hambre que producirá la insaciable sed de consumo de los mal llamados países desarrollados (que nos contagian con el absurdo consumismo y con sus modas) al usar los biocombustibles nos matará más rápido. No creo que Correa y su séquito se una a este movimiento, pues es promovido por el archienemigo G.W. Bush (que es archienemigo no sólo de los izquierdosos desubicados, sino de la humanidad en sí). Pues el diablo de Bush cambió su trinche por la hoz que carga la muerte.
Yo sólo tengo que anotar, mis estimados, Marco y Mauricio, que la cuestión de los bio combustibles no va a estar dentro de las garras estatales, va a pertenecer esencialmente a la inciativa privada, lo que me parece en si una diferencia importantísima y sustancial… Pues en definitiva, en 34 años de producción petrolera, ¿Cuál ha sido el beneficio para nosotros, los ciudadanos rasos de esta republiquita?
De todas formas, el éxito colectivo de las iniciativas individuales (que ese debe ser el fin de toda empresa privada, ya que si beneficio a la comunidad,la comunidad me va a preferir) depende no del mercado, sino de la actitud de los participantes del mercado. Hasta ahora no sé por qué los economicistas (no los de profesión economista, por si acaso, sino los que solo ven a través del dinero y el mercado) no han tomado en cuenta que las sociedades «avanzadas» o por lo menos con mercados mejor desarrollados son aquellas en que existe RESPETO entre los actores. Lo que quiero decir es que no importa si se hace cargo el Estado o la empresa privada (que son herramientas del individuo particular), si sus administradores ven sólo el beneficio personal, familiar o gremial, nos vamos a ir al mismo «inodoro» (como algún mal hablado tradicional ha usado para hacerse el fino).