La forma tradicional de orientación vocacional está constituida en tests, profesiografía, técnicas de estudio, consejos, y es como si el orientador olvidara (si es que lo supo alguna vez) que existe un fenómeno social llamado adolescencia con su crisis de identidad, y por ese motivo es difícil estar seguro de que el resultado que hayan obtenido sea el indicado.
Siempre hay que entender qué se pide y desde dónde se pide, si es que la persona que se está cuestionando quiere madurar y comenzar una marcha hacia el futuro, o si se está colocando en lugares inciertos y pasos peligrosos sobre lo que quisiera en realidad.
“Orientar” pre-supone que hay uno que “sabe” y otro que “no sabe”. El orientador le tiene que decir a su orientado quién es y qué es lo que será, de manera más o menos sutil, lo cual hace que por un lado, que el estudiante sea lo suficientemente maduro para tomar una decisión acerca de su futuro; y por otro, se pretende que exista alguien que marque el camino de la elección, que descubra lo que el otro ignora de sí. Esto es algo incierto y lleno de incertidumbres, casi nunca será correcta la conclusión a la que se puede llegar en esos momentos, ya que en un futuro, las opiniones, la forma de pensar, la mentalidad y hasta los gustos de la persona interrogada, pueden cambiar mientras pasa el tiempo, y esas elecciones que tuvo en la adolescencia pueden ser erróneas.
En este sentido, más que escuchar al adolescente se le “llena con información” se le bombardea de resultados y recetas: para ser buen estudiante, para tener éxito en la vida (incluso en el amor) para recordar, para poder olvidar, para no aburrirse en clase, para comprender al maestro y la más triste de todas, para saber quién es. La respuesta del saber quién es, jamás podrá ser encontrada. Las personas cambiamos, cada día, cada minuto que pasa, tenemos nuevas experiencias, nuevas actitudes, nuevas opiniones que nos hacen cambiar en nuestras decisiones, el tiempo pasa, y así sucesivamente nuestras mentalidades también cambiaran con las nuevas aventuras que pasemos en el transcurso de nuestras vidas.
Con esto último retornamos al inicio en el cual se señalaba que en torno a la orientación vocacional se mantiene un discurso colectivo que enfatiza la importancia de la orientación vocacional, y aquí nos preguntamos: ¿por qué y para quién es importante? y, ¿qué importancia tiene dentro de la sociedad en general y dentro de la institución educativa en particular?
Hasta el momento no hemos conocido a ningún orientador, o departamento de orientación que nunca se haya equivocado con sus resultados. Y estoy segura que jamás habrá ninguna persona que esté 100% segura de sus conclusiones.
Por último, tenemos el grupo de las determinantes psicológicas que tienen que ver con los aspectos más individuales y profundos de nuestros sujetos, que al ser analizadas ofrecen la posibilidad de ir clarificando la identidad, y así estar más capacitados para elaborar proyectos a futuro, o tener aunque sea ideas de lo que uno es capaz de hacer o ser en un futuro.