A propósito del oportuno artículo “Lo que no vengo a decir” de Javier Marías, La Zona Fantasma, – Diario El País 28/12/2008 – puedo comentar que dicho artículo sintetiza el sentimiento de los que de alguna otra forma pasamos los que intentamos escribir un texto coherente, ya sea en nuestros trabajos o para participar con una opinión escrita en algún medio de difusión como este.
El mencionado articulista con algo de depresión augura poca vida futura a este género que nació con la humanidad y que por los cambios de tecnología universal, está incursionando lentamente en este medio informático, para competir con frases y comentarios antojadizos en blogs y chateos de uso generalizado mediante el internet y la telefonía celular.
Quienes nos hemos aventurado a tomar un examen de conocimientos en alguna materia de especialidad académica en las aulas universitarias, encontramos que la juventud no intenta divagar en razonamientos y prefiere memorizar conceptos para repetirlos. Si un profesor manda a investigar a sus alumnos algún tema, se encuentra con textos “bajados” que con el método del “copy/paste” de manera casi unánime con las consabidas excepciones, constituye un plagio masivo a nivel superior.
Por otra parte, nosotros los lectores tomamos un texto y antes de su lectura, ya tenemos una actitud de prejuicio a lo que el articulista dice o no dice de acuerdo a nuestro punto de vista. Esta práctica ha llegado a esferas oficiales y ahora tenemos un presidente que ha calificado de “bestias salvajes” a los periodistas que no han atinado a pensar o escribir como el supremo lector de la república.
Y ya que tocamos las esferas oficiales, las declaraciones verbales o escritas de los funcionarios de Estado, ante su evidente despropósito y luego de la reacción de los sectores afectados o de los ciudadanos cuyos comentarios traducidos en encuestas arrojan un saldo negativo ante el exabrupto oficial, salen a desmentir lo dicho para sustituirlo por lo que no vinieron a decir pero dicen que lo dijeron.
Javier Marías invoca la cerrilidad política, y manifiesta que “hay lectores que, si uno se aparta un ápice de lo que ellos quieren leer, lo toman ya como un agravio y lo meten a uno en el saco de los enemigos”.
Será por ello que en el mundo y en nuestro país en particular, impera la mentira, el agravio, avivado por el desconocimiento y falta de investigación a todo nivel, lo que contribuye a perennizar taras sociales fomentadas por el populismo político que ha gobernado al Ecuador hasta nuestros días.
Triste realidad, sin embargo surge la ligera esperanza de que para estas nuevas elecciones presidenciales el pueblo haya despertado del sueño de una «revolución ciudadana» que se convirtió en la pesadilla que se podría llamar «la prepotencia de un ciudadano», y no sea re electo. Sin embargo la pregunta del millón es: ¿quién podría hacerle peso en estas nuevas elecciones?
Sin embargo, podría suceder que, al igual que en las elecciones pasadas, la oposición se diluirá en las muchas opciones al poder que se traduciría en la repartición de los votos del pueblo, que no lo quiere, entre varios candidatos; mientras que el de siempre estaría solo, captando y consolidando votos como el único de su línea, sin dividir ni compartir esos votos con nadie.