24 noviembre, 2024

Dios es el mejor afinador del alma

En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: – Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.  Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma[2].

1.            Para intentar profundizar en este Evangelio, distingamos tres conceptos: casa, familia y hogar. La casa construyen los arquitectos, con cemento y madera; la familia la hacen los padres, procreando hijos; el hogar es el ambiente logrado por los que conforman una familia. El hogar se logra a través de las actitudes positivas de todos los miembros de una familia. La casa es algo material; la familia es algo biológico; el hogar es espiritual. La casa depende de la técnica. La familia, de la sangre; el hogar, del espíritu. El hogar se construye con virtudes[3], y se destruye con vicios[4]. No basta tener casa y familia: muchos tienen casa y familia, pero no tienen hogar. Todos necesitamos un hogar; un espacio donde se sienta y respire el cariño, la comprensión, la paz, el amor, el respeto… Quien tiene hogar, sale de su casa feliz y feliz vuelve a su casa. Quien tiene hogar, añora su familia y en su familia encuentra el oasis del desierto de su vida… El que carece de hogar, alimenta su soledad de soledad; nutre su tristeza de tristeza. El que tiene hogar, vive y vive con ilusión.

2.            En este evangelio, Jesús aparece generando hogar, acogiendo a los suyos.  

a.   Jesús, aunque formó parte de una familia, Él mismo no generó una familia. No pudo ofrecer a nadie una casa, porque ni siquiera la tenía: Los pájaros tienen nidos, las raposas madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza[5]. Quizá por eso no quiso tener casa ni familia, para enaltecer la importancia del hogar. Jesús supo generar hogar, la esencia del hogar para sus íntimos, como nos cuenta el Evangelio de hoy: los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado: Él les dijo: – Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.

b.   Todo grupo humano que funciona – una oficina, una empresa, un club social, una comunidad religiosa, un centro educativo –, cuando uno de sus miembros quiere expresar que en su grupo hay intimidad, amor, compresión… dice, “somos una familia”; pero, realmente una familia es un grupo de amor cuando en ella se respira el ambiente de un hogar, y hogar, en sentido primitivo es sinónimo del fuego que calienta una estancia… en el fondo del fondo, en castellano, hogar es lo mismo que fogón, chimenea, brasero;  es sinónimo de ‘espacio donde se respira el fuego del amor’. Así como suena.

3.            La vida de Jesús no era la de un fraile cartujo encerrado tras los muros de un convento. Todo lo contrario: siempre estaba rodeado de gente, y yendo de un lugar a otro; sin tiempo ni para lo más elemental: Eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. La vida actual es así: los componentes de una familia no tienen tiempo ni siquiera para comer juntos. La familia de hoy debe hacer lo imposible para sobrevivir en medio del jaleo diario, para reconquistar, conservar y f
omentar el ambiente de hogar. Muchos hombres y mujeres de carácter gris proceden de familias que no son hogar.

4.            Para intentar neutralizar aquello que pueden impedir la consecución del ambiente hogareño, hemos de captar que esos factores nocivos no siempre son cosas malas, sino también cosa buenas. Yo hablaría de “el peligro de las cosas buenas”.

a.   Un padre, una madre, un hijo, una hija, tienen el peligro de dar la espalda a su hogar, no sólo por culpa de cosas como el alcohol y las drogas, sino también por culpa de cosas tan buenas como el trabajo, los hobbies, el deporte, el intenet, los amigos, los grupos religiosos que de modo imprudente exigen más tiempo a sus miembros, con detrimento del tiempo debido al hogar.  

b.   La preocupación por las cosas buenas y urgentes, pueden ir dejando constantemente relegadas a la ocupación en las cosas mejores e importantes: los hijos, la esposa, el esposo, los hermanos, los padres…

c.   La vida hogareña puede hacerse imposible no sólo por culpa de los padres, sino también de los hijos; y no sólo por culpa de  los hijos, sino también de los padres: Ya podrían haber unos padres maravillosos, tiernos, dulces serviciales, cariñosos, siempre presentes en casa para acoger a sus hijos; que si los hijos no saben valorarlos, tampoco habrá hogar. Ya podrían los hijos tener hambre y sed de hogar, pero si los padres no están en casa, los chicos y las chicas no tendrán dónde satisfacer su necesidad de hogar.

d.   Jesús atraía, acogía y generaba hogar; pero también los Apóstoles lo buscaban y volvían a Él y lo tenían como punto de referencia en sus vidas. Los Doce volvían con inmensas ganas de contar sus angustias a Jesús, y, en el lugar y en el momento en los cuales ellos calculaban que estaba Jesús, allí se encontraban con su Amigo del alma… No cabe duda, ellos tendrían muchos amigos y parientes, pero al que venían a contarle sus aventuras, penas y alegrías, consuelos y desconsuelos era a Jesús, y lindo es que lo encontraban. También para Jesús, los suyos eran importantes: Alguien le dijo: ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos… Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos[6].

e.   En qué hogar no hay interruptores. Pues, aprendamos – como diría San Francisco, si en su época hubiera tenido luz eléctrica – de nuestro “hermano interruptor”: Si por la noche me levanto, es necesario que el interruptor esté allí donde debe estar y funcionar; porque si no está,  o funciona mal, tendré que vérmelas con mi problema en la oscuridad. Igual en el hogar: los hijos necesitan que los padres ‘estén allí’ y ‘funcionen’ (que no estén amargados, tristes y tensos, porque, entonces, están allí, pero no funcionan); igual los padres respecto a los hijos.

5.            ¿Y cómo lograr que todos los miembros de una familia estén ‘en forma’ para irradiar las virtudes propias de un hogar?

a.   Un viejo tocaba su violín en la acera de una gran ciudad. Lo hacía francamente mal. La gente movida por la compasión echaba alguna moneda en su sombrero. Pasó por allí un músico, virtuoso del violín. Captó que el violín era una pieza antigua de excelente cali
dad. Un auténtico Stradivarius. Pidió al viejo que le dejara toca. El anciano se lo dejó. El músico, lo primero que hizo fue afinar el violín. Comenzó a tocar. El sonido era tan genial, que el viejo empezó a gritar lleno de alegría: ¡mi violín, mi violín, mi violín!
Somos como instrumentos de cuerda, que nos ‘desafinamos’ entre pieza y pieza musical (en los conciertos, los músicos necesitan hacer eso con sus instrumentos).

b.   Así es la vida, el trabajo, la convivencia, las penas… nos desafinan el alma. Tenemos que ir constantemente al Afinador del corazón humano: Dios. No olvidemos que los Apóstoles no vol-vían a cualquiera; Jesús era Dios: Los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Dios  nos afina y  armoniza en el encuentro mutuo de la oración, en el perdón de la Confesión, en la correcciones que nos hace el Director espiritual, en un retiro de fin de semana con nuestro grupo de oración, en una caminata con los pies descalzos por una inmensa playa solitaria, en la marcha por montaña llena de verdor y de espeso follaje… Dios es el Gran Afinador del alma humana; no basta – como muchos piensan hoy – ir al terapista familiar o al psicólogo… El mejor ‘terapista familiar’ y el mejor ‘psicólogo familiar’ es Dios. A Dios, para afinar el violín de nuestra alma, le sobra y le basta cualquier rincón del mundo, siempre y cuando nos pongamos en Sus manos. Por esto, como los Apóstoles, es bueno, necesario y, a veces, urgente, hacer como esos pobres hombres – igual que nosotros-: los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: – Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.

6.            Como el violín del cuento, podemos ‘sonar mucho mejor’, podemos dar mucho más de lo que damos y ser mejores de lo que somos: una madre maravillosa, un padre increíble, un hijo de ensueño… La música que sale de nosotros puede ser mucho más agradable a los oídos de Dios y los demás… Pero tenemos que volver constantemente al Afinador. Mucho amor a nuestros prójimos – próximos – mostramos cuando luchamos por mantener unas buenas relaciones con Dios. Y el revés, muchas de nuestras asperezas, groserías, traiciones, injusticias y desamores con los nuestros no son sino una clara manifestación de una camuflada y muchas veces no reconocida, mala relación con Dios. No lo negaremos, si somos sinceros.

7.            Una cosa es una familia con problemas y otra, una familia problemática. No hacer problema de los problemas es el secreto de una familia que no es problemática: un hogar.  Dice el Evangelio que Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

a.   Jesús está cansado. Capta lo agotados que vienen sus discípulos. Busca un lugar solitario. Despide a la gente. Se embarca y se dirigen a la otra orilla. Cuando llega se encuentra con algo que no esperaba: Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma: no bravo, no enfadado, no para quitárselos de encima…

b.   Muchas veces, la paz hogareña se altera cuando los demás nos salen por donde no lo esperábamos: Justo, cuando venía cansado, mi madre me pide que vaya a la calle y le compre algo en el supermercado. Justo, cuando venía cansado del trabajo con un dolorzazo de cabeza, me encuentro con mi hijo que se ha roto la cabeza jugando. Justo, cuando tenía ilusión de salir con mi esposo al cine, viene y me pide que vayamos a visitar a mi suegra que ha caído enferma. Justo, cuando iba a prepararme para el examen de pasado mañana – cuando había terminado de hablar una hora con mi enamorada – mi hermano pequeño me pide que le ayude a resolver un problema de matemáticas… Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

c.   Los componentes de una familia son seres falibles, defectuosos, pecadores. Las crisis familiares no se presentan cuando todos son infalibles, perfectos, santos… La mansedumbre es la virtud que ejercitamos, justo, cuando el otro se muestra pequeño, limitado y pecador: Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado[7].  

d.   Jesús dijo que teníamos que ser mansos como palomas[8]. Cuando la paloma es agredida, ella no agrede, sino que levanta el vuelo a un lugar más alto, lejos del agresor; y así vence. Muchas veces una retirada a tiempo es una victoria. Los que saben guardar silencio muchas veces son los mejores constructores de la paz. Más paz generamos muchas veces, callando, que hablando. Nuestros padres nos enseñaron a hablar, nosotros tenemos que aprender a callar.

e.   La mansedumbre no es virtud de débiles, sino de fuertes. La fortaleza más grande no la demostramos dominando a los demás, sino a nosotros mismos: manteniendo la calma, cediendo, “perdiendo”.

f.   Terminemos con un consejo de San Pablo: Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo[9].


[1] Las homilías del P. Paulino Toral las puede encontrar desde el viernes anterior al domingo en el que toca la homilía en: https://www.desdemitrinchera.com/  y en http://www.samconline.org/

[2] Mc 6,30-34

[3] He aquí algunas virtudes: Fe, esperanza, caridad, paciencia, delicadeza, sinceridad, alegría, obediencia, generosidad, justicia, fortaleza, templanza, prudencia, valentía, humildad, paz, comprensión, dominio de sí, bondad, lealtad, amabilidad, castidad, responsabilidad, mortificación, silencio, frugalidad, laboriosidad, moderación, limpieza

[4] Enumeremos algunos defectos: ser tacaño, ser terco, quejumbroso, egoísta, envidioso, malhumorado, irascible, susceptible, agresivo, discutidor, rencoroso, hiriente, chismoso, duros de corazón, insensibles, individualistas, desordenado, precipitado, lento, indeciso, inconstante, negligente, blando, protestón, descontento, mentiroso, tramposo, ingrato, perezoso, mal pensado, difamador, olvidadizo, adulador, despreocupado, irresponsable, impuntual, desleal, desobediente, rebelde, abusivo, hipócrita, frívolo, superficial, flojo, mezquino, tímido, cobarde, impasible, arrogante, vanidoso, soñador, cómodo, maniático, orgulloso, vengativo, curioso, iracundo, desaliñado, etc.…

[5] Mt 8:20

[6] Mc 3:33-35

[7] Ga 6:1

[8] Mt 10:16

[9] Col 3: 12-13

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