21 noviembre, 2024

Habla Alfaro

Alfaro, como a Bolívar, se lo interpreta antojadizamente para acomodarlo a las conveniencias políticas de quienes, de manera oportunista, se aprovechan de su obra y de su trascendencia en el tiempo.

Así, vemos que se utiliza a la espada de Bolívar como símbolo de una lucha neo socialista que está muy alejada de su ideología política de libertad. Lo que sí nos muestran los líderes políticos que actualmente usan la imagen de Bolívar es una de sus fallas humanas que también la demuestran como parte de sus caracteres: Su desmedido ego que, en búsqueda de la gloria personal, lo guió en su denodada lucha contra el reino español. Ese ego fue también una de las causas de la caída de Bolívar y del fin del hermoso sueño: La Gran Colombia, apropiado del protolíder y precursor de la independencia, Francisco de Miranda, a quien los nuevos bolivaritos no dan el crédito que se merece.

Ahora esos líderes tienen una denodada lucha contra algo que ya no es el reino español: Cualquier cosa que se les cruce por delante en su camino hacia el establecimiento de una autocracia pseudo socialista, pero que realmente es una nueva oligarquía, con todos sus vicios de corrupción y ansias de lucro.

Así, Chávez lucha contra “El Imperio” nombre con que apoda maliciosamente a los Estados Unidos de Norte América, importante fuente de divisas al ser su mayor socio comercial.

Nuestro Correa lucha denodadamente contra las bestias salvajes, las gorditas horrorosas y otros graves males, mientras pide disculpas a quien se perfila como traidor a la patria por haber sido factor para entregar parte del sagrado suelo patrio para el beneficio de narcoterroristas. Habla mucho de los ideales bolivarianos y alfaristas. Utiliza la memoria de esos grandes hombres a conveniencia para justificar sus actos que van reñidos contra el fondo de las revoluciones que lideraron ambos libertadores.

También cita algunas de sus frases célebres que se ajustan a sus conveniencias, mientras ignora convenientemente otras que no le gustan porque le resultan incómodas. Dejemos que hable Alfaro:

“El suplicio más horroroso que puede soportar un verdadero patriota en la vida, es ver la Patria escarnecida y vilipendiada por falsos redentores y no poderla salvar.- ¡Únicamente la lucha puede mitigar un tanto los padecimientos del buen ciudadano!”.

Por cierto que son palabras duras y en su momento se aplicaron al episodio conocido como “La venta de la Bandera”, que justificó la revolución liberal. Pero la realidad es que el Gobierno no “vendió” el uso de la Bandera, sino que fue un negocio particular del ex presidente y entonces gobernador del Guayas, José María Plácido Caamaño, en contubernio con el cónsul en Valparaíso, quien a su vez negociaba con los gobiernos chileno y japonés. Sin embargo, le costó el cargo al presidente Cordero y la vida a su reemplazo, Vicente Lucio Salazar.

Si es que como están apuntando las evidencias que están saliendo a la luz pública, el Gobierno del Ecuador permitió que se instale un campamento narcoguerrillero en nuestro suelo patrio, ¿no es ese acto acaso más, mucho más grave que el negocito particular de la bandera que justificó la revolución liberal? ¿Y qué reacción deberíamos tener los ecuatorianos si se confirman las evidencias?

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