Paúl de Saín Víctor sostenía que el hombre comenzó a evolucionar, a transformarse de un simple homínido en ser humano al momento que quiso comprender la naturaleza. De esa inquietud para comprender el mundo que lo circundaba nacieron los primeros símbolos que representaban hecho y acciones simples, al principio casi garabatos que con el correr del tiempo se convertirían en gráficos, inventándose la escritura.
Desde ese momento, enorme paso para el destino humano, el progreso ha ido aumentando en forma incesante: derrotamos la gravedad y volamos por los aires, desmenuzamos el átomo, o descubrimos el misterioso mundo del ADN, porque tenemos escritura, y merced a ella se puede estudiar las ciencias y las artes.
La lectura es un vinculo maravilloso merced al cual podemos comprender a hombres y mujeres que viven en otras latitudes o, como expresara un poeta árabe, dialogar con los muertos, compartir su sabiduría, no importando la circunstancia y haber desaparecido de la vida terrena. Sus ideas tramontan la muerte y llegan hasta nosotros.
Tan cierto es esto que acabamos de afirmar que cualquiera de nosotros puede comprender la teoría de las cavernas enunciada por Platón hace más de 2300 años; Entusiasmarnos con las fervorosas palabras de Cicerón que atacaba a Catilina pronunciando aquello de “¿Hasta cuando Catilina abusarás de la paciencia nuestra?” Emitidas en las postrimerías de la república romana; o identificarnos con el viejo Don Quijote que venciendo las flaquezas físicas siempre tuvo la robustez espiritual para luchar por el triunfo del bien sobre el mal.
El gusto de la lectura lo adquirí de mis padres, convirtiéndose este en la mejor herramienta para poder afrontar la vida. Mis hermanos y yo después de leer un libro siempre buscamos comentarlos con ellos. Valga esta oportunidad para agradecerles por el don de la lectura.