23 noviembre, 2024

Conversar con los muertos

Paúl de Saín Víctor sostenía que el hombre comenzó a evolucionar, a transformarse de un simple homínido en ser humano al momento que quiso comprender la naturaleza. De esa inquietud para comprender el mundo que lo circundaba nacieron los primeros símbolos que representaban hecho y acciones simples, al principio casi garabatos que con el correr del tiempo se convertirían en gráficos, inventándose la escritura.

Desde ese momento, enorme paso para el destino humano, el progreso ha ido aumentando en forma incesante: derrotamos la gravedad y volamos por los aires, desmenuzamos el átomo, o descubrimos el misterioso mundo del ADN, porque tenemos escritura, y merced a ella se puede estudiar las ciencias y las artes.

La lectura es un vinculo maravilloso merced al cual podemos comprender a hombres y mujeres que viven en otras latitudes o, como expresara un poeta árabe, dialogar con los muertos, compartir su sabiduría, no importando la circunstancia y haber desaparecido de la vida terrena. Sus ideas tramontan la muerte y llegan hasta nosotros.

Tan cierto es esto que acabamos de afirmar que cualquiera de nosotros puede comprender la teoría de las cavernas enunciada por Platón hace más de 2300 años; Entusiasmarnos con las fervorosas palabras de Cicerón que atacaba a Catilina pronunciando aquello de “¿Hasta cuando Catilina abusarás de la paciencia nuestra?” Emitidas en las postrimerías de la república romana; o identificarnos con el viejo Don Quijote que venciendo las flaquezas físicas siempre tuvo la robustez espiritual para luchar por el triunfo del bien sobre el mal.

El gusto de la lectura lo adquirí de mis padres, convirtiéndose este en la mejor herramienta para poder afrontar la vida. Mis hermanos y yo después de leer un libro siempre buscamos comentarlos con ellos. Valga esta oportunidad para agradecerles por el don de la lectura.

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Rosita Vera de Briz

Hace más de 2350 años, Platón, el inmenso filósofo griego, consideraba que la mujer, de inteligencia rápida, suficiente energía y con grandes dotes de idealismo era igualmente capaz, y en muchas ocasiones con mejores merecimientos que el hombre para triunfar en la administración pública. Muchos siglos más tarde Armando Palacios Valdez, afamado literato español, sostenía que el criterio de Platón era restringido, pues solo se refería a la administración pública, y que existen otros campos en los cuales el hombre y la mujer pueden triunfar sin necesidad de ser políticos.

La última opinión se amolda a la personalidad de Rosita Vera Lago, mujer que estudió en el Normal Rita Lecumberri, cuando este era un centro de luz y de vida donde se formaban a las futuras maestras. De gran inquietud intelectual Rosita ingresó a estudiar en la Escuela Nacional de Servicio Social, nueva carrera vocacional que se abría en el país, siendo la primera graduada en 1947, fundó en Guayaquil la primera oficina de trabajo social en el Tribunal de Menores, dándose tiempo para ayudar a la desaparecida Liga Ecuatoriana de Antituberculosos (LEA), la Casa Cuna, y un sinfín de Instituciones que tuvieron en ella una decidida e inteligente cooperadora.

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