No puede ser la consecuencia de un benevolente permiso gubernamental. Es un derecho irrenunciable de todo ser humano que vive en democracia. Constituye un privilegio adquirido gracias a la lucha de generaciones cuyo precio fue la sangre, sudor y lágrimas derramadas por los librepensadores que nos la legaron.
Los ecuatorianos debemos cuidar que este patrimonio sea preservado íntegramente.
Para ello tenemos que defender este derecho al costo que sea y contra cualquiera que pretenda conculcarlo.