Emprendí mi regreso de las Islas Galápagos la semana pasada ( esto no tiene por qué interesar a usted ) y comprobé, en un instante, que mi maleta estaba llena de ropa sucia ( ¿qué diablos le interesa?);mas, asaltado por una impensada e involuntaria asociación de ideas , me vino a la mente el Congresillo. Poco después escuché a Tatiana Hidrovo, asambleísta, exigir de Jorge Ortiz respeto al referirse a ese organismo.
Lo hizo con cultura, sobriedad y personalidad, aunque sabiéndose impotente y consciente de sus ímprobos afanes . El descrédito del Congresillo supera la suerte de los cuerpos legislativos que le precedieron en la historia. Nunca antes hubo alguno que fuera tan despectivamente estigmatizado como éste, al adoptarse el calificativo de congresillo como nombre propio.
Para no abandonar a Tatiana del todo, le reproché íntimamente que nunca haya exigido el mismo respeto de nuestro actual Presidente cuando éste vociferaba contra el último Congreso Nacional ( no contra sus diputados), al que terminó deslegitimando con la incorporación de diputados ocultos en un bus, panza al piso y bajo manteles, gracias a la sumisa complicidad de un Tribunal Supremo Electoral postrado a sus pies. . Al parecer, en ese entonces TODO valía en la lucha por captar el poder y consolidarse en él.
Esta vez, el camarada Presidente, en un desacostumbrado y eufemístico esfuerzo , califica a sus amilanados asambleístas de “cuando menos ingenuos” por haber creado -, desoyendo oportunas advertencias, – una instancia de vacíos y torpezas en el tema de la Corte Suprema de Justicia. Calcule usted lo que Correa habría dicho si el Congreso anterior hubiese sido el autor de ese desaguisado. Yo, por mi parte, imaginé también que por su cerebro habrán cruzado las mismas ideas que tuve cuando cerré mi maleta llena de ropa sucia : que era un real fastidio llevarla a cuestas .
Será difícil para el Congresillo – y que Tatiana se acostumbre al mote y sin comillas – cumplir a cabalidad con las exigencias impuestas por el régimen de transición. Las cuentas que con ayuda de sus rollizos dedos ví hacer a Fernando Cordero, fueron risibles por contradecir a la naturaleza y arquitectura humanas de los asambleístas. En 120 días pretenden prácticamente estructurar la legislación que transformará esta nueva República, haciendo de nuestras instituciones paradigmas de eficiencia y, de nosotros, ciudadanos prósperos, bien alimentados, sabios y honestos. Buenas intenciones sepultadas de antemano por una vieja realidad que se reedita. Poco menos que una chifladura histórica. A menos que……..a menos que, al margen de los pobres resultados de siempre y al igual que lo acontecido con el texto constitucional, el paquete se encuentre virtualmente redactado y sin opciones de cambio. Si esto es así, el Congresillo no pasará de ser una reunión política cualquiera, un “party” seudo académico con asambleístas bien pagados y una mayoría dispuesta a grandes sumisiones, alzando las manos en temas que desconoce y salpimentada con parodias de rebeldía que algún miembro de esa misma agrupación protagonizará , repitiendo el escándalo vergonzoso y pedestre como el gestado por Andrade y Patiño. Bochornoso episodio con el que estos individuos simplemente corroboran que los escalones que conducen al poder están llenos de estiércol. De“ mieeeerda” habría dicho Norman Mailer, controversial periodista y escritor estadounidense, quien se rehusó a escribir en la revista New Yorker porque no le habrían permitido utilizar precisamente ese vocablo, tan preciado, tan veraz y tan descriptivo de nuestra política y sus actores.
Así pues, la pesada carga del histórico pasado parlamentario seguirá inconteniblemente aumentando , aunque sus nuevos actores no lo crean ni lo sientan ( para eso están las auto justificaciones) ; aunque quienes estamos afuera lo apreciamos en su más degradante significación.
Llegará el momento en que el demoledor rasero histórico con que el pueblo mide a sus gobernantes y comparsas, dejará finalmente al descubierto que este pobre país habría perdido, una vez más, la gran oportunidad de redimirse . Y que la ropa sucia que llena nuestras maletas y atiborra nuestros organismos , instituciones y cerebros revolucionarios , debe continuar siendo cargada. La revolución ciudadana no daría para más.