En el uso gramatical puro la palabra “género “es aquel conjunto que tienen uno o varios caracteres comunes que permiten diferenciarlo entre otros de su misma especie. Desde el tiempo de Adán y Eva, mediante las características visibles sexuales, para diferenciarnos nos bastó más que una hoja de parra. Los vocablos -hombre y mujer, o macho y hembra- se hicieron extensivos en todo el universo por ley natural para todo el reino animal.
Hasta que los sociólogos de fines del siglo pasado y en los pocos años del siglo 21, han activado la palabra “género” para buscar diferenciaciones intermedias y dar paso a quienes por sus preferencias sexuales, se han aglutinado o se aglutinaran para buscar la igualdad de derechos de todo tipo de minorías. Así con el tiempo y los avances de los sociólogos que buscan sus espacios y correspondientes salarios al amparo de las organizaciones mundiales, no solo tendremos que adecuarnos a la complicación del lenguaje, sino que tendremos que interpretar las leyes a partir de una Constitución como la de Montecristi, que a juicio de quienes la aprobaron levantando sus manos disciplinadamente para no molestar al jefe y continuar con la chamba.
En el proyecto constitucional que nos llevará a las urnas, se usa catorce veces la palabra “género” sin definir el alcance de este vocablo. Tuvieron miedo de usar la palabra “gay” “lesbiana” “travesti” “bisexual” y cualquier otra que vaya apareciendo, pues incluso la “bestialidad” (acto sexual practicado con animales) o la “pederastia”, podrían a llegar a ser un género, de acuerdo lo determinen o no los movimientos sociales internacionales que quieran igualdad de derechos en educación, salud, etc., etc., sin bastarles para ello emplear el término sexo, que es claro y visible. La palabra género es un comodín lingüístico, ya que según las encuestas este mundo gay todavía la sociedad ecuatoriana no alcanza a digerirlos plenamente, ni lo van a digerir por que los de Montecristi lo manden. Electoralmente no pega, y por eso abusaron del término género para poner vaselina en masa.
Tienen razón los prelados cuando se desesperan ante la inminencia de que el cuerpo social básico, que es la familia, quede lastimado por las situaciones derivadas. Los militares y los clérigos por su lado tendrán que aceptar a los homosexuales en sus filas, y no sé si ellos y nosotros estemos preparados para eso, o se logre que un soldado obedezca a un sargento gay, porque así la Constitución lo ordene. Por mi parte no me rasgo las vestiduras sino ante la hipocresía de aquellos que no fueron valientes para plantear las cosas con sus propias palabras, sino de manera sutil y casi imperceptible para más del 90% de los ecuatorianos que irán a las urnas con los ojos vendados ante las implicaciones posibles por la relajación de las costumbres.
El término “género” es de construcción cultural y por tanto subjetivo. Pero la palabra género en términos legales es un concepto ambiguo, y como tal jurídicamente inaceptable. Para mi Roxana Queirolo y Paula Romo son del genero fémino, y si de sub clasificaciones se trata, pues si hay diferencia quedaran al gusto de cada uno.
Creo finalmente que nuestra próxima Constitución si de géneros se trata es de género rosa y engañoso, a lo largo y ancho de todo su extenso y rebuscado lenguaje.