El gobierno ecuatoriano no goza de una buena imagen internacional: es considerado amigo de las FARC, de haber sido financiado por este grupo subversivo, de alinearse con países del eje del mal como Cuba, Venezuela, Irán, considerado amenaza para la paz mundial y apoyador del terrorismo, cuyo presidente niega el holocausto considerándolo una mentira, con lo que ofende a los familiares de las víctimas de esta brutal exterminación.
La desesperación de este gobierno por conseguir dinero lo ha llevado a establecer un protocolo de cooperación entre el Banco Central del Ecuador (BCE) y el Banco de Desarrollo y Exportaciones de Irán (EBDI) para recibir una facilidad de crédito de apenas $40 millones de este banco cuestionado por EE.UU. por apoyar actividades ilícitas, relacionadas a la fabricación de armas de destrucción masiva.
A estas amistades ahora añade la de Gaddafi, dictador de Libia por 40 años, que recientemente recibió como héroe a Al Megrahi, el bombardero de Lockerbie, culpable del desastre del vuelo 103 de PanAm, encarcelado hasta hace poco y liberado por motivos de compasión por estar cerca de la muerte.
Es sospechoso el criterio de las mentes lúcidas que los lleva a comprometer el futuro de los ecuatorianos relacionándonos con este eje maligno, aislándonos y convirtiéndonos en parias de la comunidad internacional por conseguir unos pocos millones de dólares manchados.