La democracia es tan perfecta como mecanismo de gobierno, no como instrumento de felicidad, que ella misma se encarga de reciclarse continuamente, destruyendo por desgaste los excesos de aquellos protagonistas que viven de promesas, de encuestas, de publicidad, de primeras piedras anunciadas en cada poblado y de echarles la culpa a otros, especialmente a Guayaquil, de los males de la Patria. Y eso le está sucediendo a Rafael Correa cuando luego de tres semestres de ejercicio total y absoluto del poder, no logra resultados pragmáticos y sigue todavía agarrado a un arco iris de ilusiones llamado “SI” y que imponga una nueva Constitución en teoría hecha a su propia medida, la misma que por cosas de la naturaleza humana, tarde o temprano se convertirá en su propia guillotina. Toda revolución termina auto devorándose. Correa no cree en la evolución sino en la revolución de las cosas, y le aseguro que todo su esfuerzo, ya cargado por mucho protagonismo, terminará siendo solo eso: una evolución en la que su revolución no es ni será sino un accidente histórico pasajero.
Vaya paradoja. Correa depende de ese “SI”, sin visionar que el contenido y vigencia de esa Constitución será el comienzo de su fin al estilo personalista, que es lo que le ha dado su potencia política. . Con La vigente de la nueva Constitución empezará su atardecer político. Con el “SI” se le acabaran los plazos al joven motivador y al Leadership de una nueva generación de políticos colegiales internados en Montecristi que ahora se siente satisfecha con manejar la aplanadora constituyente, pero que está fabricando conceptos y situaciones que nadie podrá administrarlos, tal como el Estado no podrá administrar ni las carreteras, ni el petróleo, ni nada porque el mal no está en la privatización ni en la estatización de nada, mientras el engranaje burocrático sirva, por su pose habitual centralista, obstructora sirva como enchufe seductor de la corrupción penetrante y violadora. Tendremos la Constitución más avanzada del mundo, como vía de solución a un país de los más atrasados del mismo mundo. ¿Podrá Correa con su estilo personalista gobernar dentro de ese marco constitucional creado para evitar los males que trajo la partidocracia que ahora se reduce a un solo hombre?
Se acaba el plazo para la facilidad de palabra del Presidente Correa. Ahora, tras año y medio de gobierno entramos al mundo de las realidades donde y cuando parece que el Presidente comienza a percibir que sus promesas, entusiasmo y frases idealistas, no logran tomar forma pragmática. Él mismo no se explica que el famoso ferrocarril de Alfaro no avanza ni halada por mulas pese a las famosas y costosas locomotoras francesas que trajo Rodrigo Borja veinte años hace. Quizás la Comisión Anticorrupción gobiernista presidida por Alfredo Vera, haga alguna investigación al respecto ya que él conoció de cerca dicho proceso, como parte de aquel y del actual gobierno.
El “SI” por el cual Correa enérgicamente trabaja, no visiona todavía esa extraña curva que los boomerangs suelen dar violentamente en contra de quienes lo lanzaron. Logrado el “SI” quedará el Gobierno sin traje de campaña, y sin guion para seguir embrujando al pueblo, y la acumulación de poder acabará con sus ideales.