No siempre las grandes acciones o las grandes expresiones son las que ponen de relieve una virtualidad o una defección del individuo. El vicio o la virtud de un gobernante aparecen también como consecuencia de pequeños hechos, de pequeñas y quizás involuntarias frases, de exabruptos como “Ya tengo 70 asambleístas” o “Que no me lleven ese pasquín a las escuelas”.
Mis asambleístas. Mi Asamblea, Mis escuelas. Frases infelices que revelan un sentido de propiedad privada sobre instituciones públicas y la identificación de su persona con aquellas.“E lEstado soy yo”, en su criolla versión latinoamericana. O, al decir de Bolívar,“¡ nadie se entiende con nadie,todos se entienden conmigo! ”, jugando entre el autoritarismo y la megalomanía. Hoy Correa pretende resucitar y embutirnos a Bolívar y debiéramos saber por qué y para qué.
No dudo de la adhesión de Correa a Bolívar. Hay personalidades superiores y brillantes que suelen ser emuladas por otros menos afortunados, aunque el Libertador – uno de los personajes históricos que cuenta con innumerables y contradictorias biografías que responden a las subjetividades de sus biógrafos – no se hizo acreedor en Guayaquil a la pleitesía que con inusitado vigor impulsa este gobierno dizque bolivariano, probablemente en su afán de fastidiar a una ciudad que no ha hallado méritos para semejante culto.
Que me perdonen los historiadores, pero uno fue el Bolívar militar y pensador, y otro, muy otro, el Bolívar político y gobernante. Aquél, exhibió su brillantez como estratega , su valor como guerrero y su visión americanista ; este último, mostró a un incompetente confeso que, paradójicamente, no trepidó en hacerse nombrar presidente, libertador, dictador y cuántas nominaciones creyó necesarias en los países que él liberó, para satisfacer sus ansias de poder. Quería la presidencia vitalicia de los mismos y por ello se ganó el repudio de los pueblos colombiano y peruano. ¿ Coincidencia histórica?
De pronto empezamos a ver unas pocas similitudes y tremendas diferencias en las personalidades de Bolívar y Correa , rogando al lector considerar la enorme diversidad dimensional entre ambos . Bolívar gustaba del estilo ampuloso y solemne, de la estrategia bélica, de sus arengas filosóficas y de sus consecuentes acciones ; las batallas le sedujeron más que los gabinetes y tareas de gobierno Le compararon con Enrique IV, de quien se decía que “había pasado mucho más tiempo con el culo en la montura que en el trono”. Correa, por su parte, pasó mucho más tiempo con sus pies en las tarimas y frente a las cámaras que despachando en su oficina, empeñado más en sus batallas electorales que en gobernar.
Bolívar estaba convencido de sus principios filosóficos y humanísticos y los exponía con pasión, asistido por su alta cultura clásica. Siempre proyectaba el futuro de América y aún del mundo entero (“ en la marcha de los siglos podrá encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo el Universo” ) .
Correa, contrariamnente, sigue empecinado en regresar al pasado con vocación aislacionista , convencido de la bondad de sus yerros y vociferando contra todos cuantos disientan de sus equivocaciones . Su innegable comunicación con el público pasa por el instinto, la emotividad y el sentimiento, más que por la intelectualidad de sus auditorios. Los busca primitivos o golpeados por la injusticia social, aprovechándose del lamentable descenso del nivel cultural y del aborregamiento natural de las masas: es el mayor demagogo que nos ha tocado soportar.
Al igual que Hitler, su estrategia política es hacerse de enemigos a quienes zaherir, convocando a los demás a que participen de sus odios ( “ si es necesario, de un enemigo haremos cien”, tronaba Hitler).La falsificación absoluta que se haga de la verdad en el Ecuador, le importa un bledo. Las corrupciones que brotan como hongos en su derredor, no son tales : a lo más errores administrativos. Cree que vivimos en prosperidad.
Bolívar , en verdad, no estaba para estos menesteres ni para estas falsificaciones. Su paradoja era otra : en carta al general Nariño , le confesaba : “ No sé, no puedo ,no quiero gobernar” , Y en otra ocasión escribía : “ Estoy cansado de dar órdenes, estoy cansado de gobernar esta República de ingratos, de que me llamen usurpador, tirano o déspota . No tengo conocimientos para administrar el Estado, jamás revisé una cuenta, no entiendo nada de diplomacia”.
Estas frases , que ponen gran distancia entre Bolívar y un Correa que cree saberlo todo, fueron contradichas con su aferramiento al poder, lo cual sin duda los vuelve a acercar. Irónicamente, Bolívar nunca se decidió a renunciar y su admitida incompetencia siguió dominando el escenario político. La sensación de poder pesaba más. .La proeza de Bolívar , de dimensión continental, unificadora y sobrehumana ( “para nosotros, la Patria es América” ), Correa la oscurece y degrada, poniendo al Ecuador en peligro de guerra con Colombia ; proveyendo a la desintegración de la Comunidad Andina de Naciones ; entregándose a las FARC al solicitar su indigno testimonio para mantenerse en el poder, sin calcular el precio de ese grave contubernio ; interfiriendo en asuntos internos de Honduras, exhortándola a luchas callejeras y a un inevitable baño de sangre ; aliándose con la podre y las insignificancias políticas de latinoamérica y , por último, malquistándose con los EE.UU.,nuestro principal socio comercial.
Penoso es decirlo, pero Bolívar y Correa, en sus respectivos tiempos y en sus diferentes dimensiones humanas, se enfermaron de Poder. Poder perpetuo. Poder sostén. Razón de vivir. Razón de sus neurosis y de sus delirios de grandeza. Identidad plena , aunque negativa.
La Revolución bolivariana, invento del gorila Chávez para encubrir sus afanes de dominación regional, sólo es un mito, una bandera de combate. Una cortina más.. Nuestro bolivarianismo se ha limitado a bautizar con ese nombre un Museo, ignorando que los Museos del mundo se identifican mejor por sus contenidos (arqueológico, de arte moderno, de historia natural y un gran etcétera). ¡Qué bolivarianos somos! Si se enterara Bolívar, le aconsejaría a Correa volver a las tarimas y forjar una nueva campaña electoral. Para eso es inmejorable.
ELIMINANDO A CHAVEZ SE QUITA LA RABIA
Realmente brillante su análisis. Simón Bolívar será siempre recordado, sin discusión, como el genio de la guerra. También como el sentimental galán. Si deseó vehementemente el poder , por lo menos hizo méritos en el campo de batalla y dió su vida por sus principios. El otro utilizó las más puercas triquiñuelas jamás antes vistas, para apoderarse del poder absoluto, con fines revanchistas y perversos. Que yo sepa, a Bolívar jamás se lo tachó de mentiroso, soez, despilfarrador del erario o de tener un círculo rosa. Creo que hay un abismo insalvable entre la ambición de Bolívar y la de Correa.
I. Hurtado.