A todo buen ciudadano le llega el momento de revisar actos y omisiones de un gobierno nacional o seccional, y juzgar sobre su bondad y eficiencia. Ese momento emerge con más exigencia y más énfasis cuando hay que pronunciarse electoralmente sobre su continuidad o su desaparición del escenario político. Le sugiero que hoy lo haga en la intimidad de su conciencia.
En el ámbito nacional y hasta hace poco, la división de poderes se daba sola , fruto del libre juego democrático y relativa paridad de fuerzas multipartidistas en acción. Y veíamos, entonces, un Ejecutivo sin mayoría parlamentaria ni la injerencia que hubiese deseado en la Función Judicial. Veíamos una Fiscalía dispuesta a enjuiciar a los más altos funcionarios del régimen. A un Congreso que interpelaba y censuraba , superando sus propias debilidades. A una Corte Suprema Luchando por mantener el liderazgo en la Función Judicial, basado en los méritos de sus integrantes.
Así, sin planearlo , el “sistema” ofrecía un equilibrio más o menos frágil, más o menos precario, pero equilibrio al fin. No faltaban pezuñas políticas en la administración de justicia, ni faltaron manipuleos parlamentarios para deshacerse de Presidentes indeseables .Pero tras los lógicos enfrentamientos a que daban lugar, emergían las correcciones y los entendimientos. Despectivamente , tal proceder fue tildado de “partidocracia” . Mas,podía hablarse de una democracia incipiente y maltrecha que no nos satisfacía , a la que hoy , por desgracia, hemos abandonado a su peor suerte.
Un vendaval arrasó con ella. Bajo un disfraz revolucionario , un evidente carisma personal asimilado por la mayoría popular, un lapidario y rencoroso discurso antiburgués, cánticos sublimes y pintando un edén para la Patria que sería de todos, los milagreros y “santones” revolucionarios se encaramaron al poder y hoy pretenden perpetuarse en él. Muchos ciudadanos y ciudadanas identificados con la ética, la moral y el civismo ecuatorianos, favorecieron al “revolucionario” insurgente. Y el sueño comenzó , sin imaginarse que habría de convertirse en brutal y hasta procaz pesadilla, con fuerzas oscurantistas y retrógradas decidiendo nuestro destino bajo la tónica impuesta por un dictador constitucional, envaneciéndose de su colectiva ignorancia administrativa y articulando payasadas que devinieron normas constitucionales . Los poderes clásicos desaparecieron para fundirse en uno solo bajo la égida de Correa.
La identidad entre éste y los demás organismos del Estado se ha hecho total. Los eructos, fantasías y veleidades del Ejecutivo se convirtieron en Mandatos y capítulos de la nueva Constitución , y los demás organismos del Estado están vergonzosamente sometidos a su voluntad. . No era lo que se esperaba y no hubo capacidad de reacción inmediata. La mano fraterna con que debía gobernarse , fue en verdad un puño cerrado, crispado y amenazante que se abre tan sólo para apropiarse de los fondos que nuestro desarrollo reclama y destinarlos a una descomunal, despilfarradora y fracasada mentira ideológica. Si es que alguien no se los traga.
Salvo un “milagro” , no debemos tener esperanzas de la elección presidencial, dada la ausencia de un único y buen candidato de oposición. Extrañamente, la ciudadanía percibe que con Correa vamos al desastre y cree también que la mala calidad de sus rivales sólo ofrecería una vuelta ( a medias, pero vuelta al fin ) a los desgobiernos anteriores. Y avizora que hay que ponerle el arnés y el freno a Correa desde la Asamblea.
El potro inexperto y desbocado que ha declarado puerilmente ser el jefe de todos los poderes del Estado, debe ser domado, constitucional y democráticamente, por una mayoría parlamentaria que no se doblegue ante él. ¡ Basta ya de alzar las manos e inclinar la testa ! Tres cuerpos legislativos, uno tras otro, lo han hecho impúdicamente ante un país que mira avergonzado un modelo inédito de ciega domesticidad moral e intelectual. Esta gente Inspira lástima, menosprecio y temor a la vez, porque demostraron allanarse, complacientes y orgullosos , a su degradación cívica y a una especie de alzheimer político hasta ganarse el remoquete injurioso y despectivo de “ Congresillo”.
Un cuarto congresillo acabaría con el país y no lo sobreviviríamos. Lo podemos evitar votando con acierto. Escoja usted a quien considere el mejor de los aspirantes a asambleístas , a quien esté dispuesto a luchar por su país y , en especial, por su provincia, sin sometimientos doctrinarios ni partidistas. Alguien a quien pueda usted confiar la defensa de una autonomía provincial y regional .Alguien con personalidad probada para salirle al paso al totalitarismo comunistoide. Y una vez identificado, ¡ raye TODA la lista de la que su escogido forma parte o posiblemente preside ! Solo así protegerá a su candidato y ayudará a salvar al país. Piense usted que si no actuamos con pragmatismo , sería lo mismo que apostar – y lo digo sin humor – por el P.E.D.O. de Tomás del Pelo.
Muy buen artículo, muy buen consejo. Yo votaré para abambleista provincial por la Lista Uno que encabeza Rafael Cuesta Caputti. Y para Asambleista Nacional, observó juristas de talla en las listas 7 y 6. Alcalde de Guayaquil debe continuar Jaime Nebot, que sería a la postre un gran Presidente del Ecuador, Dios Mediante. Gracias Paco por tu buen consejo.