En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: -Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. (Mc 1:12-15).
1. Toda tentación tiene algo de debilidad y vacilación ante el mal, y eso no concuerda con Alguien en cuya divinidad creemos. Si tenemos claro qué es la tentación y quién es Jesucristo – Dios y Hombre verdadero -, debe chocarnos que Él haya sentido tentaciones. La tentación, es, además, en cierto sentido, un fenómeno degradante y bochornoso… Si los Evangelios hubiesen sido escritos para denigrar a Jesucristo, para negar Su divinidad y Su santidad, sería comprensible que se contaran Sus tentaciones. Pero, lo chocante es que, siendo ellas lo que son, y teniendo los Evangelios el propósito de ‘vender’ la persona de Jesús, y de difundir la religión por Él fundada, los Apóstoles, pudiendo habérselas callado, van y nos las cuentan con pelos y señales, con una actitud que de ‘políticamente correcta’ no tiene un pelo. Una primera respuesta es que los evangelistas se limitaron a escribir los hechos y dichos de Jesús, tal como sucedieron, independientemente de la reacción de los hombres. Pero ahondemos más, con la ayuda de Dios.
2. Para tratar el tema, recordemos lo básico sobre la tentación
a. ¿Qué es?: El catecismo enseña que es la invitación al pecado. Santo Tomás de Aquino escribe que tentar es tantear, poner a prueba la virtud[1]. Según el diccionario, tentación es un impulso espontáneo o provocado por alguien o algo, de hacer cierta cosa que hay razones para no hacer. Partiendo de estas definiciones, podríamos distinguir entre prueba y tentación y, dentro de la tentación, en tentación activa: la invitación al mal, y tentación pasiva: sería el impulso o inclinación al mal.
b. ¿Cuál es el origen de la tentación? Entendida como invitación al mal, la tentación puede venirnos del mundo (lo mundano), la carne (nuestras malas inclinaciones o concupiscencias) y del demonio; ángel caído que, por envidia[2] a Dios se volvió malo, y, que por envidia al hombre, no hace otra cosa que intentar volverlo malo como él. En el fondo, el origen de toda tentación es el demonio, que con vil y rastrera estrategia, maneja, a veces el mundo, a veces la carne y, con frecuencia ambas cosas, para instigarnos al mal y hacernos pecar, y así arrastrarnos a aquello qué más anhela él: nuestra tristeza.
c. Sentir y Consentir: Hablando de la tentación en sentido pasivo, es muy importante distinguir entre sentir y consentir[3]. Una persona puede sentir grandes tentaciones, mientras no consienta, no hay pecado.[4]
3. Para ahondar en el hecho de que nuestro Salvador fue tentado, conviene que analicemos los siguientes puntos. Pero, antes, subrayemos una gran verdad: No existe otra perspectiva más acertada para interpretar toda la Biblia que la del Amor de Dios a nosotros. El leer desde esta óptica la Palabra, nos ayuda a entender los pasajes más intrincados de la Biblia, volviéndolos sencillos, claros y lógicos[5], como es el caso de las Tentaciones. Es más, si no leemos la Biblia a través de esta perspectiva, todo se vuelve problemático e inexplicable.
a. El Verbo se hizo ‘carne’: Esto es, Dios se hizo hombre asumiendo nuestra pecadora naturaleza. Es el fundamento, hecho detonante y motor de arranque de todo intento serio de amor a Dios. Su descubrimiento es el comienzo de la historia de amor de los Franciscos, las Teresas, los Pedros, los Pablos…
i. Dios creó al hombre en lo que los teólogos llaman ‘estado de justicia original’, es decir, en armonía con Él (amistad con Dios o en estado de gracia), con la Creación y a Adán consigo mismo (los instintos sometidos a la razón y la razón a Dios)[6]. Dios dotó a nuestros Primeros Padres de dones naturales, sobrenaturales y preternaturales. Para conservar estos dones, el hombre sólo debía mantener orientado hacia Dios su corazón, como a su último fin.
ii. Cuando el hombre pecó, perdió para sí y para todos sus descendientes algunos de los dones recibidos de Dios[7]: perdió la gracia, y quedó sometido a la ignorancia, a las enfermedades, a la muerte y a las malas inclinaciones[8].
iii. La naturaleza humana ha pasado por tres ‘estados de naturaleza’: naturaleza pura: la de Adán y Eva antes del pecado original; naturaleza caída: la raza humana después del pecado original y antes de la Redención; naturaleza redimida: la que recibe el influjo de la Gracia divina.
iv. En la Biblia, a la naturaleza caída se denomina ‘carne’: Cuando se dice que el Verbo se hizo ‘carne’ (Jn 1:14), se afirma que el Hijo de Dios no tomó la naturaleza pura de Adán y Eva antes del pecado, sin la naturaleza caída, a la que la Biblia llama ‘carne’. Todos los descendientes de Adán y Eva somos concebidos en estado de naturaleza caída; excepto la Inmaculada Concepción y su Hijo, Jesucristo. Pero conviene que definamos bien lo que implica el que el Verbo asumiera nuestra ‘carne’. Veámoslo.
b. ¿Qué encierra el hecho según el cual el Hijo de Dios tomó nuestra naturaleza caída?
i. Dice Santo Tomás de Aquino, que como el hombre cometió el pecado, le correspondía, en justicia, sufrir la pena del pecado, y que si el hombre se hizo deudor de la pena por su pecado, a él mismo le correspondía liberarse de esa pena, sufriéndola.
ii. Enseña Santo Tomás de Aquino, que el amor es una fuerza que une a dos amantes como si fueran una sola persona, y que es perfectamente posible en las deudas de justicia, que un amigo pague la deuda de otro amigo, haciéndola propia, por amor.
iii. A fin de saldar las deudas del hombre con su Creador, convenía que el Hijo de Dios, tomara la naturaleza humana en tales condiciones que pudiera sufrir por el hombre lo que éste había merecido por su pecado, para satisfacer así por el hombre.
iv. Jesús, no ‘contrajo’ ninguna huella moral del pecado original, y si tomó o asumió algunos defectos, lo hizo voluntariamente. Cristo se revistió de las apariencias del pecado, como dice la Biblia: “Habiendo enviado a su Hijo revestido de una carne semejante a la del pecado” (Ro 6:10)[9]:
v. En lo que se refiere al cuerpo, a los defectos físicos, asumió todos los comunes a todos los hombres, que los recibimos de Adán y Eva (hambre, sed, fatiga, dolor, muerte…), pero no los propios de algunos hombres (ceguera, fiebre, mutilaciones…). Y en lo que se refiere al alma, ni fue concebido con el pecado original, ni cometió pecado personal alguno[10]. El no tiene mancha alguna de pecado. Pero quiso asumir ciertas debilidades para hacerse cercano a nosotros. Este es el caso de las tentaciones. Pero, respecto a las tentaciones, debemos también de puntualizar.
4. ¿Cómo fueron las tentaciones de Jesús?
a. Lo que no podemos decir: Hay que huir de dos errores contrapuestos:
i. Por un lado, que Él realmente se sintió atraído por el mal: Jesús, en ningún instante tuvo malas inclinaciones o sintió atracción por el mal; pero fue tentado, según nos enseña la Biblia. Jesús vivió la tentación activa, fue invitado a pecar, y su virtud fue puesta a prueba. Mas, Jesús, en ningún momento ‘sintió’ la tentación, jamás atravesó por la tentación pasiva, jamás se sintió inclinado al mal[11].
ii. Por otro, decir que las tentaciones son pura apariencia, una ‘puesta en escena’ por motivos pedagógicos. Nada en la Encarnación es apariencia[12].
b. Lo que sí podemos decir es:
i. Que las tentaciones de Jesús son un misterio dentro de otro misterio: el Misterio de Cristo, del que habla San Pablo en su Carta a los Efesios (3:1-11).
ii. Las tentaciones de Jesús fueron ‘activas’, pero no ‘pasivas’; en el sentido de que Él se sintiera realmente atraído por el mal y hubiera vacilado un instante.
iii. Las tentaciones de Jesús fueron más reales y menos ‘teatrales’ que las que nos narran los evangelistas[13].
iv. Las tentaciones de Jesús fueron mucho más frecuentes que lo que nos pintan los evangelios. De hecho, Lucas (4.13) así lo da a entender cuando dice que el demonio lo dejó hasta otra ocasión. Pensemos en que, por ejemplo, Sus enemigos seguían a Jesús como si fueran Su sombra: ¡La paciencia que tuvo que tener con ellos…! y con sus rudos Apóstoles[14]. Y pensemos en Getzemaní y en Su Pasión. En La Pasión de Mel Gibson, el demonio está por un lado y otro…
c. Las tentaciones para Jesús fue un hecho más de su “humillación” o kénosis, como llama la Teología al abajamiento, al anonadamiento que El quiso vivir por puro amor a nosotros:
i. Hemos de afirmar rotundamente que Jesucristo, no sólo es Santo, sino que es la Santidad misma hecha hombre: Jn 8:46: ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Jn 14:30: Viene el príncipe del mundo, que en mí no tiene nada. 1 Pe 2:22: El, en quien no hubo pecado y en cuya boca no se halló engaño. Hb 7:26: Y tal convenía que fuese nuestro pontífice, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores. S. Pablo establece un paralelismo entre Cristo justo y Adán pecador, prueba abiertamente que Cristo no tuvo ningún pecado, ni siquiera el original. Cf. Ro 5: 12-21; 1 Co 15:21 ss.
ii. En todo lo demás es semejante a nosotros. Pero incluso respecto al pecado:
a. En su árbol genealógico existen pecadores y pecadoras de todo tipo. Cuando cualquiera hubiera hecho todo para ocultar su ascendencia, Él nos la muestra en su genealogía, precisamente para que captemos cuán enraizada está Su naturaleza humana en la nuestra: Si analizamos la vida de los personajes de nombres tan raros…: prostitución, adulterio, incesto, asesinatos, crímenes, traiciones… En las venas del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo corre sangre pecadora… Sin haber Él mismo jamás tenido nada que ver con el pecado. Es concebido en carne pecadora en las purísimas entrañas de la Inmaculada: “Habiendo enviado a su propio Hijo en una carne pecadora, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu. (Ro 8:3-4)
b. En el bautismo Él mismo tiene apariencia de pecador: pasa como uno más en la cola que necesita conversión; a pesar de que daba pie para que la gente negara su divinidad: “¿Cómo va a ser éste el Mesías, si yo le he visto un como un pecador más en la cola del Jordán…?” Un acto de suprema humildad… y de asombroso e insólito amor al hombre.
c. Se hizo Pan: En Nazaret, el día de la Anunciación, se hizo hombre; en el Cenáculo se hizo Pan, se hizo una cosa.
d.
Sintió el abandono del Padre: Como si resumiera y concentrara en Sí todas las soledades que sentimos los pecadores del mundo una vez que hemos traicionado a Dios: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27:46; Salmo 21).
e. Perdió la figura de hombre: En la cruz, no tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos en él, ni poseía hermosura que pudiéramos apreciar. Despreciado y tenido como la basura de los hombres, ante quien se vuelve el rostro, repugnante, verlo daba asco (Cfr. Isaías 53).
5. Este abajamiento inaudito es lo que hace irresistiblemente amable a Jesús, como le pasa a S. Pablo: S. Pablo no es capaz de resistirse ante un Dios tan increíblemente humillado por puro amor. Lo expresa varias veces en sus Cartas. Se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Fl 2:7-8). A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros,[15] para que viniésemos a ser justicia de Dios en él. (2 Co 5:21) Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero. (Ga 3:13). Ver a Dios participando realmente en la historia humana, en nuestra propia historia, es algo demasiado fuerte para poder resistirse… Pablo no es capaz de hacerlo, y se entrega a ese Dios al cual él, hace poco, cuando militaba dentro del judaísmo, no se atrevía a nombrar.
6. Jesucristo quiso ser tentado por amor a nosotros, sus hermanos.
a. Jesús no necesitaba pasar por esa fea experiencia; pero nosotros, sí que Él la viviera, porque así podríamos sentirle íntimo a nosotros y tener un motivo más para amarlo en serio. El amor auténtico, por esencia, no tiene límites, y es justamente en los detalles ‘innecesarios’, en las ‘exageraciones’ y en los ‘excesos’ como su autenticidad se vuelve patente. Cuando un amor se alimenta de ‘lo justo’, está enfermo o ha muerto ya[16]. El verdadero amor siempre ‘se pasa’ y jamás se contenta con lo necesario, con lo justo, con lo obligado, con cumplir… Diríase que todo verdadero amante necesita de lo innecesario para amar, y a lo innecesario acude para generar y alimentar el amor en el amado.
b. Ante un Dios que, sin necesidad alguna, se somete a la tentación, uno no puede sino preguntarse: ¿Por qué, Señor? ¿Era necesario? ¿No crees que te pasaste?… Ante el misterio de un Salvador, que libremente se introduce en ‘ojo del huracán’ de la debilidad humana – la tentación – se produce en el corazón el irresistible y lógico ‘efecto dominó’ de toda relación de verdadero y auténtico amor: admiración – gratitud – amor – fidelidad. El detonante y motor de arranque de nuestro amor a Dios son los detalles “innecesarios” de amor de este Dios increíblemente[17] enamorado de nosotros, los ‘gusanitos humanos’[18]. No hay otro fundamento más sólido para terminar para siempre boquiabierto de admiración ante el amor de Dios que comenzar por quedarse boquiabierto de admiración ante sus innecesarios detalles de amor. Todo ser humano que un buen día decida detenerse y ver cuánto y cómo Dios lo ha amado y a qué detalles “innecesarios” Él ha descendido, y hasta dónde ha llegado el Amor, sentirá un irresistible deseo de amar a Dios sobre todas la cosas. Toda una vida de fidelidad puede levantarse sobre el fundamento de los detalles del Amor de Dios… Ciertamente, viendo esos detalles, uno exclama desde el fondo del alma y lo más íntimo del corazón: ¡Dios, es un Dios increíble!
Con ansias de saber si me querías
mis ojos en los tuyos se miraron,
mas cuando vieron lo que tú sentías,
por no morir de amores se cerraron.[19]
[1] Lo que enseña Santo Tomás de Aquino en sus Comentarios al Padrenuestro, lo confirma el Catecismo de la Iglesia. Dice el Catecismo: “El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior en orden a una "virtud pr
obada" (Rm 5:3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte” (2847) Cfr. Sobre el Padrenuestro, Escritos de catequesis, p. 160
[2] “Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo” (Sabiduría 2:23)
[3] “También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación” (Catecismo 2847).
[4] Un balón es lanzado contra una blanca pared, la pared lo rechaza; aunque quede una huella – el contacto con el mal – es claro que la pared rechazó el balón: no te entristezcas por la huella, que atestigua tu rechazo; goza por el rechazo…Si no, el demonio habrá conseguir su torvo objetivo: tu tristeza.
[5] Las lógicas más contundentes, rotundas y claras son las que existen en el corazón de todo enamorado, y que sólo los enamorados las comprenden.
[6] Uno se pregunta, si la razón y voluntad del hombre sintonizaban con la de Dios, ¿cómo es que el hombre podía pecar? La respuesta nos la da Santo Tomás de Aquino: Podía, sin embargo, pecar, porque su voluntad no estaba aún confirmada por la consecución del último fin [como es el caso de los justos que ya están en el cielo]; y caso de pecar, podría sufrir y moriría. (Santo Tomás de Aquino. Compendio de Teología, pág. 231, nº 362)
[7] Adán y Eva recibieron: A) Los dones naturales, que corresponden a su condición normal de criaturas. B) Los dones sobrenaturales, es decir, la gracia santificante, la divinización que esa gracia comporta, y la llamada última a la visión de Dios. C) Los dones preternaturales, es decir, dones que no eran exigidos por la naturaleza pero congruentes con ella, la perfeccionaban en línea natural y constituían, en definitiva, una manifestación de la gracia. Tales dones eran la inmortalidad, la impasibilidad (exención del dolor) y la integridad (dominio de la concupiscencia) (Catecismo, 376).
[8] Rm 5,12: Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, Génesis 3, 6 y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
[9] Santo Tomás de Aquino. Compendio de Teología. Capítulo 226. Los ‘defectos’ asumidos por Cristo. Nº 470-474
[10] "¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?" (Jn 8, 46). Y he aquí la fe de la Iglesia: Lo proclama en armonía con toda la Tradición el Concilio de Florencia: Jesús "fue concebido, nació y murió sin mancha de pecado". Él es el hombre verdaderamente justo y santo. Repetimos con el Nuevo Testamento, con el Símbolo y con el Concilio: "Jesucristo se ha hecho verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado" (Cf. Hb 4:15).
[11] Quizá podría hacernos comprender que Jesús por no se sintiera atraído el mal, nuestra propia experiencia. A pesar de que somos tan pecadores, para cada uno de nosotros hay tentaciones que no sentimos. Por ejemplo, si vemos que alguien se está dejando olvidada su chequera en la cola de un banco, lejos de sentir tentación de robárnosla, en seguida advertimos a su dueño. Podemos poner muchos ejemplos, respecto a cada Mandamiento. Incluso, hay tentaciones que nos parecen repugnantes. y no comprendemos cómo alguien las pueda sentir. Y no hablemos de los Santos, que no sólo no tenían ciertas tentaciones, sino que sentían horror a todo pecado…
[12] La Iglesia condenó la herejía llamada Docetismo, que ante el hecho de un Jesucristo tan humano, decía que todo era pura apariencia, que no era posible que Jesús fuera Dios y hombre a la vez, que era sólo Dios y que todo lo humano en Él era pura apariencia.
[13] Mt 4; Mc 1; Lc 4.
[14] “¿Hasta cuando tendré que soportaros?” Mc 9:14-29
[15] Una excelente exegesis de este versículo es la que hace Alfonso Gálvez en el capitulo Dios corrige a los que ama, de sus Comentarios a las Cartas a las Iglesias del Apocalipsis, paginas 96 y siguientes.
[16] ¡Qué tristeza da ver a esos esposos que hace mucho dejaron de vivir enamorados y se contentan con lo justo, y viven en una constante guerra fría, que con mucha frecuencia se transforma en paz caliente…!
[17] San Juan lo dice expresamente: “Nosotros que hemos creído en el amor que D
ios nos tiene” (1ª Jn 4:16). Alguna vez leí en un cartel: “Dios es un Dios increíble”.
[18] “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero” (1ª Jn 4:10)
[19] Alfonso Gálvez, Poesías.
Estimado Padre
Cómo podemos tener a sus homilias en formato digital para poder revisarlas con más detenimiento
Gracias por su generosidad y entrega
Lo encomendamos y nos encomendamos
Saeteros Pérez