Para pocos ecuatorianos es difícil entender el por qué el Socialismo del siglo 21 se ha apoderado de la mayoría de electores. Si esa gran mayoría de electores cautivada por el discurso socialista de vanguardia contara con las virtudes materiales, de formación y circunstancias de confort propias de los habitantes de La Puntilla o del Valle de los Chillos, los comicios en este país fuesen más o menos ejercicios de democracia entre pares, entre iguales.
La verdad es que todavía somos un pueblo con ansias de ser ciudadanos, pues la ignorancia nos impide ver la relación mandante – mandatario como una relación contractual y no de mecenazgo. Es común que el servidor público se considere dueño del puesto institucional, y a esta apropiación indebida, desde luego, abona el desconocimiento de los mecanismos para exigir atención eficaz.
Ahora, estos personajes iluminados no solo existen en el sector público. Los hay también en el sector privado y muchos a veces son hasta dirigentes empresariales. La empresa es una comunidad de trabajo donde el inversionista – capitalista conjuga su creatividad con la de otros creativos – ejecutivos – empleados para maximizar la utilidad que le generan los recursos que oferta en el mercado. Es el concepto moderno de empresa. Sin embargo cierto sector del empresariado ecuatoriano parece huir de esa nueva visión y continúan estrujando a sus equipos de trabajo; presionando por cupos de venta elevadísimos en épocas de crisis; marcando líneas agresivas entre la eficiencia y el castigo despido. Todo esto se da, empero, sin motivar a esos ejecutivos con incentivos que signifiquen al empleado vincularse más personalmente con su empleador y su proyecto empresarial.
Según el Código del Trabajo el 31 de marzo deben cancelarse los valores que por utilidades generadas les corresponden a los trabajadores. Muchos empleados planifican con tales pagos compras emergentes, inversiones planificadas, o simplemente el ahorro o el dispendio que a la larga es dinero que circulará en el mercado y engrosa la masa monetaria.
Corren secretos a voces que en vista de la crisis financiera mundial las utilidades generadas en el ejercicio económico anterior se han reducido como por arte de magia; o arte de compañía auditora, más propiamente. Perogrullada: la utilidad no se genera sola, se la trabaja, se la hace y se la suda. La primera lección de economía es que todo tiene un costo. Los costos de la utilidad empresarial son trabajar más de ocho horas diarias; consumir para la empresa los sábados y en ratos los domingos familiares; sacrificar aspiraciones personales; exprimir talento y esfuerzo de la nómina entera. Eficiencia y eficacia. Perfecto todo esto, pues es parte del dinamismo económico empresarial, pero asimismo como existe un costo, ese costo se paga para obtener un beneficio. El beneficio es la utilidad. Utilidad que se reparte con justicia, nos guste o no entre los actores del tramado empresarial: capitalista y ejecutivos – empleados.
Luego, ante estas utilidades y balances maquillados, todo esto es cosechado por ese ángel vengador de la Revolución Ciudadana que parece decir cada sábado en sus cadenas: ¡Oprimidos vengan a mí y voten 35! Y eso es lo que van hacer algunos engañados. Lo apuesto.
En Guayaquil existieron épocas en las que el empresariado se unificaba con sus empleados y hacían frente común a las amenazas también comunes. Épocas de lujo cada vez más lejanas para este Guayaquil tan derruido sin dirigentes jóvenes que no sepan más que sumar ganancias para el boato propio y restar sueldos para los apuros ajenos…
Ante la fealdad del balance retocado la reflexión y dudas de colofón que les dejo son inevitables: ¿Cómo es posible que algunos empresarios pro libre empresa, críticos de este Gobierno estatista y centralista, zampen a sus empleados, oculten cifras, guarden para sí ganancias y repartan hoy migajas cuando debieron ser panes enteros? ¿No se supone que estos empresarios, algunos fieles seguidores del obrero de Dios, deben ser el famoso fermento de la masa? ¿No será que ellos fermentan hasta podrir las ansias de superación con esfuerzo de esa masa que hastiada, entrega su opción electoral a tesis que siendo absurdas, igual suenan a reivindicación?
Otrosí: Francisco Jiménez se fue vestido como para la foto a hacer cola al Registro Civil de su jefe para sacarse una cédula. Me dicen unos que con esto gana la ciudadanía. ¡Dos registros sacando cédulas como volante de circo! Sostengo que es un gasto torpe e innecesario de dinero público. Contento el señor Gobernador Jiménez, él es otro ejemplo vivo de cómo un discurso desfasado cala con meridiana pastosidad en seres que fácilmente podrían ser considerados inteligentes.