Los diez mandamientos, conjunto de normas de cultura que reglan el pensamiento occidental, disponen: “Honrarás a tu padre y a tu madre” resaltando el deber de todo hijo de amar y respetar a sus progenitores. En este domingo en que se celebra el Día del Padre, bien vale unas palabras en honor de quien fue uno de los pilares mayores para la construcción de la vida familiar de todos sus hijos. En efecto este recuerdo persiste mientras vive el hijo y en muchas ocasiones hasta que vive el nieto que lo alcanzó en el otoño, pero rebosante corazón de amor para el hijo. Por eso alguien afirma con mucha razón que los padres o Abuelos solo mueren cuando no hay ningún descendiente que los evoque.
La función del Padre en la vida familiar es determinante pues en unión de la Madre trazan el camino y se desviven por evitar peligros para el hijo.
Es cierto, que el Padre no tiene la ternura transparente de la Madre, puede no expresar tan fuertemente el amor como lo hace ella, pero en ese aparente gesto sobrio y contenido hay, sin lugar a duda una inconmensurable cantidad de afecto para el hijo. El hombre conocido con el apelativo de “Poeta de la India” supo plasmar ese afán de ayuda y profundidad de sentimientos hacia el descendiente cuando escribió en esa bella obra que comienza diciendo: “Mi canción hijo mío te seguirá hacia la sombra…” para significar cómo el verdadero afecto no se acaba con la muerte.
Es verdad que a los hombres no se nos autoriza para exteriorizar nuestros sentimientos, pero ello no impide que en este día evoque a mis abuelos en la eternidad; y me felicite y agradezca a Dios que mi Padre vive y puedo recrearme en su cariño y admirarme de su honestidad y conocimientos.
Para todos los hombres y mujeres, quizás valga el final de este verso del argentino Guillén.
“Que su alma nunca el dolor taladre;
Dale todo su amor filial, profundo:
Debes de esto saber: ¡Quien tiene a un Padre,
Tiene algo sublime aquí en el mundo”.
Excelente artículo