El 28 de marzo de 1963, mi abuelo Don Luis Fernando Gómez Ycaza publicó en El Universo, un artículo titulado “Diferencias incontrolables”, destacando que, al hablar de la igualdad de las personas que pretendía la ideología comunista que empezaba a manifestarse en el mundo, se hablaba de una utopía, pues habían diferencias de capacidad, de aptitudes, de ganas de surgir, que hacían una diferencia incontrolable, pues el rendimiento de una persona iba a hacer que, para un trabajo, se la prefiera sobre otra que no produzca igual.
Ahora que el Gobierno trata de igualar la capacidad de conocimiento, abriendo las Universidades a todo el mundo, haciéndolas gratuitas, con la muy loable idea de disminuir las diferencias, quiero advertir sobre un problema grave que se nos viene encima.
Si lo que se desea es igualar, con lo que estoy totalmente de acuerdo, es obligación hacerlo subiendo a los que están abajo a un nivel superior. Igualar a todos en la miseria es un crimen que no tiene perdón. Sin embargo, no veo cómo se va a igualar para arriba abriendo masivamente las Universidades.
Si hablamos de Medicina, por poner un ejemplo, me pregunto de donde van a salir tantos cadáveres para que miles de estudiantes puedan practicar, al menos al comienzo. Ya cuando los primeros estudiantes se gradúen, será más fácil conseguirlos, pues la carrera de Medicina exige no solamente el conocimiento teórico, sino la práctica y sobre todo el criterio para poder discernir adecuadamente lo más le conviene al enfermo.
Igualar para abajo es fácil, pero es tremendamente nocivo tanto para los nuevos graduados, en cualquier carrera, como para el país que va a tener que soportar a estos nuevos profesionales. Con las nuevas leyes y con la forma como se ha incitado al pueblo a reclamar sus derechos sin que piensen en sus obligaciones, los estudiantes reclamarán para no perder el año y graduarse gratuitamente y los Profesores se verán obligados a aceptar que esto ocurra. No quiero ni pensar en lo que va a ocurrir cuando esta pesadilla se transforme en realidad.
La mediocridad es el resultado de esta forma de igualdad. El mejor no es bien visto, es antipático a la mayoría que pretende que todos seamos iguales. El irresponsable, el que sólo busca un modus vivendi, un título para obtener un puesto no para servir, sino para servirse, se une a esta masa mediocre y trata de obtener su cartón en la forma más fácil, sin sacrificios, sin estudiar. Recuerdo a un compañero brillante, que parodiando esta forma de vida, decía: “Para triunfar en la vida hay que ser inteligente y yo soy inteligente; para triunfar en la vida hay que ser audaz y yo soy audaz; para triunfar en la vida hay que estudiar, y yo soy audaz”.
La verdadera revolución social es una que lleve a todo el mundo a buscar el progreso de todos, con solidaridad, con caridad bien entendida, con responsabilidad, con equidad e igualdad de oportunidades de progreso con deseo de superación y de lograr no ser simplemente alguien más, sino una persona destacada, honesta, responsable, que prospere y que busque el progreso de los demás.
UN GOBIERNO QUE PROMUEBA LEYES QUE PERMITAN QUE SUS CIUDADANOS PUEDAN GANAR DINERO Y PROSPERAR SIN TENER QUE NAVEGAR EN UN MAR DE CORRUPCIÓN, PRODUCE LA UNICA «JUSTICIA SOCIAL» POSIBLE, QUE ES LA QUE NO CONTRAVIENE EL «ORDEN NATURAL» Y QUE LLEVA A QUE CADA PERSONA OCUPE EL NIVEL ECONÓMICO Y SOCIAL, DE ACUERDO A SUS ESFUERZOS Y CAPACIDADES.
SALUDOS CORDIALES
GABRIEL AQUIM CH.