Los conceptos de asistencialismo hace tiempo que perdieron vigencia en el mundo. Hoy, por ejemplo, los profesionales en Trabajo Social no se preparan sobre ese esquema tan utilizado hace no pocos años. Por el contrario luchan por formar a las comunidades para que éstas sean capaces de encontrar sus propias alternativas de solución de problemas y muchas veces se convierten en “mediadores válidos” para la consecución de dichos fines. Sin embargo, en el Ecuador, seguimos aferrados a los criterios antiguos de “darle el pescado” y nunca de “enseñarles a pescar”.
La sobreprotección, venga de donde viniere, es una reprochable actitud que no conduce sino al retroceso, ya sea que hablemos de una familia en la formación de sus hijos e hijas, de los dadivosos conceptos de gratuidad en la educación o de los “bonos de la miseria” –a veces llamados de otra forma-, pues en definitiva no consiguen que la gente crezca y se prepare para ser un ente productivo y responsable sino que lo mantiene en una dependencia abominable con determinadas y cuestionadas razones.
Un afamado psicólogo decía, al respecto de la sobreprotección en las familias… “muchos padres no pueden entender que un poco de dolor, no sólo es manejable, sino que incluso es deseable porque le enseña al niño o niña a madurar, a desarrollar su autoestima”. La exposición al problema y el darle a los niños las herramientas para enfrentarlos, entre ellas una sólida estructura emocional y los conocimientos apropiados es mandatorio. En efecto, desde la perspectiva de la educación, puedo afirmar que no existe una conducta más egoísta y negativa de un adulto que sobreproteger a un niño. Sencillamente el mensaje es… “eres incapaz de hacerlo”, “yo solucionaré tus problemas siempre”, “dependes de mí para todo”, “eres un inútil”. ¡Conducta egoísta del adulto!, por supuesto, pues gira en torno a su afán de mantener el control, a veces por ignorancia y otras por un mal entendido “afecto” y de “querer el bien que sólo yo sé puede existir para ti”. En fin… resulta negativa porque no permite al más joven formarse para un mundo en el cual la gente pide a gritos adultos autónomos y que tomen decisiones proactivas… ¿verdad?
El concepto de “gratuidad” en la educación superior debe partir de bases claras, pues en ello está implícito la “inversión” que todos los ecuatorianos hacemos con nuestros impuestos. Por tanto, siendo como ecuatoriano, un inversionista para que con justicia se eduquen nuestros jóvenes, me preocupa el “cómo” se van a manejar estos procesos. Quién nos informa y garantiza que el gran número de universitarios que pierden año no sean una pesada carga para nuestros escuálidos recursos como país. Además… ¿deben ingresar todos para ser “doctores” cuando lo que más se necesita son técnicos y mandos medios?. ¿Cómo evitar el no transmitir que el concepto de gratuidad de alguna manera fomenta la práctica de la sobreprotección cuando no se lo maneja con honestidad y frontalidad con los más jóvenes?. Yo necesito saber qué se hará con el dinero que pago cumplidamente a través de mis impuestos… ¿y usted?
Otro importante cuestionamiento que me hago es… ¿hasta cuando los bonos de la pobreza, miseria o como quiera llamársele?. Siempre pensé que esa alternativa llevada a cabo por Mahuad en su Presidencia sería temporal, pero veo que ahora pareciera el caballo de batalla electoral de todos los candidatos. ¿No es más conveniente abrir fuentes de empleo, invertir en educación, priorizar recursos que a veces son dispendiosamente tratados desde las altas esferas gubernamentales?
Mientras tengamos enraizado en nuestra Cultura popular los conceptos desfasados de sobreprotección y asistencialismo muy poco podremos hacer para mejorar, para ser un país moderno y exitoso. Dígase lo que se diga, la sobreprotección es indignante en la familia, en la empresa, en la ciudad y en el campo. Detiene y desobliga… ¿cómo hacer para acabarla?