Más allá de la palabra democracia

Como que después de tantos siglos de uso la palabra democracia ha perdido toda la riqueza ideológica, la magia de convulsionar los corazones que, aparentemente, traía consigo.

¿O, quizás, y tal vez lo más acertado, que en tanto las condiciones societarias de la vida de los pueblos, hay también alternativas textuales de hacerla propia y proyectarla? Pero si aun tiene sentido vivirla en una práctica social, y no sólo saberla almacenada en archivos que ya nadie consulta, la democracia debe ser entendida y aceptada en presencia de relaciones de convivencia que expresen el máximo de bienestar social, en y desde un referente permanente de justicia y libertad.

O sea, en y desde el respeto a ser diferente, que no es más que la autenticidad de cada quien para tener el derecho individual a realizar su destino. Si esto no es cumplido de nada sirve el cargamento de bondades que pueda definir a cualquier ismo de acción política, sea populismo, socialismo, comunismo, corporativismo, humanismo u otro que tome posición en el mercado de la lucha por el poder.

Pero, guste o no, la fuente básica de todas las posibilidades conscientes, que determinan compromisos, participación o decisiones, de la interacción social es la libertad… Sin libertad hasta el alimento que alguien proporciona a un tercero, y este obligadamente tiene que aceptarlo, violenta su razón de existir, degrada su condición de humano.

No importa que no haya jaula física de por medio. Una ley, un reglamento, una norma puede ser la punta de la lanza que promueve la domesticación, en cuanto a no pensar, no plantear, no discutir, no disentir. Quiera que no ir, casi en forma insensible, al no razonamiento, evitar la consciencia de las cosas, perder la perspectiva crítica de la cosmovisión creativa. Dejar de ser uno en cuanto a la condición humana y entrar a participar del mundo exclusivamente zoológico.

O sea, violentada la libertad, amordazada la libertad, marginada la libertad, la razón de la vida ya no es vivir. A partir de ahora el miedo ordena. La delación define los comportamientos. La persecución marca los pasos a seguir de las personas. La culpa reemplaza a la inocencia…!

El asunto, sin embargo, es más grave. Porque los gobernantes y testaferros del poder, por ignorancia o por intereses propios, están convencidos que la libertad del humano es una condescendencia constitucional o una gracia del mandatario. Esta aberración siempre tendrá que ser denunciada como atropello a la vida. Nacer es ser libre. La libertad no es el resultado de ninguna negociación social, en tanto la vivencia de uno no resulte ni pretenda el malestar de la vivencia de otro. En este contexto aquí planteado, en la práctica social la libertad es pensar, es opinar, es tomar posición, es capacidad para convenir o no, es alternativa de no participar o consensar. Sin imposiciones.

¿Es que en CONARTEL nadie conoce un mínimo de esto? ¿De dónde sacan, además, sus funcionarios que una u otra fuente televisiva es capaz de influir en los menores y cambiar sus comportamientos? Claro que toda información afecta. Sólo que los contenidos de cada mensaje son receptados y aceptados como parte de un comportamiento cuando, en gran medida, no vulneran los intereses y los valores del receptor. Además, una conducta puede alterarse, pero desde diferentes medios o fuentes informativas que actúan en conjunto, y que propician, en la prefiguración cognitiva y emotiva del receptor, un foco de atención en la intencionalidad externa aceptada.

Jamás es unilateral un cambio exigido. Demostrando incapacidad de gestión en sus funciones, CONARTEL , al convertirse en un supervisor más allá del bien y del mal, y diseñar las conductas de los ecuatorianos, en cuanto a lo que deben ver y oír en la televisión, y a qué hora, está erigiéndose en el Torquemada ideológico de la comunicación. Qué barbaridad!. Qué estupidez!. Qué payasada!