Entre fines de 1821 y Enero de 1822, Guayaquil vivió días de zozobra por la actitud de las tropas colombianas acantonadas fuera de la ciudad, bajo la responsabilidad de Sucre y otros oficiales colombianos que habían llegado antes que él.
Ellas amenazaron enfrentamientos contra las tropas guayaquileñas y peruanas, lideradas por José la Mar, quien había sido enviado por San Martín. Cuando Sucre y las tropas se ausentaron para dirigirse a Cuenca, la ciudad temporalmente regresó a la calma hasta que Bolívar envió a un emisario para instruir a Olmedo ordenar enarbolar la bandera colombiana.
En febrero de 1822, San Martín organizó viaje a Guayaquil y zarpó en barco para entrevistarse con Bolívar, quien se suponía tenía planeado un viaje por esa fecha. Camino a Guayaquil, San Martín se enteró que Bolívar había pospuesto su viaje, por lo que regresó a Lima. El 17 de Junio, este último envió una comunicación a San Martín, agradeciéndole por el aporte de las tropas peruanas en las batallas de la Independencia y se ofreció para viajar a Perú y ayudarlo a luchar por la Independencia de ese país:
“ …después de los triunfos obtenidos por las armas del Perú y de Colombia, en los campos de Bomboná y Pichincha, es mi más grande satisfacción dirigir a Vuestra Excelencia los testimonios más sinceros de la gratitud con que el pueblo y gobierno de Colombia ha recibido a los beneméritos libertadores del Perú, que han venido con sus armas vencedoras a prestar sus auxilios en la campaña que ha libertado tres provincias del sur de Colombia…nuestro ejército está pronto a marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur, a quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas” .
San Martín le contestó inmediatamente el 13 de Julio, agradeciendo el apoyo y ofreció ir a verlo a Quito:
“El Perú es el único campo de batalla que queda en América, y en él deben reunirse los que quieran obtener los honores del último triunfo, contra los que ya han sido vencidos en todo el continente. Yo acepto la oferta generosa que Vuestra Excelencia se sirve hacerme…El Perú recibirá con entusiasmo y gratitud todas las tropas de que pueda disponer Vuestra Excelencia a fin de acelerar la campaña y no dejar el menor influjo a las vicisitudes de la fortuna…Ansioso de cumplir mis deseos frustrados en el mes de febrero por las circunstancias que concurrieron entonces,…Antes del 18 saldré del puerto del Callao y apenas desembarque en el de Guayaquil marcharé a saludar a Vuestra Excelencia en Quito…presiento que la América no olvidará el día que nos abracemos…”
Antes de la llegada de Bolívar a una ciudad, un equipo de avanzada organizaba y planeaba el recibimiento, algo similar a lo que hacen los jefes de Estados en la actualidad. El Coronel Espejo comenta:
“Se construyó también como a cuatro o cinco cuadras al sur de la aduana sobre la ribera del Malecón, un gran muelle provisional con una portada figurando la principal avenida de la ciudad. Luego llegó un oficial conductor del itinerario de las marchas que haría el Libertador, fijando la última jornada en el pueblo de La Bodegas de Babahoyo, y el 11 de julio hizo su entrada a Guayaquil…El gobierno mandó que la cuadrilla, compuesta de once grandes cañoneras con colisas de a 24 y otras piezas de menor calibre, formase en línea poco más arriba de Ciudad vieja, para que hiciera los primeros honores. Había despachado también a Bodegas con destino al ilustre huésped, una magnífica embarcación con veinte remeros, ornamentada con toldo y almohadas de damasco mordoré con franjas y flecaduras de oro…Es difícil repetir un panorama más pintoresco que el que ofrecía en esa mañana el río de Guayaquil, por el inmenso número de velas y banderas esparcidas sobre aquella superficie, imprimiéndole el aspecto de un verdadero jardín”.
Espejo narra con lujo de detalles todos los eventos preparados para la llegada de Bolívar, incluyendo la forma cómo vestía Bolívar; nunca antes se había visto algo tan apoteósico. Llegó acompañado de militares como Sucre y Bartolomé Salom, quien reemplazaría a Sucre cuando éste se fue a pelear a Perú. También llegó con sus edecanes, incluyendo al irlandés O’Leary. En estos eventos, Bolívar se sintió molesto de que la bandera de Colombia sólo haya estado izada durante las salvas disparadas por los cañones dándole la bienvenida. Los festejos diurnos y nocturnos, que incluyeron almuerzos, cenas y bailes, duraron un par de días. En ellos participaron los miembros del Gobierno Provisorio y las personas más representativas de la ciudad. Entre los anfitriones estuvieron Manuel Antonio Luzarraga y Bernardo Roca, prósperos empresarios.
Estimado Sr. Arosemena:
Las autoridades pertinentes deberian colocar algun kiosko informatico (con suficiente proteccion contra los elementos y ladrones) que contenga la informacion que usted graciosamente ha colectado en distintos idiomas para que sirva de testimonio para las personas interesadas que visiten a la ciudad de Guayaquil.
Atentamente,
Jose X. Orellana Giler
Guillermo, muy interesante ambos artículos sobre Bolívar y San Martín.
El problema es que sicológicamente tanto Bolívar como San Martín eran unas personas, centradas, equilibradas,normales en todo el sentido de la palabra, estadistas en su tiempo, no charlatanes ni bufunes.Lamentablemente esta camada de adefesiosos latinoamericanos han prostituído cualquier buen propósito de Bolívar o San Martín. O acaso alguna vez supimos a través de la historia de alguna mala palabra o insulto de los Libertadores de América? Nunca, ellos sí eran gente, no gentuza.
Mayra