No creo en ese estribillo de la prensa corrupta. Es una generalización y por tanto una afirmación corrupta si acaso de ella se quiere sacar provecho. Hay periodistas de alma transparente, y otros que detrás de esa pantalla ejercen una gimnasia para calmar sus propias miserias o alcanzar sus objetivos personales. Pueden haber periodistas equivocados y otros más o mejor informados aunque se debe recordar que generalmente la verdad es un punto de vista, porque quien contempla un paisaje bien puede estar mirando desde otro ángulo muy opuesto donde no se ve una laguna sobre cuya existencia se está discutiendo. Lo único que debe quedar claro para el lector ávido de formar sus propias opiniones, es respecto a si un determinado comunicador trasmite o no esa transparencia de corazón a la que hago referencia.
Ya sin preámbulos voy directo al grano. Alfredo Pinoargote no me trasmite ninguna transparencia porque su torva figura no le ayuda, y no hablo solo en sentido figurado. Mis discrepancias con este señor son de vieja data y se fueron labrando desde que, como columnista de diario El Universo, escribió con tanta acidez contra la “colonia” libanesa en su lucha sin cuartel en contra Abdalá Bucaram en los tiempos en que este dominaba el escenario del municipio guayaquileño y pretendía llegar a la presidencia que la llegó a perder en sus dos primeros intentos.
Son chistes muy buenos, del más fino y profundo humor. Son para reflexionar y al mismo tiempo disfrutar.