21 noviembre, 2024

Para Votar hay que actuar basados en la consciencia, no en la demagogia

El Vaticano ha recordado a los Católicos que deben cumplir diariamente con probidad y cumpliendo con los mandatos de sus deberes ciudadanos, máxime cuando estén en el desempeño de un cargo público.

Mientras cavilaba sobre la necesidad de hacer recapacitar esta obvia obligación, recordé el importante artículo de Monseñor Juan Larrea Holguín (+), titulado. “Los cristianos y la política”, El Telégrafo, edición del domingo 19 de enero del 2003. Éste muy respetado hombre de Dios y estudioso jurisconsulto, especializado constitucionalista, le agrega una dimensión especial a su razonado dictamen al no circunscribir esa subordinación solamente a los católicos, si no que nos habla de todos los cristianos, ampliando la meritoria prevención a todas las personas que honestamente basan sus reglas en mantener la necesidad de respetar el orden natural y el amor al prójimo.

Se podría considerar que esta declaración no tendría razón de ser repasada por cuanto es totalmente incontestable el que una persona moral e intelectualmente sana tenga que actuar de acuerdo con la justicia y el beneficio del pueblo. Sin embargo, en la Asamblea Constituyente y el Presidente Correa, declarado católico escrupuloso, ¿Hacen esto en la vida práctica?

Lamentablemente no. No solamente que hay desvíos de manejo materialista general y que permite buscar perjudicar el principio de la vida. Se dan en acciones que afectan profundamente la organización raquídea necesaria para mantener la naturaleza, conservarla dentro del divino equilibrio de su creación y conservar a la sociedad en equidad al no aupar la soberbia de quienes pretenden superar al Creador.

Existen demasiados casos de personas que prefieren claudicar sus ideales con tal de mantener las efímeras prebendas de puestos que dan notoriedades pasajeras o les representa beneficios económicos. Anteponen el rendir pleitesía a una camarilla tramposa que para seguir usando a sus útiles lebreles los estimulan para que no se percaten de que han sido persuadidos a traicionar sus ideales e infamados por engañar a quienes les dieron su confidencia cuando se fomentaban para recoger votos. Sufragios que por provenir de ciudadanos escarnecidos se tornan en mandatos ilegítimos e innobles.

Empero en esta época en que lo que más que nada se rinde es idolatría al poder, cuidar el espíritu y el linaje no importa ni se valora. Hemos entrado en la época donde consagrarse a las convicciones es de idiotas y ya dejó de ser broma ese refrán que dice: “Preferible es decir aquí corrió, que aquí murió”. De pronto la ductilidad del carácter y la subasta de criterios son más apreciadas que la conducta seria.

Ahora prevalece el materialismo, no conciben soportar ni un minúsculo aprieto, menos aún el martirio que muchos de honor padecieron con plenitud defendiendo buenos principios. Queda deducido que para muchos la integridad es ahora materia de guasa. Los incorruptibles en mantener su ética son hoy materia de burla para quienes consideran que el corto tránsito terrenal y la ventaja del día a día representan el paraíso infinito. ¡Que tristeza debería darles convertirse en bazofia!

Y si están dispuestos a claudicar en cosas que tienen que ver con su integridad, que es la magnificencia y la columna vertebral de cada cual, ni que decir de aquello que tiene que ver con los fundamentos de la naturaleza; el libre escogimiento.

Reparten promesas como propaganda de circo y actúan como incultos payasos, sin darles la importancia y el respeto del verdadero significado que conlleva el leal cumplimiento de su misión.

Hay que hacer cumplir valientemente que se respete el discurso que en sí es debe ser una palabra de honor. Asimismo, exigir que se cumpla con nuestro derecho a la legitimidad y recibir la lealtad que va relacionada con los cánones expresados.

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