Estaba pensando en cuál es la mejor manera de describir el proyecto de la constitución que votaremos el 28 de Septiembre. Y la mejor manera es compararlo con la navidad por TV en EE.UU.
Para empezar, en la navidad gringa no se dice: ¡Feliz Navidad!, sino: ¡Felices Fiestas!. Esto porque consideran políticamente incorrecto hacer referencia exclusiva a la religión católica o cristiana. De la misma manera, en el proyecto de constitución se puede tener varias objeciones morales a la ambigüedad con que tratan temas que no deberían ser discutibles. Por ejemplo: el respeto a la vida, el libertinaje sexual y el derecho de la familia a educar a sus hijos. Lo cual me permite afirmar que es una constitución sin Dios. En eso se parece a la navidad “políticamente correcta”.
Por otro lado, en esas épocas del año se dan todo tipo de descuentos y promociones para que uno compre hasta llegar al derroche. En este proyecto de constitución, hay una serie de baratillos de ofertas: como la gratuidad de la educación universitaria (Art. 356), seguro universal obligatorio (Art. 369) que no queda claro de donde la van a financiar (curiosamente, según el Art. 287 esto no debería pasar). También está la joya de la corona, que es el principio de sumak kawsay (Art 275. Del buen vivir), que en vez de la estrella de Belén, es la coronación del ofrecimiento del paraíso en la tierra impuesto a través de una forzada redistribución del ingreso.
Finalmente, está inspirada en una visión de economía socialista que no para de asegurar tranquilidad a todo el mundo desde un Estado infalible. Razón por la cual se justifica la intervención de los mercados (Art. 335), se reserva sectores de competencia exclusiva para el Estado (Capitulo V del Régimen de Desarrollo), magnifica el problema del centralismo en la administración pública (Art. 261). En fin, es toda una utopía, al mejor estilo de Tomas Moro. El único problema con esta comparación es que casi todo lo que nos ofrecen será imposible de cumplir permanentemente. En realidad, es como si viéramos todo esto por televisión; ya que nunca recibiremos nada de eso que vemos en los comerciales.
Las razones para justificar mi oposición a este proyecto de constitución, desde el punto de vista económico, son tres: primero, el Estado no cumple los objetivos que se propone porque las personas cuidan peor la cosa ajena que la cosa propia; segundo, el Estado es un pésimo proveedor de bienes y servicios; tercero, cuando hay una crecimiento desmedido del Estado también hay un crecimiento desmedido de oprimir las libertades de los ciudadanos (”! Ustedes son 400, ellos son 50. Ensénenles chicos a esos majaderos como ser democráticos!”).
De que el Estado no cumple con los objetivos idealistas propuestos en el socialismo da cuenta el fracaso histórico de los experimentos en Rusia, Chile y otras intentonas socialistas como la venezolana. Este es un problema de incentivos, que termina haciendo de las empresas públicas botines políticos. ¿A caso no es China una economía que se revierte al capitalismo porque el comunismo no le resulta?
De que el Estado es un pésimo proveedor de servicios es cuestión de leer historia ecuatoriana. En general, hay defensores del mercado en arenas ideológicas, pero basta citar ejemplos concretos de cómo los mecanismos del Estado generan peores resultados.
De que el Estado socialista deviene en totalitarismo, la justificación obedece a que no hay tal cosa como una ética social, y por tanto cualquier gobierno socialista deberá reprimir y coartar la libertad política e individual de las personas para llegar a resolver los objetivos económicos propuestos por el planificador.
De estas tres razones me dedicaré a escribirles en los próximos artículos. ¿Está usted de acuerdo: si o no? No deje de enviarme sus comentarios.
Sr. Rumbea,
A pesar de estar totalmente de acuerdo con Ud. en lo que respecta al remedo de proyecto de constitución que se somete a referendum, no puedo dejar de asombrarme cada vez que leo argumentaciones – como la suya – en las cuales se confunde «socialismo» con «comunismo». Le puedo asegurar que modelos como el sueco, de un éxito innegable, tienen poco que ver con aquellos inplantados en la Unión Soviética, China, etc. Otra cosa es que países como el nuestro estén o no culturalmente listos para adoptar modelos de ese tipo: para ello el Ecuador tendría que renunciar a la apología de la corrupción y asumir una conciencia social que hoy por hoy es inexistente.
Régimenes como el de Venezuela, que se dicen «socialistas» pero que en realidad son populistas, solo consiguen darle un mal nombre al verdadero socialismo.
Doña Macarena:
Al Ecuador, a Venezuela y otros países de la región nos quieren vender un socialismo que no es el mismo que el sueco. La diferencia es que en Suecia se practica la economía social de mercado, lo cual debería ser el verdadero socialismo. Aquí en cambio intentamos elimiar el concepto de economía social de mercado para reemplazarlo con una nueva intelequia de «economía solidaria». La aceleración de la historia moderna está acabando con las concepciones rígidas de derechas e izquierdas, el efecto resultante son modelos -un poco menos o un poco más enfocados en el componente social- que buscan la generación de riqueza y disminución de la pobreza por métodos menos o más liberales, pero en ambos casos apoyándose en las herramientas del mercado. Lo que quiero concluir es que el socialismo del mundo actual es un socialismo de mercado; los que hacen mal uso del nombre del socialismo son realmente los que nos quieren meter gato por liebre, quienes tienen miedo a identificarse de una manera diferente y recurren a una etiqueta muy ambigua.
Mi definicion de socialista no es ideologica. Es simplemente de una dominacion del Estado en la produccion de una economina y de la propiedad de las empresas para ese proposito. Socialismo en este sentido tambien existio en los regimenes que intentaron llegar al comunismo. Respecto a las excepciones que prueban la regla, como Suecia, me dedicare en mis proximas entregas como lo ofreci.
Muchas gracias por sus comentarios.
Estimado Sr. Rumbea:
Mi comentario, tal cual se encabezó, fue dirigido a la señora de nombre Macarena que también comentó sobre su artículo. Valga anotar que no soy socialista, ni tampoco creo en derechas ni izquierdas; creo en gobiernos productivos, efectivos y justos.
Concuerdo plenamente con ud. al hacer referencia que muchos regímenes han partido con una etiqueta de socialismo para acercarse cada vez más a una definición más pura de comunismo. Aquellos gobiernos comienzan implementando medidas de centralización, acaparación de poder y restricciones a la propiedad y al emprendimiento con la justificación de redistribuir el bienestar en la población. Al poco tiempo su sistema empieza a colapsar por haber desincentivado la producción y se ven avocados a dos alternativas: empezar a liberalizar la economía, o caer en la tentación de implementar más controles y profundizar su «socialismo». Usualmente terminan yéndose más hacia el comunismo.
El grave error de estas tendencias (donde se incluye a nuestro actual gobierno) es que no conciben que sí se puede fomentar el emprendimiento y el desarrollo económico a la vez que se implementen acciones gubernamentales solidarias para atender a los más necesitados (buen ejemplo el de Suecia). Pero esa solidaridad para ser efectiva debe cumplir tres condicionamientos: 1) debe ser sustentable, es decir, no puede ser a costa de inflar el gasto público de forma que afecte el desarrollo económico, especialmente en nuestro país que no está desarrollado enconómicamente (incluso para la acción solidaria existen fórmulas que se pueden apoyar en el mercado), 2) debe ser temporal, encauzada de tal fomra que busque promover el desarrollo personal del individuo que hoy requiere asistencia para que el día de mañana ya no la necesite (no se lo puede hacer a través de simples dádivas), y 3) no debe ser básicamente implementada por imposición legal y punitiva, si se desea una sociedad solidaria la mejor manera de lograrlo es en base a incentivos (legales, fiscales, etc) y no a imposiciones ni castigos.
Aprovecho la oportunidad para felicitarlo por su artículo.
saludos
Ernesto Plaza