En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros es táis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pediréis lo que deseéis, y se realizará. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y así seréis mis discípulos.[1]
1. Hoy celebramos el Día de la Madre. Pero, a pesar de la celebración del Día de la Madre, la maternidad en la actualidad está muy mal comprendida e, incluso, rechazada. Seamos sinceros y dejémonos de mentiras: ¿Va hoy la mujer al matrimonio con la ilusión de ser madre? Cuando una esposa sale encinta de un tercer hijo, ¿no se la tacha de irresponsable y se le agrede de mil modos? ¿No se considera hoy un avance el derecho de la madre al aborto: a matar a su propio hijo? ¿No se piensa que la maternidad le viene pequeña a la mujer de hoy y que para ‘realizarse’ debe buscar otros campos fuera del hogar? ¿No es visto el papel de la madre en el hogar como una esclavitud y una frustración? La mujer de hoy no se pone al servicio de la maternidad, sino, por lo contrario, pone la maternidad a su servicio: al casarse, retrasa al máximo el embarazo porque es un obstáculo para el trabajo o los estudios; cuando, por fin, tiene un hijo, es por el gusto de tenerlo, con una inconfesada actitud egoísta; casi, casi, como una mascota que te da compañía. Luego, quizá, ‘la parejita’. Ya desde allí, más hijos, ni hablar: son una carga, un problema, un obstáculo, una complicación… En el fondo, no es la mujer al servicio de la maternidad, sino la maternidad al servicio de la mujer… ¿Exagero? Haga una encuesta entre las chicas de 17-20 años y pregunte si tiene ilusión de ser madre; o cuántos hijos les gustaría tener; o si están a favor del aborto en ciertos casos…
2. Hoy, más que nunca, es preciso que la madre cristiana tenga un modelo de madre en el cual fijarse. Cuando se restaura una imagen, el restaurador necesita un modelo. Hoy la maternidad está realmente desfigurada y debe ser restaurada. Necesitamos una madre modelo. María es esa ‘madre ideal’ porque fue una ‘madre real'.
a. Para comenzar, su embarazo fue inmensamente ‘conflictivo’: Ella tuvo que soportar la situación más complicada que se puede presentar a una esposa. Todos sabemos que su embarazo fue por obra del Espíritu Santo;[2] sin embargo, Ella quedó encinta sin la intervención de su esposo José, de tal modo que se le generó una situación extremadamente difícil: él la rechazó. Dios pudo haber planificado las cosas de otro modo, pero quiso que así fuese para que, con ocasión del impasse, quedara claro el origen divino de Jesús: no fue concebido por intervención de varón, sino de Dios. Pero también para que fuese modelo de cómo ha de proceder toda madre ante los conflictos que le generen su embarazo. María aceptó las consecuencias de su insólito embarazo y respetó la vida que llevaba en su vientre, y, respetando esa vida humana, respetó la vida divina del Dios microscópico que anidaba en sus castas y virginales entrañas.
b. Además, María tuvo que ser madre de un Bebé sumamente conflictivo: que nacería en la más extremada pobreza, donde nacen los animales; que, apenas nacido, fue perseguido y amenazado a muerte por un Rey; que tuvo que vivir en exilio en Egipto, en condiciones inmensamente inseguras. Ella vivió muy pobremente, ya que su esposo no pasaba de ser un humilde carpintero de barrio. Ella vio cómo su Hijo fue abandonado de sus amigos, odiado por sus enemigos, rechazado por su pueblo, condenado a muerte, abandonado del mismo Dios… María, conociendo que esto estaba profetizado en la Biblia, jamás pensó en evitarse los problemas, huyendo de la maternidad o se le pasó por la cabeza ‘eliminar’ a su ‘problemático’ Hijo.
c. Y fue Dios mismo quien quiso que las cosas sucedieran así para los Esposos de Nazaret; entre otros motivos, para que María y José fueran ejemplo de conducta moralmente intachable ante todas las situaciones complicadas de una familia y sobre todo, de respeto a la vida humana desde el primer instante de la concepción.
3. El matrimonio, un sacramento y una vida de servicio al Señor. Así como a María Dios le pidió que le sirviera siendo madre, en todo tiempo Dios sigue llamando a la mujer para que le sirva de igual manera: siendo madre. Pero, así como María Virgen fue madre secundando el plan previamente trazado por Dios, y no de cualquier manera, así también, hoy la mujeres que están llamadas a servir al Señor en y por la maternidad, lo han de hacer como María, no de cualquier manera, sino siguiendo el plan de Dios. La maternidad es tan trascendental que no importa sólo el ‘
qué’, sino también el ‘cómo’. Si en todos los ámbitos de la vida es verdad lo que decía el poeta Miguel Machado, ‘que hacer las cosas bien hechas, importa más que el hacerlas’, mucho más en el ejercicio de la maternidad. Para ello, la mujer ha de ser madre siguiendo el plan de Dios. Por ejemplo: la madre soltera, ¿será madre según el plan de Dios? – Evidentemente, no.
a. Sin despreciar la maternidad biológica, lo que determina que una madre sea una ‘buena madre’ es la actitud de la madre biológica ante su maternidad. Por ejemplo, el caso de la madre soltera que abandona a su bebe en manos de sus padres para dedicarse a la diversión… Lo mismo podemos decir de la paternidad: el ‘qué’ es lo biológico; el ‘cómo’ es lo espiritual.
b. Los siete sacramentos son siete caminos a través de los cuales Dios nos da su gracia. Ha establecido un sacramento para cada momento importante de nuestra vida. Cuando llamada a una hija y un hijo suyos para que formen una familia, Dios les bendice, no de cualquier modo, sino con todo un sacramento: el Matrimonio. La Iglesia clasifica los sacramentos en tres grupos. Tres se llaman ‘de iniciación’, porque nos inician o introducen en la vida cristiana: el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación. Dos se denominan ‘de curación’, porque curan el alma o el cuerpo: la Confesión y la Unción de los enfermos. Dos se llaman ‘de servicio’: el Orden sacerdotal y el Matrimonio. El Matrimonio es, pues, un sacramento de servicio.
c. Quienes formar una familia de un modo digno de un cristiano e hijo de Dios, primero han de celebrar el sacramento del Matrimonio, y luego de haber recibido la bendición de su Padre, se han de consagrar a servirle ‘dando vida’ (procreando hijos) y ‘dando la vida’ (entregándose a los hijos que procreen) para educarlos cristianamente. Esto supone que el uso de las facultades sexuales ha de hacerse para engendrar hijos para Dios, del único modo que el Padre del Cielo quiere que sus hijos vengan al mundo: con amor, dentro de una familia y después del matrimonio. Veámoslo más detenidamente.
4. El plan de Dios sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia.
a. Dios creó el mundo, se lo entregó al hombre y le dijo: 'Quiero que lo termines tú'. Así Dios trató al ser humano, como a un hijo y un compañero en la obra de la creación. Él pudo haber hecho el mundo con aviones y computadoras y pudo haber creado de una sola a todos los hombres; pero le pareció una muestra mucho más bella de amor y respeto al hombre, dejarlo todo inconcluso para que él lo terminara. Y para esto nos dio la capacidad de trabajar y, sobre todo, la maravillosa facultad de procrear y traer nuevos seres humanos al mundo, como Él lo había hecho: Por amor y con amor. Sí, porque también a los animales les dio la capacidad de reproducirse; pero sólo el hombre lo haría como Dios, con amor y por amor.
b. Para que los seres humanos pudieran formar familias y procrear, Dios hizo que ellos posean, unos el sexo femenino, y otros el sexo masculino, dándoles las cualidades espirituales, psíquicas y corporales que les distinguen entre mujeres y hombres, hechos por Dios iguales en dignidad y distintos en papeles. Por el instinto sexual, el hombre naturalmente tiende a la mujer y la mujer al hombre. Por la inclinación al matrimonio, ambos tienden a buscar un compañero/a estable para toda la vida y formar un hogar. El instinto es común con los animales; la inclinación es exclusivamente humana. Es antinatural que el hombre tienda al hombre y la mujer a la mujer.
c. Y para que el ser humano fuese procreado con amor y por amor, Dios determinó que antes de tener hijos, el hombre y la mujer, el padre y la madre, hiciesen primero un pacto de amor ante Él mismo como testigo, uniéndose en santo matrimonio. Así los seres humanos vendrían al mundo, no como los animales, sino formando parte de una familia. El ser humano es la joya más preciosa de la creación. Así como para exhibir bambalinas basta un periódico extendido sobre una acera y, en cambio, para exhibir un collar de diamantes, se necesita un escaparate con terciopelos, cristales antibalas y guardias armados, así también, Dios determinó que los seres humanos naciesen, en un ambiente adecuado; este ambiente es la familia. Los animales ni se casan ni viven en familia. Todo ser humano, por tanto, tiene derecho a nacer, vivir y morir dentro de una familia.
d. La familia debe estar fundamentada en el matrimonio. El matrimonio es un pacto que hace un hombre y una mujer; en ese pacto quedan los dos unidos por Dios y ante Dios, y se comprometen a vivir amándose toda la vida para ayudarse mutuamente, tener hijos y educarlos. No es correcto y digno tener hijos antes del sacramento del matrimonio o fuera del mismo. El sacramento del matrimonio debe celebrarse una vez que los enamorados se conocen y están seguros del amor que dicen tenerse.
e. < /strong>El matrimonio es como un niño: existe porque dos personas (padre-madre) se aman, pero una vez que ha empezado a existir, su existencia no depende ya de las dos personas (padre-madre / novio novia) que concurrieron para que existiera, sino de Dios. Así como un padre y una madre no pueden matar al niño fruto de su amor, sencillamente porque han dejado de amarse, así los esposos no pueden terminar con el divorcio el matrimonio que celebraron un día por amor, sencillamente porque han dejado de amarse. El mismo Dios que dice: "no matarás a tu hijo", dice: "lo que Yo he unido, tú no lo has de separar". La vida de un ser humano y la "vida" de un matrimonio son sagradas porque Dios es sagrado. De aquí que si los enamorados se casan porque se aman; los esposos deben amarse porque están casados.
f. Cuando hablamos de ‘fines del matrimonio’ no hacemos referencia al motivo o los motivos por los cuales las personas se casan (por ejemplo, para beneficiarse de la economía de una familia que tenga empresas), sino de los fines que Dios se propuso para crear el matrimonio como alianza de amor entre un hombre y una mujer. Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos.[3]
5. Dar vida y dar la vida. Sobre la base de este plan divino y la celebración del sacramento del Matrimonio, se levanta toda una vida de servicio al Señor. Este servicio se sintetiza en dos cosas: ‘dar vida’ y ‘dar la vida’: el ‘qué’ y el ‘cómo’. Si quisiéramos sintetizar qué hace Dios con nosotros, diríamos en síntesis que Dios nos da la vida y nos ama. Que es exactamente lo que está llamada a hacer toda madre: la madre también nos da la vida y nos ama. La madre es la imagen de Dios más cercana al hombre. Y tanto es así que cuando Dios quiere decirnos cuánto nos ama, acude a la imagen de la madre: ¿Podrá una madre olvidarse de la criatura fruto de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara de su niño, yo jamás me olvidaré de ti. [4]
6. La maternidad tiene dos dimensiones: la biológica, dar vida, y la espiritual, dar la vida. La madre está llamada a vivir la maternidad: a dar vida – procrear – y a dar su vida por aquellos que dio vida – entrega total hasta el sacrificio de sí misma –. Estas dos actitudes transforman a la madre en un ser admirable, venerable y digno de toda gratitud.
a. La primera, la biológica, se alcanza mediante el respeto al carácter sagrado del doble sentido que inseparable e insoslayablemente tienen los actos propios de la procreación: el sentido unitivo (amor conyugal) y procreador (darle hijos a Dios). No es la de la madre la simple función de la ‘reproducción’ animal, sino la ‘procreación’ humana. La madre no ‘reproduce’ como las copias de los discos, sino que pro – crea con Dios y como Dios: con amor, por amor y para el amor.
b. La segunda, la entrega de la propia vida a la vida que se ha engendrado, es como todos los ideales, algo que, como las estrellas, nunca se las alcanza pero te marcan el camino. Si la primera se hace en una época de la vida y en un tiempo concreto; la segunda es tarea de toda la vida de la madre. Una madre nunca termina de entregarse a sus hijos, sino cuando muere. El ideal de la maternidad es tan grande que no alcanza jamás en esta tierra, sino sólo luego de la muerte, en el cielo. Y desde el cielo, la madre sigue pendiente de sus hijos.
c. Ambas tareas hoy han de ser rescatadas y revalorizadas, porque ambas son despreciadas en el mundo actual; lamentablemente no sin intervención a veces de la misma mujer, que se presta a degradar su propio ideal, porque no son pocas las mujeres de hoy que ni quieren dar vida – engendrar – ni dar la vida – amar sacrificadamente –.
7. Dar vida: la procreación
a. Lo primero que Dios espera de una mujer llamada a servirle como madre es que tenga hijos. El acto conyugal está íntima e indisolublemente orientado a la concepción. Nuestro mundo hedonista (felicidad = placer), que ha sustraído la sexualidad de su contexto divino original, desvinculándola de la procreación, el matrimonio y la familia para relacionarla sólo con el placer egoísta e irresponsable.
b. Nosotros hemos de afirmar que la sexualidad es un don sagrado, que debe vivirse dentro de un casto y responsable amor prematrimonial, sin relaciones sexuales o cosas parecidas, con miras a la entrega total dentro del matrimonio, donde la procreación sea un servicio a Dios para formar las familias de las que salgan los nuevos ‘redentores y redentoras’ del mundo.
c. No olvidemos que vivimos sumergidos en lo que la Iglesia llama la ‘cultura de la muerte’; que es el total irrespeto y desprecio de la vida humana que vemos se da hoy en el mundo: aborto, reproducción asistida, vientres de alquiler, maternidad subrogada…
8. Dar la vida: entregarse a quienes se ha engendrado
a. Además de dar vida, la madre está llamada a dar su vida por aquellos a quienes ha dado vida: sus hijos. Todo en su vida debe estar orientado a este ideal supremo. Incluso el ejercicio de una profesión y el desempeño de un trabajo fuera de casa deben estar, en el fondo, al servicio de su vocación de madre: lo profesional (trabajo) integrado en lo vocacional (hogar).
i. Por esto, la madre debe poder decir lo que de sí dijo Jesús: “Yo no he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida por los que amo… Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”.[5] De las dos dimensiones. La magnitud de todo amor se mide por la capacidad de sacrificio del amante por el amado. ‘Dime cuánto te sacrificas y te diré cuánto amas’. El amor auténtico se expresa y nutre de los detalles de sacrificio. El egoísmo busca siempre lo más cómodo, lo más placentero, lo más agradable.
ii. ¿Qué debe sacrificar la madre de hoy?
1. Sacrifica su propia comodidad y cuida ella misma a sus hijos. Hagámonos algunas preguntas al respecto:
· ¿Puede ser una madre sustituida por la enfermera que se encarga de alimentar al bebé en las horas más pesadas mientras la madre duerme?, ¿puede reducirse la alimentación de un bebe a operativo fisiológico sin afectividad alguna?, ¿le dará lo mismo al niño ser alimentado por una extraña que por su propia madre?
· ¿Es correcto que las muchachas de servicio que paseen al bebé, lo cambien, lo hagan dormir, y en las visitas al médico sean quien lo cargue, mientras la madre hace sus llamadas telefónicas por el celular? En estas ayudas ¿se piensa en el bien del hijo o en la comodidad de la madre?
· ¿No es totalmente imprescindible que el recién nacido experimente a través de la entrega materna lo que es la generosidad y el amor de la madre, que ama el sacrificio?
2. Sacrifica sus propias ambiciones profesionales. También sobre esto podemos preguntarnos:
· ¿Cuántas madres modernas se respaldan tras el emblema "calidad de tiempo y no cantidad" para apenas si estar con su niño? ¿Será que algunas madres de hoy son incapaces de sacrificar sus sueños individuales para donarse completamente a sus hijos?
· ¿Es correcto el planteamiento de un cierto de tipo de madre joven de hoy: pasar hasta 18 horas lejos de sus hijos, estudiando una carrera y, cuando vienen a casa, sentarse frente al computador para hacer tareas, y ponerles una película mientras ellas tranquilamente siguen desde su casa trabajando y realizándose?
· ¿Es correcto que haya tantos adolescentes que necesiten orientación, que son los psicólogos los únicos que tienen tiempo para escucharlos? ¿Puede una madre ser sustituida por un psicólogo? ¿Por qué se forman mejor los hijos de las presas viviendo con ellas en las cárceles que los niños de las madres que se pasan todo el día fuera del hogar?
9. No cabe duda: la madre de hoy, debe volver los ojos a Aquella Mujer que ha llegado a ser aclamada por todas las generaciones como Bienaventurada: María de Nazaret. Pero, como dice Jesús: El sarmiento puede dar frutos sólo si permanece en la vid, así una madre, sólo si permanece unida a Jesús, podrá dar
abundantes frutos…
Estimado padre:
Saliéndome un poco del tema, quisiera compartirle este artículo tomado del diario Hoy. Sé que estos argumentos usted ya debe conocer, pero no está de más recordarlos.
CELIBATO Y MATRIMONIO
por Fernando Moncayo Castillo.
Resulta morbosa la manera en la cual se ha manejado la noticia de
paternidad por parte del ?ex sacerdote y obispo? Fernando Lugo, actual
presidente de la República del Paraguay. Mientras más mujeres aparecen
reclamando el reconocimiento de sus hijos, más sexy se vuelve la noticia,
y ni se hable del personaje.
En los últimos días, han salido a la luz las fotografías del afamado padre
Alberto, quien en un lugar tan santo y tranquilo como Miami ha sido
captado en ?posiciones no aptas para un sacerdote?, junto a una compañera
cuya identidad se desconoce. ¿Será una de sus compañeras de set de
televisión? ¿O quizás se trate de una de sus miles de admiradoras que
veían al corpulento sacerdote todo los días en su show televisivo? ¿Será?
¡A quién le importa! ¡Por favor!
Lo que personajes públicos como lo son los dos citados anteriormente hayan
hecho de sus vidas no tiene por qué afectar la fe y esperanza que han
depositado millones de personas en la Iglesia Católica. ¿Acaso porque
dos, o 200, sacerdotes no son fieles a su promesa divina de celibato
quiere decir que la Iglesia debe eliminar este voto voluntario?
Pongámoslo de esta manera: si dos famosos hombres casados, o 200, que
han recibido el sacramento del matrimonio y que han jurado ante Dios ser
fieles a sus esposas, son descubiertos en una relación extramarital,
¿debería ser entonces anulado el sacramento del matrimonio? La respuesta
es ?No?. Hay sacerdotes infieles a Dios y hombres infieles a sus esposas.
No por eso todos los sacerdotes y todos los hombres casados son iguales.
El celibato y el matrimonio son promesas voluntarias que un hombre hace
ante Dios. El sacerdote promete serle fiel a Dios y ser célibe para
dedicar su tiempo y vida al servicio de Cristo. El hombre casado promete
ser fiel a su esposa para poder construir un hogar cristiano de acuerdo a
las leyes del mismo Cristo. Celibato y Matrimonio son promesas
voluntarias que deben cuidarse y cultivarse día a día. El tiempo pasa,
las emociones se van, el sentimiento cambia, ¡pero la promesa divina se
mantiene!
Pobres curas los que han sido infieles a su promesa voluntaria. ¿Acaso
alguien les obligó a ser sacerdotes? Si los obligaron, ¡qué pena! Es más,
¡qué tortura!, casi o más penoso que el hombre soltero que es llevado a la
fuerza al altar.
El sacerdocio es un oficio sagrado, igual que el matrimonio, instituido
por la Iglesia, en bien de la Iglesia y de su comunidad. El candidato al
sacerdocio tiene largos años para reflexionar y prepararse. De ninguna
manera se puede hablar de ?obligación? o de ?imposición? del sacerdocio a
un ?pobre hombre?.
Las tentaciones para el sacerdote y para el hombre casado están ahí, en
todo momento, en todo lugar. Hay que saber cuidar los momentos, los
espacios, los entornos. Hay que saber luchar. Tenemos que tener
conciencia, sacerdotes y hombres casados, que la promesa divina hecha es
eterna, tal cual rezaban antes las cédulas de los ecuatorianos: ?Hasta la
muerte del titular?.
Padre Paulino, soy madre de cinco hijos, que acertadas y que bellas sus palabras!, que no pueden ser menos si lo que ud hace es transmitirnos el plan de Dios. Nos invita a las madres a mirar mas arriba y a identificarnos con nuestra verdadera y maravillosa misión, y a luchar por llevarla a cabo. Admito avergonzada que en algunas cosas he caído en la trampa de los apuros del mundo, pero el leerlo me ha revitalizado y me ha animado a reubicarme y agradecer mil veces mas a Dios, el precioso Don de ser Madre y SÍ! quiero ser como María!
Dios lo bendiga Padre Paulino!
Gracias Padre Paulino por este escrito tan maravilloso en el Día de la Madre, no existe persona más humana y más llena de amor que nuestra Madre del Cielo, es un día para decirle cuanto la amamos y la necesitamos, hay que amarla y cuidarla siempre, es un día para homenajearla, para decirle cuan importante y bella y perfecta es para nosotros.
Con este título, de Madre, MARÍA aparece en la verdadera dimensión de su maternidad: es madre del Hijo de Dios, a quien engendró virginalmente según la naturaleza humana y educó con su amor materno, contribuyendo al crecimiento humano de la persona divina, que vino para transformar el destino de la humanidad.
Doy gracias a Dios por haberme regalado el don de la maternidad por 3 veces, y encontrar en María mi inspiración y modelo, ella es mi riqueza espiritual?
Felicitaciones Padre Paulino por todos sus escritos Desde mi Trinchera cuanto bien nos hace a todos con su Doctrina.
Que Dios lo bendiga y lo guíe siempre.
Bueno es cierto pero no es la Mujer o la Madre quien da la vida es Dios que mediante la Madre da vida la vida porque también hay casos de muchas Mujeres que no pueden tener hijos! por ser estériles, porque sólo Dios da el privilegio que sean Madres….
Muy buen mensaje Padre Paulino me hizo reflexionar mucho que Dios lo siga bendiciendo en su trabajo como sacerdote…