El 26 de noviembre diario Expreso publicó en sus páginas una nota sobre lo peligroso que es hoy transitar por la vía a Samborondón. La recomiendo por lo realmente precisa que es para concluir que la ética del conductor al volante es una manifestación de ese yo caótico ecuatoriano interno que todos tenemos dentro y que en ocasiones escondemos, pero al volante asoma en su versión más fea.
Y puede sonar exagerado lo que digo, pero es real. Más real cuando este 27 de noviembre a las 13:47 una camioneta marca Chevrolet modelo Luv D – Max de color plata, doble cabina (tengo las placas y se a quien pertenece) a las 13:47 casi me atropella cuando su conductor decide desobedecer la luz roja cuando yo cruzaba la Av. Malecón en su intersección con la calle Junín.
Conductor y acompañantes eran guardaespaldas que iban detrás de su jefe, este último a bordo de un BMW X5… Es que no lo pueden perder de vista. No vaya a ser que lo maten la picadura de una pulga (¿?)
Estoy completamente de acuerdo en el calificativo de peligrosa con que se tilda a la avenida principal que sirve de vía de ingreso y salida a las urbanizaciones que se asientan en la parroquia satélite La Puntilla en el cantón Samborondón. Hace bien su trabajo el señor Jorge Delgado Torres (el responsable de la nota publicada en Expreso) al tomar impresiones de los actores y a la vez perjudicados del problema. Bomberos, vigilantes y moradores samborondeños.
Los bomberos y sus desafortunados afanes cotidianos para atender accidentes menores o mayores en esa vía, son tomados en cuenta por el periodista. Ni cómo olvidar a los vigilantes de tránsito que soportan las rabietas de príncipes, condes y marqueses de la zona que ante la semejante afrenta de ser detenidos por estos uniformados, los niños bien explotan en carajazos y amenazas a punta de celular en mano llamando al amigo, al compadre, al pariente para que los libre del accionar de la ley y sus agentes ante la infracción de tránsito cometida. Y finalmente mis condolencias a los moradores que al final la zozobra la cargan sobre sus hombros porque son ellos los que viven en esa zona de Samborondón.
Igual cosa, pero en menor magnitud sucede en Los Ceibos y la Av. del Bombero de la ciudad de Guayaquil. Empujones, frenazos e irrespeto a las líneas blancas entrecortadas de división de carriles. Todo esto y más desquician a los más plácidos conductores al volante. Los enormes letreros verdes y reflectivos de señalización de vías, carriles o rutas son adornos. Igual el de la extrema derecha quiere en intersección cruzar al lado opuesto. Nada de esto se soluciona construyendo obstáculos (llamados policías acostados) cada dos kilómetros en la calle como una vez oí en una reunión de residentes en una ciudadela de la vía a la costa. La solución está en los conductores y en la decidida y enérgica acción de la CTG.
Volviendo al otro cantón guayasense que es Samborondón, la densidad poblacional en ese jirón de tierra que es la parroquia satélite La Puntilla se ha incrementado notablemente en el último lustro. Y como es obvio el número de vehículos a motor que transitan en la zona, también. La única manera para reducir la tasa de accidentalidad es que los efectivos de la CTG comiencen a imponer multas a los conductores por su imprudencia, impericia y a veces mala fe manifiesta al conducir. Operativos a diario, mañana, tarde y noche. ¿Cómo es que se ha hecho costumbre el uso del cinturón de seguridad en la provincia del Guayas? Porque la CTG fue constante en su accionar. Multen los cambios bruscos de carril sin utilizar direccionales. Sancionen los rebasamientos o adelantamientos acelerados por la derecha. Castiguen con la ley en la mano a aquellos que de palabra irrespetan al uniformado (he visto como algunos de los príncipes de Asturias criollos vejan, empujan y hasta lanzan sus carros sobre los vigilantes. Incluidos los carros de sus guardaespaldas). Acción enérgica en la parroquia satélite La Puntilla; acción enérgica en Los Ceibos y A. del Bombero de Guayaquil; acción enérgica en la sanción a nivel de provincia, porque el tránsito en los carreteros de Guayas es otra historia que merece artículo aparte.
Suena incivilizado que mediante la aplicación de la fuerza que la ley dispone se ponga en cintura a un grupo de ciudadanos que se entienden gozan de los mínimos y hasta más allá de lo necesario materialmente como para entender que el tránsito vehicular terrestre es una muestra de nuestras aprehensiones internas de como entendemos la sociedad en que vivimos. Lamentablemente algunos seres humanos no abandonan todavía parte de los rezagos de una época ya perdida en las telarañas de la prehistoria: el ser animal; racional, sí, pero en principio animal.
Estimado Sr. Franco. Este es un mal de TODOS, tanto peatones como conductores. Hay una mezcla explosiva de ignorancia de la Ley con prepotencia y mas alla de ello se puede vela decadencia social en que hoy vivimos. El irrespeto por el projimo, por el vecino, por el vigilante, etc. Producto esto de la implantacion de una conducta amoral por parte de la sucesion de gobernantes que hemos tenido durante decenios. El Estado es como una casa grande. El ejemplo debe venir de arriba. Hoy por hoy mi estimado conciudadano es demasiado tarde y solo una revolucion (pero no la del Siglo XXI) nos puede savar adelante y eso tendria un costo altisimo en todos los sentidos pero a mi juicio y el de muchos es la unica via tan y como estan las cosas hoy por hoy. Meditelo.