En aquel tiempo Jesús contestó: Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará. Mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre…. Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.1
- El auténtico y genuino cristianismo se caracteriza por las expresiones penetrantes y originales; y por las formulaciones insólitas y fuera de lo común. Estas expresiones son siempre es un reto para nuestra imaginación y nuestra mente. Pero más que nada, son una provocación y un desafío a nuestro corazón, hasta tal punto que, cuando las ‘razonamos con el corazón’ tiene la capacidad de desestabilizarnos, de inquietarnos y golpearnos y – como sucede en los combates de boxeo – dejarnos como tambaleando. Por esto, la existencia del que vive en contacto con la Palabra, todo puede ser, menos aburrida…
- Además, el recurso al dicho chocante y a la formulación impactante forman parte de la pedagogía de Jesús, Maestro de maestros. Con frecuencia Jesús habla como las madres cuando ellas, por ejemplo, se sienten abandonadas por el hijo, y le dicen: “Hijo, ¿yo he muerto para ti o qué?” Ante tales expresiones, lo acertado no es quedarse con lo que dicen los labios, sino con lo que siente el corazón; no con lo que se dice, sino con lo que se quiere decir: “Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”.
- ¿Qué quiere enseñarnos cuando Jesús? Por supuesto, habla de Su propia muerte histórica. Lo dice el mismo evangelio: “Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir". Pero también habla de nuestra muerte espiritual, de aquella por la que necesariamente ha de pasar todo aquel que quiera vivir como discípulo Suyo. Pero, ¿qué es ‘muerte espiritual’?, ¿qué significa ‘morir’? ‘Muerte’ se usa aquí en el mismo sentido en el que se usa el término cuando alguien dice “tal persona ha muerto para mí”; es decir, “tal persona ha dejado de existir para mí”.
- Partiendo de que la clave del planteamiento cristiano es el amor, ‘morir’, para mí, como cristiano, significa que he de romper tan radicalmente con todo lo que en este mundo me pueda apartar de mi fidelidad al Amor – al amor a Dios y a todos los demás amores que, según Dios, puedan y deban anidar en mi corazón- que he de terminar procediendo en mi vida como si yo no existiera para aquello que puede poner en peligro mi fidelidad a mi amor, y haciendo que aquello que puede poner en peligro mi fidelidad al amor, no existiera ya jamás para mí.
- Para entendernos, acudamos a algún ejemplo concreto; y qué mejor que de la vida matrimonial. El esposo que quiera ser fiel a su esposa, deberá morir a toda posibilidad de ser infiel, ha de morir a todo aquello que pudiera conducirle a la infidelidad; deberá renunciar, rechazar y morir a todo lo que podría llevarle a traicionar a su esposa: borrará números de celulares, romperá fotos, quemará cartas, borrará archivos (también los de la papelera de reciclaje); no sólo borrará correos, sino que ni siquiera los abrirá; evitará lugares, circunstancias, amistades, situaciones, que podrían ser ocasión de traiciones.
- Y, sobre todo, ‘quemará naves’. Se dice que Hernán Cortés cuando desembarcó en lo que hoy es México, al captar las dificultades que tendrían que afrontar sus hombres, para evitar que tuvieran la tentación de huir, mandó quemar las naves a fin de que sus hombres ni siquiera tuvieran la tentación de retroceder o huir. En definitiva, se trata de adelantarse a las tentaciones – al que madruga, Dios le ayuda – con tanta sinceridad como inteligencia, implementado estrategias para lograr lo que se quiere lograr. Un ejemplo concreto: Si el esposo sabe que las noches de los viernes sus amigos o compañeros de trabajo le arman ‘planes’, ‘quemar las naves’ para él será lo mismo que, al salir por la casa de mañana, decirle a su esposa: “Amor, esta noche saldremos a cenar juntos”. Tendrá, entonces, una excelente coartada que él mismo se procuró para que, cuando por la tarde los amigos le inviten, él podrá decir: “Hermano, perdona, tengo hoy un compromiso con mi esposa: le prometí salir a cenar…”. Este sí que es un esposo fiel; pero fiel de verdad…: Quema las naves. Se adelanta a la tentación: ‘Madruga’; por eso, Dios le ayuda…
- Lo que dice del esposo, se dice también de la esposa: Si ella sabe que en estas vacaciones existe el peligro de encontrarse otro año más en la playa con ese caballero que cada vez, con mayor frecuencia se va volviendo insinuante; ella, fiel, sincera, inteligente, ‘madrugadora’, verá la manera de evitar estar sola y deberá de manejarse con cautela, invitando a sus padres, familiares o amigos para tener la seguridad que así no podrá existir ni la más remota posibilidad de verse con dicho señor. Esto es lo que en los mundos de la fidelidad conyugal se llama ‘saber quemar las naves’.
- Claro, para esto, es preciso tener verdaderos deseos de ser fiel; cosa que conlleva e implica, estar sinceramente decidido a ‘morir a la infidelidad for ever, and ever… Esos son los esposos fieles y, como consecuencia, los esposos felices. Sólo así ellos, los dos, podrán saborear la alegría plena de vivir el amor auténtico, el gozo indecible de la conciencia en paz, la hermosa libertad en la que vive aquel o aquella que nada tiene que ocultar ni a nadie ha de temer. Es así como transcurren los días, los meses y los años de los esposos que viven para el Amor y han muerto para todo desamor…
- La lógica de Cristo es aplastante: quien no esté dispuesto a morir al mal, no podrá vivir para el bien. El problema de lo
s humanos está en que queremos ‘vivir’, pero no estamos dispuestos a ‘morir’; queremos ser buenos, pero no estamos dispuestos a dejar de ser malos; nos da tristeza ser infieles, pero no estamos dispuestos a dejar de serlo. Y por eso hay tantos que viven como San Pablo decía: “Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra”.2 El miedo a morir a sí mismo transforma al hombre, incluso, en esclavo, porque, lo dice también el Apóstol, “por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a la esclavitud.3” Para entenderlo pongamos un par de ejemplos. - En la medida que un universitario no muera al alcohol, a la droga, al mundo de la juerga, la farándula… no podrá llevar bien sus estudios y, mientras no lo haga, deberá renunciar a ‘ser alguien’ en la vida. Es el caso del chico que, quizá, tiene ilusión de llegar a ser un gran profesional, pero es flojo, inconstante, sensual y vividor, y, porque no está dispuesto a morir para la vida muelle, se pasa la vida como un inútil, bueno para nada y malo para todo; el chico que para sus padres no es una solución, sino un problema…
- O es el caso del padre que quiere ser amado por sus hijos, como ve que son amados sus amigos y parientes, pero le cuesta morir a los tragos que se pega con frecuencia, tragos que le alteran terriblemente el carácter, tragos que lo vuelven irritable, colérico, difícil, complicado…hasta tal punto que no hay quien le aguante: Mientras él no muera para el alcohol y el alcohol para él… su vida será un tormento para él mismo y su familia. Para ese padre, morir es lo mismo que vivir: ha de vivir muriendo al alcohol si quiere vivir el amor…
- El sello de autenticidad de nuestra capacidad de amar está en nuestra capacidad de sacrificarnos por el ser amado: No hay amor más grande que el de aquel que da su vida por sus amigos….Dime cuánto y qué sacrificas y te diré cuánto y cómo amas… La vida es un asunto de amor, y por ello es un asunto de sacrificio: o sacrificamos a los demás por nosotros o nos sacrificamos a nosotros mismos por los demás. O destruyo mis pasiones o destruyo a mi cónyuge; o me afirmo en mis pasiones o me afirmo en mi capacidad de amar. O mato con mi egoísmo, o muero por amor. Lo que está en juego es una cuestión fundamental: o nos tomamos en serio al Amor, o lo despreciamos; y esto es aplicable tanto al amor a Dios como al prójimo.
- San Agustín dejó escrito en La Ciudad de Dios: “Las dos ciudades fueron creadas por dos tipos de amor: La terrena fue creada por el amor propio alcanzando el punto de desprecio de Dios, la ciudad celestial por el amor de Dios llevada hasta el punto de despreciarse a uno mismo".4 Yo, parafraseando al Santo de Hipona diría: Dos ciudades fueron creadas por dos tipos de amor: la egoísta fue creada por el amor propio alcanzando el punto de desprecio al propio cónyuge y a los propios hijos; la ciudad espiritual por el amor al propio cónyuge y los hijos, hasta el punto de morir a uno mismo pora lograr que los míos vivan, y viviendo ellos felices, alcanzo yo mi propia felicidad… Porque un cónyuge que hace desgraciado a su cónyuge, no tiene él mismo derecho a ser feliz; unos padres que vuelven desgraciados a sus hijos, no tienen ellos derecho a ser felices… Sólo podremos ser felices, haciendo felices a los demás… Sólo podremos vivir dignamente, si somos capaces de morir generosamente…O vivo para amargar la vida a los demás, o vivo para hacerle felices. Si quiero hacerles felices, debo morir a mí mismo a todo lo que pueda ser en mí un obstáculo para que los demás junto a mí se sientan felices. Los sacrificios son síntomas o signos de nuestro amor; el amor es el sacrificio de nosotros mismos para afirmar al Señor en nuestra vida: … sobre todas las cosas…Hacer felices o infelices a los que viven conmigo.
- Lo que da sentido a la siembra es la cosecha: “…da mucho fruto”. Dedicarse a arrojar puñados de trigo sin ton ni son es una acción esencialmente distinta de la siembra. La siembra no es un despilfarro, sino una inversión. Al igual que el agricultor, el cristiano está convencido de que sólo si siembra, podrá cosechar, y que vale la pena sembrar (dejar de comer ese trigo y arriesgarlo en la siembra) cuando se piensa cosechar. Es la misma doctrina que se encierra en el Salmo: al ir iban llorando, sembrando la semilla; al volver vuelven cantando, cosechando las gavillas.5 Los que sembraban con lágrimas, cosechaban con gozo. El cristiano no propugna el sufrimiento por el sufrimiento – el cristianismo no es un sadismo – sino que lo ama y lo anhela con la misma actitud que el agricultor ante la siembra: eminentemente positiva.
- Jesús tiene una visión positiva de su sufrimiento. Antes de hablar de ‘morir’, dice: Ha llegado la hora en la que el Hijo del hombre sea glorificado ¿A qué llama Jesús su “glorificación”? – Al conjunto de acontecimientos que incluye su Pasión, su Muerte, su Resurrección y su Ascensión al Cielo. Dado que el término “glorificación” tiene una clara connotación de triunfo, de éxito y de victoria, lo que Jesús subraya con el uso de este término es la visión positiva que Él tenía del sufrimiento: es sólo el camino hacia la victoria; la siembra para la cosecha; la negación para la afirmación; la renuncia para la conquista…; dejando claro que lo importante está no en la cruz, que es un simple medio, sino en la resurrección, que es la meta, el destino y el fin.
- Alguien podría objetar: – ¿Y quién puede vivir, muriendo al mal de este modo para vivir sólo para el bien? ¿No estamos ante una utopía inalcanzable? Depende. En general, la valentía está en luchar y la cobardía en huir. En la generalidad de los casos es aplicable aquello de las metas son como las estrellas para los caminantes nocturnos: las estrellas marcan el camino, pero nunca se las alcanza. En estos casos es preciso distinguir dos planos: el de la intención y el de la acción. A nivel de las intenciones, anhelos, deseos y proyectos, la ruptura con todo lo malo debe ser radical, absoluta y sin dilaciones de tiempo… Ha de ser una ruptura total: nadie muere "un poco" (parcialmente) ni por un tiempo. En el plano de la acción y de la puesta en práctica, hay que ser realista. El
cristiano, camina con la mirada fija y bien clavada en la cumbre, pero a la vez con los pies bien asentados en el suelo. - Pero hay temas en los que la cobardía está en ‘luchar’ y la valentía en ‘huir’. Tales son los temas de los tragos y las infidelidades. El que, de verdad, quiere dejarse la infidelidad o el alcohol, lo ha de demostrar, muriendo ahora mismo a la infidelidad o a los tragos; el que quiera morir de verdad al alcohol o a la infidelidad, lo ha de hacer de un tajo, de modo radical y absoluto desde el primer instante; no poco a poco. Hay rupturas en las que hemos de ser radicales en la misma medida en la que queramos sinceramente alcanzar nuestra metas. Hay momentos en la vida en los que no hemos de tener la cobardía de luchar (voy a salir esta noche, pero no va a ‘pasar nada’), sino la valentía de huir, de salir corriendo. Momentos en los que para vivir, no hay más remedio que morir, y morir ya, sin demoras, sin contemplaciones…
- La norma en estos casos es vivir la prudencia siempre. Quien quiera evitar caer en cualquier tipo de tentación, falta o desorden, siempre deberá manejarse con prudencia. San Agustín enseña que la prudencia es el amor que discierne lo que ayuda a ir a Dios de aquello que lo entorpece. .. Así que si queremos ser buenos cristianos y agradar a Dios, hombre, procede con las mujeres que no son tu esposa, como te gusta-ría que procediera tu esposa con los demás hombres; mujer, procede con los demás hombres que no son tu esposo, como te gustaría que procediera tu esposo con las demás mujeres. Recomendaría que en los dormitorios de los esposos pusieran con letras de oro estas palabras: Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. Viviendo según este santo mandato de Jesús, entonces, y sólo entonces, los esposo podrán poner en la sala de estar, para ellos y, sobre todo para sus hijos, el cartel: Hogar dulce hogar…