«Los bancos modernos basan sus operaciones en la captación de ahorro y otorgamiento de crédito».
En estos días de sobresaltos financieros, es conveniente que reflexionemos sobre el papel que como consumidores de los productos bancarios y como parte fundamental del sistema tenemos; así como la responsabilidad que la banca tiene para con su razón de ser: el cuentahabiente.
No hace falta tener un postgrado en Administración de Empresas o de Negocios para saber que las mejoras que se hace en una empresa, ya sea en la apariencia física, lo mismo que en el mercadeo o en lo tecnológico, son consideradas como inversión, ya que se espera que redunden en beneficio del negocio, concretadas en la llegada de clientes nuevos o en el mantenimiento de los antiguos. En definitiva, estas inversiones se amortizan de cualquier forma, siempre y cuando aquellas mejoras hayan sido bien aplicadas. No son gasto.
Optimizar el sistema informático. Crear y el mantener una página en Internet que provee de información o de herramientas de comunicación a los clientes. Contratar una línea 1-800. Abrir una nueva sucursal o ampliar las antiguas. Publicidad en prensa, radio y finalmente en televisión. Contratar más fuerza de ventas o ampliar la nómina en administración. Capacitar a los empleados en cursos técnicos o de Relaciones Humanas… Etcétera, etcétera, etcétera. El dinero que se designe para cualquiera de estos asuntos resultará una buena inversión si se lo hace cuando y como corresponda.
Ese dinero es inversión, no gasto. Y si el producto o el servicio que se promociona es bueno y rinde lo proyectado o más, debido a la buena administración, no hay para qué cargar esa inversión al cliente, subiendo los precios o creando tasas (impuestos privados). Eso, insisto, si la administración es buena.
Este tipo de conceptos resulta elemental para cualquier estudiante que ha acabado por lo menos su primer año de estudios en Administración.
Por eso resultó increíble y hasta graciosa la defensa que César Robalino, presidente ejecutivo de la Abpe, hizo el día 6 de julio de 2007 (El Comercio, pág. 5) respondiendo a un artículo de Roberto Aguilar, al decir: «Los cajeros automáticos implican altos costos de inversión y mantenimiento… lo cual demanda ingentes gastos en insumos como energía eléctrica, conectividad, recursos humanos alta y medianamente calificados, y finalmente requieren que sus transacciones sean sometidas a los procesos de Cámara de Compensación establecidos por el Banco Central».
El primer cuestionamiento que se me ocurre es: implementar nuevos servicios y facilidades para atraer al cliente ¿es inversión o es gasto? Tomando en cuenta que los cajeros automáticos hacen más llevadero el trabajo de la banca, al evitar que sus oficinas físicas se llenen de «cuentahabientes» que hacen cola ante un cajero de carne y hueso. El cajero automático no es un lujo que se ofrece porque sí al cliente, sino que es parte de la optimización de procesos y de recursos del sistema financiero.
Lo mismo se puede decir de la creación y mantenimiento de una página en Internet (banca virtual), de los servicios telefónicos u otras mejoras que se dan en virtud de incremento de clientes para el negocio, es decir, del incremento de ganancia.
Luego, viene una serie de cuestionamientos más: ¿Comprende la banca ecuatoriana cuál es su verdadero negocio? ¿Sabe cuál es su principal razón de ser, y que ésta no es per se el dinero? ¿Cuál es el concepto de administración que tiene? Su segmentación de mercados… ¿hace que la banca se rija por reglas distintas a las del mercado en general?
Finalmente, la pregunta que implica más suspicacia es: ¿Creen los banqueros que los ecuatorianos somos demasiado ingenuos o tontos para que nos planteen justificaciones tan peregrinas y que nosotros nos las traguemos?
Yo no he visto que las cadenas de supermercados suban los precios de los productos o los graben con tasas especiales al abrir una nueva sucursal o al implementar servicios que incrementen el confort en sus clientes. Tampoco he visto esos incrementos o ese cobro de «impuestos privados» en otro tipo de negocios, los cuales con visión de futuro (no con ese inmediatismo del que pecan los políticos… y los banqueros) hacen mejoras, sabiendo que estas mejoras atraen más clientes.
Sí, es cierto lo que dijo Robalino en otra parte de la misma carta: «… si un usuario no está conforme con el costo que le ha sido dado a conocer con anterioridad, puede ejercer la libertad de que dispone gracias a la amplia competencia existente en el mercado, para utilizar otro canal para efectuar las transacciones que requiera, o incluso para cambiar de proveedor de servicios financieros en función de aquel que presente menores precios». Es cierto: tengo «la libertad» de escoger entre diferentes lobos de la misma camada. ¡Vaya chantaje!
De todas formas, cabe destacar que hay bancos que tienen costos más bajos o no los aplican en algunos servicios (los cuales, insisto, se pagan solos al atraer más clientes), pero siempre hay algún tipo de «impuesto privado» que tenemos que pagar (¿purgar?).
«Los bancos modernos basan sus operaciones en la captación de ahorro y otorgamiento de crédito», rezaba en un suplemento comercial que la banca publicó, sin remitente específico, el 30 de marzo de 2007.
Esas son las funciones de la banca, y si las cumple a cabalidad no hay para qué cuestionarla. La banca privada, como «partícipe del desarrollo nacional», se debe a la gente y no al revés. La responsabilidad social no es cuestión de ideologías, ya que el mercado, sea en el segmento que sea, se mantendrá saludable si y sólo si forma parte de un círculo virtuoso en el que salgamos beneficiados todos.
Las inversiones no salen del aire, salen del capital inicial y de los préstamos, para pagar tales préstamos y recuperar tales capitales el empresario debe necesariamente cargar los costos de ello a los productos que sus clientes adquieren aumentando los precios o cobrando determinadas tasas, simple contabilidad de costos. Si ello no se hace, la empresa se descapitaliza y quiebra llevándose consigo a sus clientes y accionistas.
¿Acaso las millonarias inversiones en cajeros y websites no cuestan? ¿es el banquero un mago que saca de sus mangas costosas infraestructuras que mágicamente no implican fuertes sumas de dinero?
Los bancos no son beneficencias, brindan un servicio a cambio de dinero y buscan, como toda empresa, utilidades. Estas utilidades crecen sólo si los bancos cumplen satisfaciendo nuestras necesidades, porque siendo privados, los bancos sólo pueden publicitar sus servicios, los cuales aceptamos y no nos son impuestos. (en cambio la banca estatal sí que nos extorsiona a que la financiemos con impuestos nos guste o no).
Los supermercados sí mantienen precios distintos a los que nos da la tendera porque esa diferencia mantiene el alto costo de nuevos supermercados, mantener los anteriores, pagar sueldos y poner buena presentación a los productos. De modo que los «impuestos privados» los tenemos todos quienes producimos bienes y servicios, mas no son impuestos porque el sector privado no exige a punta de pistola a que le compremos, no se puede entonces calificar como chantaje la actividad bancaria, chantaje es lo que hace el Estado mediante fuerzas policiales y armamento para que a) paguemos impuestos b) obedezcamos a sus funcionarios c) compremos productos de sus carísimos monopolios.
La «responsabilidad social» sí es un tema de ideología, es una frasesilla incoherente que los comunistas han metido de contrabando hasta en los partidos e intelectuales «de derechas». No, las empresas tienen como responsabilidad los intereses de sus accionistas: entregar utilidades, si la responsabilidad fuese otra entonces hablamos de fundaciones, beneficencias o clubes privados cuyas acciones se subsidian voluntariamente con dinero de los fundadores o recaudado vía colecta. No, las empresas no son conventos de la caridad, son entidades de lucro, pero el lucro sólo puede ser logrado si estas entidades satisfacen una necesidad del público en un ambiente de libre mercado, y mientras más libre mercado, más y mejores entidades tendremos con costos y servicios de calidad y con costos relativamente razonables.
Yo trabajé para la banca durante 10 años, en el área de Planificación de un prestigiado banco nacional, así como consultor para otras entidades en el exterior. El análisis de Mauricio es preciso, aunque no puede profundizar en el tema.
La implementación de sistemas informáticos, de control remoto (Internet, telefóno, etcétera) o los cajeros automáticos no son por ningún lado un gasto, sino una inversión que se recupera por sí sola, sin necesidad de cobrar por ese servicio. La razón para esto es que se puede atender a más clientes mientras se evita la contratación de más empleados. Así de sencillo.
Buen análisis, Mauricio. Te felicito.