Aparentemente, las ideas reivindicatorias socialistas, entran en el juego del mercado de la política, con la advertencia casi apocalíptica de Marx y Engels en su Manifiesto del partido comunista, puesto en manos de la opinión pública en 1848. Para el común de las gentes, al menos, hablar de comunismo o socialismo o anarquismo o terrorismo es lo mismo que hablar de marxismo.
Algo, por cierto, improcedente. Pero que es parte del juego del marketing, aun hoy día, en la lucha ideológica por la toma del poder, al poner a la luz de los enfrentamientos, la desnaturalización de las concepciones partidistas del contrario. Esto de querer un modo de vida no explotativo y de igualdad social, económica, política, cultural en que los pueblos sientan, por vivencia personal, la inocencia de la felicidad en medio de la más amplia libertad y la mayor de las justicias, es una cuestión desde hace siglos. Propuesta casi permanente. Con prevalencia de planteamientos cívicos, religiosos y hasta místicos.
Aspiraciones y querencias que buscan realizarse mediando un colectivo comunitario en donde todos los participantes encuentren su razón de ser sirviendo, solidariamente, a los demás. De una u otra forma. Pero el objetivo siempre busca la posibilidad en el futuro y en algún presente, cuando de repente ha sucedido, no ha pasado de una fantasía histórica de segundos. Tomás Moro hizo, por ejemplo, literatura casi iniciática con su Utopía de 1516, siguiendo a la República de Platón, criticada por Aristóteles. La Ciudad del Sol de Campanella y La Nueva Atlántida de Bacón continuaron en cortejo, recordando y hasta promocionando el tratamiento social en común.
Es, sin embargo, con los trabajos publicados, entre finales del XVIII y mediados del XIX, con búsqueda pragmática de aplicación, por Robert Owen, Etienne Cabet, Saint-Simon, Charles Fourier, Louis Blanc que el socialismo es tomado en cuenta con seriedad, y como parte del destino aun pendiente por concluir de la revolución de 1789.
¿Hasta qué punto puede estimarse una verdadera practicidad en estas intenciones que pretendían ensayarse? Owen, incluso poniendo sus inversiones a la orden de sus ideas socialistas, luego de fundar Nueva Armonía en Indiana (USA), tuvo que aceptar su fracaso 5 años después de 1825, cuando inició esta aventura de colonia comunitaria. Algo semejante sucedió con las unidades de trabajo social corporativo de Fourier denominadas falansterios que, al tratar de conformarlas, no pasaban de las buenas intenciones, tal cual ocurrió con la Granja de la Cañada (1842-47) integrada por colonos europeos en Estados Unidos.
El socialismo, sin embargo, no es bajo estas circunstancias nada unitario sino una abstracción muy polivalente. En realidad son muchos ismos y cada uno confeso inamovible en su posición, manoteando alguna salida a la cuestión social de los oprimidos, sin marginar la camisa de fuerza del idealismo de su concepción del mundo. La importancia del socialismo y del comunismo crítico-utópicos, sentencian Marx y Engels, está en razón inversa al desarrollo histórico. Pues el verdadero socialismo, para ambos, nada tiene que ver con las aspiraciones de algún filósofo o político por implantarlo.
Fueron Marx y Engels, además, quienes explicaron que las leyes del desarrollo social definen cada etapa o momento histórico que los humanos tienen que vivir, al margen de sus deseos y voliciones. El socialismo tiene que, se quiera o no, cumplirse una vez que ha concluido la etapa anterior del proceso del desarrollo histórico de una sociedad. Ambos esperaban, por las condiciones socio económicas y políticas existentes, que apareciera en la Alemania de su época. Pero es en la Rusia de los zares, donde no prevalecían las circunstancias específicas definidas por los ideólogos del “socialismo científico” que, en 1917, hace presencia.
¿Qué falló? En todo caso, después del estudio de Marx sobre el sistema capitalista se dieron cita los marxismos interpretando, desde muchas alternativas, lo que debía hacerse para el cumplimiento de su tesis hacia el socialismo. Era como una varita mágica para aclarar todas las problemáticas, una llave para abrir todas las puertas, una clave para entender todos los códigos. Son muchos nombres, con sus marcas, estilos y propuestas que han dejado huella desde su propia comprensión de la obra de Marx. Están, entre los más votados, con clientela propia, Jean Jaurés, Rosa Luxemburgo, Karl Kausky, Karl Liebknecht, Lenin, Trotsky, Bujarín, Stalin, Mao…
Y a partir de cada huella abanicos coyunturales, rampas de despegue de las nuevas izquierdas… Es que Marx planteó un estudio, un análisis del capital para, conociendo su esencia, solventar las realidades posibles de una sociedad de justicia, de cuyas reglamentaciones para realizarla, nada dejó escrito.
Mejor dicho, no existe ningún manual elaborado por Marx que de razón de los pasos operativos para dar forma a una sociedad socialista. ¿Cómo hacerlo sin negar, con esta imposición, la declaración científica, tal cual creyó, de su obra? Ahora, lejos del fatalismo de 1848, los socialismos coyunturales, (“oportunistas” o “revisionistas”) sinónimo de marxismos están, desde hace mucho tiempo, en la vitrina de los reciclados y cambalaches…
Hay socialismos hereditarios, de compadrazgos, de reciclajes partidistas, según definición del horóscopo, de acuerdo al correr del tiempo, por la geografía en que están localizados y hasta socialismos virtuales o electrónicos. O sea, pese a la contradicción de su esencia, hay socialismos para todos los gustos!
Lo felicito. Es el análisis mas sencillo e inteligente que he leido a este respecto.