Es el que se dio en Belén de Judea hace más de 2000 años. Tenía que ser como fue: ¡en medio de la extrema pobreza y de innumerables necesidades! Así, Dios establecía en el mundo la principal de todas las lecciones habidas y por haber: que el amor es satisfactorio SOLO. Sin rimbombancia. Sin la cuna de última moda. Sin la ropita para bebé de marca extranjera. Sin tapices de celeste o rosado para añadir ternura al momento. Sin cochinillo y cervezas para celebrarlo. Sencillamente, porque todo lo que hay para ser felices está en el corazón.
Tantas veces me pregunté por qué… ¿por qué no guardó para su Hijo, el Rey de Reyes, lo que humanamente podemos considerar lo mejor? El palacio en vez de una cueva. El trono en vez de la paja. Los honores militares en vez de la curiosidad de los pastorcillos… Siempre traté de suplir mi osada intención de entender al Omnipotente Padre asumiendo muy cómodamente que ése era un “misterio”. Y fue solamente en la intimidad del hogar, observando a mi madre y sobrinos colocar con tanta devoción la paja, la vaca, el burro, la cabaña, los pastorcillos, la estrella, a María y José, que me di cuenta de todo. Definitivamente, EL QUE ES planificó para su Hijo un nacimiento excepcionalmente divino… ¡el mejor de todos los nacimientos!…uno donde sólo había amor, amor y más amor… Tanto amor que aún se lo siente en cada lugar donde hay un pesebre ¿Y qué hay mejor que el amor?
Sí, nunca hubo antes tanto amor como en ese lugar. Y me imagino que fue porque Padre y Madre amaban no sólo al Hijo de su Corazón. Amaban al mismo tiempo al Dios de sus Amores. Al estar envueltos en el amor sublime se olvidaron de toda penuria y se reconocieron en el ejercicio del corazón: el de la contemplación. No repararon en las infinitas necesidades materiales de su entorno. Sólo se querían los tres. Extasiados en sí mismos, fundidos en la ternura, en la dulzura, en el silencio de la noche, abrigados en el calor que sólo puede dar el cariño y la paz… se amaron con todas sus fuerzas y enseñaron a todos a ser familia.
Y nos enseñaron también algo muy importante: que nada puede contra el amor. Que esa es una coraza impenetrable. Que ni emperadores ni centuriones, que ni el frío ni la incomodidad. Que ni el mismo demonio ni nada, absolutamente nada puede cruzar su línea.
¡El camino entonces es el amor! Pero no el amor de cartitas. Ni el amor del email. Ni el amor supuesto. Es el amor que mostró en Belén la Sagrada Familia: el amor manifiesto… Cuando todas volvamos a él, como Jesús, María y Belén viviremos en nuestras casas nuestro propio espectáculo.
Los dejo con el pedido que uno de los hombres más grandes de la historia –Juan Pablo II- hizo a la humanidad en la navidad del jubileo pasado: ¡Que una tarjeta no suplante el abrazo que se puede dar en persona. Que un regalo no deje de estar acompañado de un beso cariñoso y un “te amo”. Que esta navidad no sea muerta de árbol de plástico y luces de color que se apagan. Que esta navidad sea viva –de cariños y demostraciones de amor- para que llevados por la fuerza de esa energía el resto del año vivamos entendiendo que debemos vivir para los demás!
¡Felicidades!