22 noviembre, 2024

¡Estamos vivos!

Creo que la diferencia entre la vida y la muerte es la reacción. No el respirar, hablar ni llorar ni experimentar sensaciones. Porque creo que se puede hacer todo eso y vivir como si se estuviera muerto: ser “tibios”, como los califica la Biblia o “mojón de marea”, como dice el común denominador en los barrios. ¿Usted vive o muere?

No soy quién para perturbar su cotidianidad ni mucho menos alguien para exigirle su sacrificio en torno a un tema en el que definitivamente es mejor quedarse callado por las complicaciones que implica. Pero creo que es necesario, en las actuales circunstancias de la vida nacional –y por el bien de todos- repensar en nuestro papel como sujetos sociales. Pues por ahí he leído algunos artículos y sugerencias que demandan, en pocas palabras, ver y dejar pasar. Escuchar y hacer como que no se escucha. Es decir, ignorar.

Porque… ¿qué de propositivos tienen estas actitudes? O mejor… ¿qué de constructivas se plantean para nuestra democracia? Que nos callemos sólo para dejarlo que hable como loco, a manera de desprecio o prueba de desafecto, es igual a no hacer nada, a no reaccionar, por lo estéril de su efecto. Y el resultado explícito del hecho es seguirle el juego sin beneficio de inventario a quienes han pensado científicamente en sacarnos del juego de la democracia, que es involucrarnos y actuar, para llegar a conseguir “la visión y versión única de las cosas”.

No nos callemos. Cada vez que escuchemos una de sus incongruencias, reaccionemos. Cada vez que sepamos de algún acto de corrupción, protestemos. Si quieren imponer algo que no le conviene a la sociedad, explotemos. Si quieren destruir algo que es bueno, también. También pronunciémonos por lo bueno que está pasando, porque eso es bueno. Pero no dejemos que la desidia nos atrape. Opinemos en los medios los que podamos. Comenten en sus barrios, en los taxis y en las busetas –todos, pobres, sánduches y ricos, adolescentes, adultos y ancianos, intelectualoides (aunque no se les entienda nada)- lo que están pasando. Y hagámoslo de manera propositiva. Otra vez más… ¡reaccionemos! No callemos ni por estrategia ni por desesperanza. Porque eso es hacer democracia.

Estamos vivos y no podemos permitir que nuestra conciencia viva como muerta. No nos quedemos en el odio. ¡Generemos opinión! Quizá uno o dos no hagan mella. Pero cuando todas las conciencias reaccionen les prometo que la Patria volverá a ser de todos…

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Nuestro miedo a protestar…

Vivimos limitados por el temor de que nos hagan algo. El miedo es lo que más nos daña. Cuando por el miedo dejamos de hacer lo que debemos y renunciamos a nuestros derechos, nuestra conducta se convierte en una sistemática cobardía de aceptación.

Pensar que nos pueden hacer algo por lo que decimos o renunciar a decir lo que pensamos por el temor a las represalias, es una esclavitud que coarta nuestra libertad. No poder decir lo que pensamos, nos convierte en subyugados.

Cada ser humano tiene una razón para su propio temor. El pánico es parte de la naturaleza humana. Nuestras flaquezas son inherentes a la condición mortal que poseemos.

Tener miedo no es un signo de debilidad. Es nuestro reconocimiento intelectual hacía una debilidad humana. Sabernos poseedores de temores nos convierte en seres ubicados en su verdadera dimensión.

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  1. Hola Luis Anotnio, muy buen articulo el tuyo, la verdad es que mucha gente parece que no estuviese viva, porque vivir con miedo es como no vivir, vivir asustado es estar muerto en vida, y lamentablemente muchos por miedo otros por quemeimportismo, viven en silencio escondidos en sus mezquindades cotidianas sin reaccionar, y aparentando estar muertos, aunque si se deja que el tirano siga actuando como lo esta haciendo, pronto los muertos seran verdaderos cadaveres, porque hasta la vida nos la van a arrebatar con ese socialismo sin sentido del resentimiento y del odio…

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