“Ellos (Rafael Correa, presidente de Ecuador y Hugo Chávez, presidente de Venezuela) son aliados importantes en este proceso, pero bajo un condicionante, que tiene que ser el respeto a la democracia de Colombia. (…) Los colombianos eligieron a Uribe y no eligieron a las FARC”. Íngrid Betancourt Pulecio, ciudadana y política de nacionalidad colombo – francesa que estuvo más de un lustro secuestrada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, ha sido liberada mediante un perfecto operativo militar.
A su llegada a la base militar de CATAM en las afueras de Bogotá, las palabras de Íngrid fueron de agradecimiento para el Gobierno, para los soldados que participaron en el rescate de ella y sus demás compañeros de infortunio, y de agradecimiento para los medios de comunicación que mantuvieron siempre largos minutos para mantener viva su presencia en la opinión pública colombiana e internacional.
La verdad sea dicha: Íngrid no es rescatada por Álvaro Uribe Vélez, Presidente de la República de Colombia. Ella es rescatada por todo un aparato gubernamental que entiende que el ejercicio del poder encargado en elecciones por electores, es un servicio público a esa misma ciudadanía. Es rescatada por un gobierno que sí controla su Fuerza Pública como herramienta de protección física y jurídica para sus propios ciudadanos, contribuyentes en dinero de un país que busca profusamente civilizarse. Y Colombia se civiliza a pasos agigantados.
“El problema no es Ecuador, es Colombia. Déjennos en paz, tranquilos. Estamos hasta acá de vernos involucrados en un problema que no es nuestro, arreglen sus problemas sin involucrarnos al resto. Hasta cuando tenemos que aguantar suspicacias y dar explicaciones”. Cuando la Comunidad Internacional de Naciones habla de concordia y se regocija plenamente por la liberación militar y perfecta de estos secuestrados por las FARC en Colombia, Rafael Correa Delgado, Presidente del Ecuador, sale con estas declaraciones que encabezan este párrafo. Las hizo en uno de sus tantos paseos de campaña por confines insospechados de la Patria, en búsqueda de un “SÍ” cada vez más allende a sus deseos inmediatos. Con el respeto que solo infunde su investidura, Señor Presidente Correa, me permito señalar sus declaraciones como propias de un envalentonado, quien goza de una guardia pretoriana que lo protege de sol a sol, con armas de alto calibre, una manta antibalas y una planificación diaria que mide los riesgos de cada uno de sus movimientos. No creo que semejante red de seguridad física la tengan los habitantes de la frontera norte, sea en Esmeraldas o en Sucumbíos…
Espetar que el problema colombiano no es nuestro y que ese país es el problema, sentado en Quito en el Salón Amarillo con guardias que lo acompañan hasta para ir al baño, es propio de valentones. Insisto.
Saludo y me regocijo con enorme felicidad y fe en la razón y la fuerza utilizada con medida, la liberación de Íngrid y sus compañeros de infortunio –como ella misma los calificó con dulzura y pertinencia. Los éxitos del Gobierno de Uribe Vélez son éxitos de los colombianos. Allá sí hacen política de verdad, donde políticos y ciudadanía ceden y ganan.
¿Cuándo nos tocará a Ecuador ganar en esa misma dinámica política de pesos y contrapesos que se ejecuta sin sobresaltos en Colombia? ¿Cuándo comienza la revolución ciudadana?
París. EFE Íngrid Betancourt, dijo ayer que no sólo la guerrilla debe ?rectificar? sino que también el presidente colombiano, Álvaro Uribe, y ?Colombia entera? deben ?rectificar ciertas cosas? y cambiar ?ese vocabulario radical, extremista y de odio?. La ex candidata presidencial dijo que Uribe ha sido ?muy hábil y muy fuerte? en su política de seguridad. ?Pero creo que estamos en un momento en el que hay que cambiar de vocabulario. La forma en que uno se expresa sobre el otro es muy importante?, dijo Betancourt en la emisora Radio Francia International. La ex rehén de las FARC pidió a Uribe que dé ?al otro el espacio de respeto y tolerancia para que salve la cara y pueda aceptar hablar con aquel al que odia, el enemigo al que combate?.
Señor Franco, debo discrepar con usted en los motivos que impulsaron el rescate de Ingrid Betancourt. La riesgosa y audaz operación militar llevada exitosamente a cabo en la selva colombiana, no es «…por todo un aparato gubernamental que entiende que el ejercicio del poder encargado en elecciones por electores, es un servicio público a esa misma ciudadanía. Es rescatada por un gobierno que sí controla su Fuerza Pública como herramienta de protección física y jurídica para sus propios ciudadanos…» como usted sostiene. La razón de fondo obedece única y exclusivamente al frío cálculo político de un presidente que tenía en ciernes la vorágine de un escándalo de devastadores consecuencias. En efecto, la condena a la ex congresista Yidis Medina, por haber vendido su voto que a la postre derivó en la reelección de Uribe (delito de cohecho), ha salpicado a varios altos funcionarios gubernamentales, incluido Álvaro Uribe, a quienes se les ha hecho extensiva la indagación. Ante una eventual decisión de la Corte Suprema colombiana de invalidar el acto legislativo que derivó en la reforma constitucional que permite la reelección, Uribe se vio urgido de jugarse una riesgosa pero efectiva carta: el rescate de Ingrid Betancourt. Afortunadamente le jugó el número, con la consecuente cortina de humo que semejante suceso conlleva. Creer que el rescate tuvo razones humanitarias o tomarlo como un cumplimiento patriótico de sus deberes como dignatario, es una mera ingenuidad.
TENGO UNA SANA ENVIDIA DE LOS COLOMBIANOS TIENEN A UN VERDADERO ESTADISTA PRESIDENTE…FELICITACIONES