22 noviembre, 2024

Leprosos del cuerpo y leprosos del alma

Homilía del 6º Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B: 15 de febrero de 2009

Para predicar la Palabra es ineludible la preparación personal. El único modo de prepararse de modo personal para tan alta y delicada tarea es a través de la oración. Para ‘hablar de Dios’, primero hay que hablar ‘con Dios. ’Sólo así podremos hablar, “con palabras aprendidas del Espíritu” (1 Co 2,5-13). La ayuda del esquema de otro predicador, presupone la oración personal o debe llevar a la oración personal. Sin oración, la predica-ción será tan lejana a Dios, como a los hombres y sus problemas. Sólo después de habernos preparado en la oración, con la gracia de Dios, dare-mos en el clavo. (Alfonso Gálvez, Charlas) P. Paulino Toral

En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: -Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. El lo despidió, encargándole severamente: -No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a Él de todas partes. (Mc 1,40-45)

  1. La problemática de fondo de nuestro mundo es moral y, por tanto, personal. El día que la moral empape el pensar, el hablar y el actuar de las personas, el mundo cambiará. Incluso las estructuras económicas, políticas, administrativas, judiciales y legislativas cambiarán, si cambian las personas, porque las estructuras son lo que las personas que las hacen. Si nos empeñamos en transformar sólo las estructuras y no nos preocupamos de las personas, nos condenaremos a ser los mismos perros, con distintos collares. La tan traída y llevada “corrupción”, no es otra cosa que la inmoralidad de las personas proyectada en las estructuras. La inmoralidad de una persona es como la lepra; la inmoralidad es la lepra del alma. Así como la lepra física afecta a la persona, pero tiene unas repercusiones sociales, así la lepra del alma. En el Evangelio de hoy aparece un leproso que resuelve su problema cuando acude a Dios. Igual que sucedió con aquel leproso, sólo el día que cada leproso moral, cada inmoral, cada uno de nosotros, usted y yo, el administrador, el juez, el legislador, el banquero, el obrero… volvamos a Dios, tendremos hombres ‘limpios’ y, consecuentemente, un mundo limpio, una sociedad nueva… En este sentido, el cristianismo es un personalismo.
  2. La Biblia encierra un mensaje religioso. La Biblia habla de ovejas, panes, montes y ríos; pero no es un libro ni de ganadería, ni de panadería, ni de geografía. La Biblia es un libro religioso y, como tal, contiene un mensaje para el alma. Si habla de ovejas, panes, montes y ríos es con el exclusivo propósito de transmitirnos un mensaje espiritual de salvación. Esto es lo primero que hemos de tener en cuenta al tomar el Libro Santo en nuestras manos: Siempre que leamos la Biblia, hemos de buscar, como las abejas la miel en cada flor…, en cada palabra un mensaje religioso y, por tanto, moral.
  3. Por esto, los milagros se llaman ‘signos’: hemos de saber que, si los Evangelios cuentan los milagros de Jesús, no es sólo para ‘demostrarnos’ Su divinidad, o para ‘mostrarnos’ Su misericordia hacia los más desgraciados, sino también, y sobre todo, para puntearnos profundas enseñanzas sobre las cegueras, las parálisis, las sorderas y lepras de nuestras almas, por las cuales actuamos inmoralmente.
  4. La soberbia, la envidia, la gula, la lujuria, la pereza, la ira, la avaricia, son el resumen de toda inmoralidad. Son distintos tipos de lepra del alma. Se llaman pecados ‘capitales’ porque son ‘cabeza’ de muchos desórdenes morales, como un pulpo que tiene muchos tentáculos o ramificaciones. Con las lepras espirituales, sucede lo que con las físicas:
    1. La lepra conlleva una profunda alteración de la persona en sí misma, y en sus relaciones familiares y sociales. Igualmente, los pecados capitales dañan el entorno familiar, social y laboral del individuo. Cuando la inmoralidad ha echado raíces en el corazón del hombre, provoca consecuencias similares a las que genera la lepra… Si no, preguntémosles al cónyuge y a los hijos del lujurioso, del drogadicto…
    2. La lepra anula y neutraliza todos los valores y cualidades de una persona: El perezoso, el ambicioso, el lujurioso, el soberbio…, puede ser una persona inteligente, simpática, hábil, culta, si vive bajo el influjo de su vicio, esa persona resulta total y radicalmente afectada…
    3. La lepra comienza poco a poco, casi imperceptiblemente, con manchas aisladas que si no se la trata a tiempo, puede adueñarse de toda la persona. La historia todo inmoral, en el que el mal es ya una actitud, un hábito y una costumbre, tiene su prehistoria en los pecados aislados que cometió desde la escuela, el colegio… Un hombre me dijo un día: “Padre, hubo un tiempo en el que yo pude ser casto y no quise; ahora quiero y ya no puedo. Todo comenzó en mi adolescencia…”
    4. La lepra es ignorada al principio por el que la padece. Muchos de los afectados del mal de Hansen no saben que lo tienen, debido al largo período de incubación del padecimiento, que puede ser incluso de varias décadas. El leproso moral, al llevar a cabo un acto desordenado concreto un pecado, no capta que ese ‘acto’ es sólo un eslabón de toda la cadena en que consistirán sus malos hábitos, sus deshonestas costumbres, su viciosa ‘actitud’ ante la vida.
    5. La lepra, como toda enfermedad, no conoce barreras sociales, políticas, económicas, culturales. Exactamente eso sucede con la lepra del alma o inmoralidad: la vemos en todo estrato social, sin excepción. Orgullosos, soberbios, irascibles, los hay arriba, abajo y el medio…
    6. La lepra transforma al leproso en víctima de un doloroso estigma social, de tal modo que si no encara su problema con valentía, su caso se transformará en crónico e incurable. Muchos enfermos de lepra, no visitan organizaciones de salud porque no quieren ser considerados leprosos, a causa de la gran estigmatización social. Si el leproso moral no reconoce una lepra que todos vemos, será imposible toda curación. Es el caso del alcohólico que no a los grupos de recuperación, en general, el caso de todo pecador que huye de la religión, de Dios…
    7. La lepra es curable si se la diagnostica a tiempo; pero no siempre ocurre lo mismo con las mutilaciones y desfiguraciones provocadas por la lepra, que permanecen como secuela de la enfermedad. Los vicios, aunque pertenezcan al pasado, lamentablemente dejan huellas personales, familiares y sociales a veces irre
      mediables. Esto hay que decirlo, no para hundir a nadie en la tristeza, sino para que las nuevas generaciones se anden con mucho cuidado…

    8. La mejor medicina para la lepra es la medicina preventiva: higiene, dieta bien balanceada, alejamiento de las zonas donde el mal se ha hecho presente… Igual sucede con el mal moral: una vida moral es el mejor antídoto contra la inmoralidad. La formación moral de las nuevas generaciones ha de ser el empeño más trascendente de todo gobernante que de verdad quiera dejar una huella en la Historia como reformador de su País. Un solo dólar sembrado en el campo de la educación da más frutos que un millón de dólares invertido en sueldos de los legisladores…
    9. El leproso ha de ‘conocer’ su mal: Si el enfermo no conoce su enfermedad, jamás podrá sanarse. Para comenzar, adquirir formación moral es indispensable para diferenciar entre lo bueno y lo malo. Tanto a la hora de prevenir la inmoralidad como a la hora de curarse de ella es indispensable saber distinguir entre el bien y el mal. Si nuestros dirigentes comienzan negando y borrando los límites entre el bien y el mal, será imposible cualquier mejora: si matar al niño nonato es tan bueno como no matarlo ¿no estamos borrando los límites entre el bien y el mal? Lo legal debe siempre ser moral (la ley no debe proteger lo inmoral), y lo moral debe ser siempre legal (lo que es bueno, debe ser protegido y fomentado por la ley). Si lo legal es inmoral (legalización de la eutanasia, del aborto), si lo moral es ilegal (si a un médico se le mete en la cárcel por negarse a provocar un aborto) una nación camina hacia un abismo.
    10. El leproso ha de ‘reconocer’ su mal: Si el enfermo no reconoce, no acepta y no admitir su situación, hará imposible su curación. Ser sincero es esencial. No ‘dorar la píldora’ con mentiras piadosas y con los eufemismos de moda. No llamar las cosas por su nombre en el ámbito de las enfermedades morales es sumamente peligroso. Hoy se han inventado una serie de ‘patías’, ‘fobias’, ‘adicciones’, ‘isis’ e ‘itis’, para denominar lo que siempre se llamó vicio: “Yo no soy lujurioso; yo soy sólo un “sexo-adicto”, y mi mujer debe aceptar que soy un enfermo”, me decía un caballero un día… Todos sabemos que el drogadicto, el alcohólico, el infiel, el ladrón son libres para serlo o no serlo. Admitir esta verdad es el primer paso que ha de dar el que quiere superar su esclavitud. En toda adicción hay un momento de decisión libre, igual que en toda recuperación de la misma1.
    11. El leproso sabe que la lepra es un mal en sí mismo: independientemente y antes de lo que digan los libros de medicina, la lepra es un mal corporal. La inmoralidad es mala en sí misma; no porque la ley moral lo establezca. No es que un vicio sea malo para el hombre porque así lo dicen las Leyes divinas, sino que las Leyes divinas prohíben toda inmoralidad porque toda inmoralidad es un mal para el ser humano. Si la drogadicción, la lujuria, la pereza, la ira… no hicieran mal al que incurre en esos males, Dios no los prohibiría; pero como Él conoce nuestra humana naturaleza, nos ha dado sus Mandamientos.
    12. El leproso se cura cuando acude a Jesús. El mayor aporte del cristianismo al mundo no es su moral, sino la Persona de Jesucristo. No habrá otro camino más eficaz para lograr una vida moral que el serio intento de acercarse a Dios; a ese Jesús que trató con tanta compasión al leproso de aquel día… Todos debemos postrarnos de rodillas y decirle: “¡Señor, si puedes limpiarme!”
  5. Para los católicos para sanarse de las lepras del alma: el Sacramento de la Confesión. Para un católico, partiendo de la trascendencia familiar y social de una conciencia limpia, una Confesión bien hecha, puede considerarse un muy eficaz modo de hacer familia y hacer Patria…
    1. ¿Cuándo lo instituyó Jesús? – Jesús les dijo: Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. (Jn 20: 21-23).
    2. ¿Cuál es el papel de la Confesión en la vida de un católico? Aunque todos somos pecadores, estamos llamados a vivir en una estrecha relación de amistad y comunión con Dios (Lc 15:1-2). Para que lo consigamos, Jesús nos invita a que nos arrepintamos de nuestros pecados (Mt 4:17; l Jn 1:8-9), único obstáculo para esa amistad y esa comunión. La Confesión es el camino del arrepentimiento del pecado: absolutamente necesario, si estamos en pecado mortal; muy conveniente, si nuestras faltas son pequeñas, sólo veniales.
    3. La Confesión es una de las expresiones más misteriosas del amor de Dios hacia el hombre: Él sabe que le ofenderemos y, ya de antemano, establece todo un Sacramento para darnos Su perdón. En un tribunal humano, si el acusado confiesa su delito, se le condena sin más; en el de la Confesión, basta que el pecador confiese arrepentido sus pecados para que se le absuelvan, por numerosos y graves que sean. Así de grande es la misericordia de Dios. Con tal que queramos mantener nuestra comunión con Él, el Buen Dios está dispuesto a olvidar todas nuestras ingratitudes, y a perdonarnos; basta que se lo pidamos con humildad. ¡Y aún así, hay quien prefiere sus pecados al perdón divino! Por esto, el rechazo de la Confesión es también una de las expresiones más misteriosas de la insensatez humana y del inexplicable desamor del hombre hacia Dios… Por nuestra parte, el amor y el respeto que no fuimos capaces de mostrarle a Dios cuando pecamos, se lo podemos expresar en este Sacramento, diciéndole como Pedro después de su negación: Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo (Jn 21:17).
    4. La Confesión, además, ayuda a llevarnos bien con el prójimo: si todos los miembros de una familia se confesaran con frecuencia, cada hogar sería una antesala del cielo. Y es que los problemas interpersonales no se resuelven apuntando con el dedo al otro (siempre que apuntamos con un dedo al otro, hay tres dedos que apuntan hacia nosotros mismos); nunca excusándose ante los hombres, sino acusándose en presencia de Dios. El espacio privilegiado para ello es precisamente el Sacramento de la Confesión.
    5. ¿Cómo hacer una buena Confesión? No podemos confesarnos sin estar preparados. Sería como burlarse del Amor y jugar con lo más Sagrado. Una buena Confesión se fragua en una buena preparación. Para confesarse bien hay que hacer lo siguiente: Realizar el examen de conciencia, es decir, hemos de recordar los pecados cometidos después de la última confesión bien hecha. Este recuerdo, ha de producir en nosotros el dolor de los pecados, esa pena y
      ese arrepentimiento que se siente por haber ofendido a un Dios tan bueno. Si este dolor es auténtico, ha de brotar en nosotros el propósito de enmienda; una decisión firme y un vivo anhelo de nunca más ofender a Dios y de apartarnos de toda ocasión de pecado. Hemos de confesar nuestros pecados al Sacerdote, al “hombre tomado de entre los hombres y puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios y que puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza” (Hb 5:1-2). Una vez que nos hemos confesado, debemos cumplir la penitencia y estar dispuestos a hacer lo posible para reparar los daños que hayamos causado al prójimo. La penitencia la hemos de cumplir cuanto antes.

1. No negamos que en todo vicio puede haber un componente genético y de enfermedad; pero esto no puede se argumento para negar la libertad del ‘paciente’ y, por tanto su responsabilidad y la posibilidad de cooperar con su curación.

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Lo que yo recordaba al escuchar la palabra Isis, eran las historias sobre la diosa hija del Sol, hermana y esposa de Osiris quien reinaba pacíficamente el antiguo Egipto y que fuera […]

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  1. Genial,

    Esta palabra define su exposición. Felicitaciones Padre, pues ya era hora de tener en este medio a mas personas que hicieran este tipo de exposiciones…

    Muy necesarias hoy… Ya que desde un tiempo atrás, vengo tratando de enviar una muy respetuosa sugerencia a la Conferencia Episcopal, para que hasta en la Iglesia mas recóndita, los sacerdotes (a quien tengo en muy alto respeto y estima), preparen siempre un sermón de calidad (que un grupo si lo hace, pero hay quienes no), un sermón que cale en la gente y con ello tengamos material para construir día a día un mejor País, a pesar de «Gobernantes», o «situaciones contrarias»…

    Tenemos madera a pesar de nuestras fallas, … solo necesitamos dejarnos moldear por el «carpintero-artista»…

    Att.
    Alberto Rosales
    Ibarra – Imbabura.

  2. Gracias Padre por la excelente explicación de la homilia del domingo en este portal. Asi se convierte en un medio para que el evangelio podamos estudiarlo y mas importante vivirlo.
    Saludos
    Cristian Arambulo

  3. Usted es un verdadero hombre de Dios. Me apena saber que hay sacerdotes que han abandonado su ministerio para apoyar al partido político que ha renegado de Dios y ha incitado a la profanación de sus templos y ministros. Hay que rezar mucho por la Santa Madre Iglesia en estos momentos de oscuridad mental. Gracias, Padre Paulino.

    Irene Hurtado Y.

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