Mostrando las garras

Mostrar las garras es una expresión que nos hace pensar en lo inesperado, en una súbita actitud que traiciona una confianza. Mas, en el tema judicial reconozcamos que las mostraron desde un comienzo. En un artículo de Marzo 2008 ( “Se necesita ministros con cara de…” ) denuncié la desvergüenza con que el asambleísta César Rodríguez, Presidente en ese entonces de la Mesa de Legislación, había expuesto los planes de Alianza País en materia de reforma judicial. Resumiendo, debía reestructurarse la CSJ con magistrados que garanticen ciertas sentencias a gusto del gobierno. No bromeo. Sólo recuerde que estamos en tiempos de impudicia.

Pretensión tan grotesca quizás generó la intervención de la inteligentzia comunistoide que opera tras bastidores, porque el rumbo que tomaron las cosas fue distinto. Distinto en cuanto al procedimiento, pero igualmente perverso en cuanto al afán de dominar la administración de justicia como paso final totalitario

El proceso que culminó con la designación de los actuales ministros de la CSJ, siendo sui generis, tuvo aceptable limpidez y confiabilidad. Como no hay cuerpos colegiados perfectos, más de una defección se puso luego en evidencia. Podíamos respetarlo como punto de partida para una rigurosa, paciente y académica mejora de ese organismo, apuntando a la excelencia. Pero primero se quiso evaluarles, acompañado del manoseo denigrante por parte de una revolución esclerótica liderada a puntapiés por Rodríguez. Seguiría luego la concusión, ministro por ministro, sacudidos en busca de quienes se dobleguen a los planes revolucionarios . Tras la reacción de la Corte, hoy apuntan a la supervivencia de 21 ganadores de un Bingo degradante. Todo esto como parte de una trama que precede a la verdadera reforma: han concebido (palabra que agrada a pocos) la creación de una Corte Constitucional que concentrará una nueva versión de plenos poderes en el ámbito constitucional y jurisdiccional. Sólo falta que una parte del politburó integre esta Corte, para legitimar su claroscuro accionar actual .

Se ha violentado y devaluado la administración de justicia, creando una nueva instancia procesal más allá y por encima de los fallos que emita la CSJ. No les importa la rudeza de esta maniobra, que entrega a nueve individuos afines al gobierno, la decisión en los más importantes asuntos políticos que pudieran ventilarse en una nación. Para citar sólo tres, este apéndice gubernamental arrebataría al Legislativo la facultad de interpretar la Constitución (insólito); tendría en sus manos, esposadas a la voluntad presidencial, la revocatoria del mandato a su propio amo (en la práctica, una garantía de permanencia), así como la disolución del órgano Legislativo. Y en lo judicial, revisaría millares – sí, millares – de sentencias dictadas por la CSJ, que no podrían ejecutarse. Bastará que el litigante perdedor argumente que se transgredieron sus derechos constitucionales, para frenar absurdamente la administración de justicia.

El Proyecto afirma que “las normas procesales consagrarán los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad y economía procesal”. Pura retórica. ¿ Celeridad y simplificación procesal creando una nueva instancia para causas sentenciadas que no podrían cumplirse ? ¿ Celeridad y eficacia con la gratuidad de un servicio judicial que exacerbará la litigiosidad de los ecuatorianos a costa de los contribuyentes ? ¿Cómo podría sancionarse a esos jueces por retardo en el despacho ?. Y, ¿por qué no, también, gratuidad en los servicios de agua potable, energía eléctrica o correos ? Todo y más, resuelto por una Corte Constitucional sin controles , exenta de juicios políticos, inmune e impune, que se integraría gracias a un régimen de transición sustentado en una mayoría asambleísta que una incauta ciudadanía generó en un momento de buena fe cívica.

No me extenderé más sobre la transferencia de la Función Judicial al Gobierno, fruto de la domesticidad ideológica de sus “autores”. Lo que quiero remarcar es que los dictadores necesitan de una Justicia propia, Fiscalía incluida, para alcahuetear sus desmanes. El Proyecto descartó el diálogo y ni siquiera lo disfrazó con la polémica. Simplemente fue impuesto por una mayoría somnolienta, ciega y dócil, secundando la cultura intimidante que impulsa Correa hasta en media calle con los transeúntes y a punto de convertirse en institucional. Es así como fungen de demócratas las dictaduras , queriendo hacernos creer, por ejemplo, que la usurpación total de la función electoral respondió a exigencias legales, allí donde sólo aparece un aseguramiento de resoluciones que serían determinantes del resultado electoral . Nulidades y validaciones emergerían, sin importar que se contradigan. Las juntas receptoras de votos y hasta los digitadores estarían en la mira. Lo exige una revolución que, por ser tal, no debe ni puede acatar la ley. Ambicionan sin imaginación. La mugre de antaño, pero magnificada. Ahora sí, lector, el infierno está a la vista. ¿Lo toma o lo deja? Usted escogerá entre ese infierno y la razón. Pienso, por ello, que con sólo vencerlos no es seguro: hay que arrollarlos, sepultando temores y sin esperar que otros lo hagan por nosotros