La mujer y el mundo de hoy
Nuestro mundo ha cosificado, animalizado y materializado la feminidad. De la mujer, como de los animales de raza, sólo importa “la estampa”, y esto con complicidad de la misma mujer y regozo del varón de bajos instintos.
Siempre el rostro y, sobre todo, los ojos, eran el “punto de mira” de la mujer. Los ojos son la ventana del alma. A través de la contemplación de los ojos de la mujer, el hombre llega con más facilidad a su alma. Los ojos evocan el cerebro, la inteligencia y lo más elevado de la mujer. Por lo contrario, la típica ‘mujer de hoy’ se empeña en hacer de su ombligo el nuevo punto de mira.
Con la actual moda, las chicas, la mayor parte de las veces sin darse cuenta de ello, le llevan al hombre fijarse no precisamente en su inteligencia y en sus sentimientos más elevados y nobles… La ‘mujer de hoy’ (no es lo mismo ‘mujer’ que ‘mujer de hoy’) ella, ingenua ella, superficial y vacía, no se da cuenta, o no quiere darse cuenta de que, a través de su imagen, ha llevado a cabo una triste depreciación de su feminidad. Se empeña no ya en presentarse como “mujer” que invita a lo más elevado del varón, su espiritualidad (entendimiento, sentimientos), sino como “hembra” que excita lo más bajo de hombre (lo simples instintos).
Aquí está la revolución del “punto de mira” del que hablamos. La mujer de hoy ha conseguido despersonalizarse al máximo a base de ‘hipersexualizarse’. Descubre al máximo su cuerpo, hasta el límite de lo posible, para cubrir al máximo su alma, hasta el límite de lo imposible. Seamos sinceros… Siempre los poetas escribieron bellísimas poesías en torno a los ojos de la mujer; hoy, un verdadero poeta, ante un ombligo femenino con el arete de esclava sólo le queda llorar de pena y marcharse para buscar inspiración contemplando las estrellas… “No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios, démosle una compañera”. Hoy, Señor, muchos hombres valiosos se sienten dramáticamente solos, porque es muy difícil encontrar mujeres, mujeres, en medio de tanta ‘mujer de hoy’…
Hoy, la mujer, se empeña en ser valorada sólo por su dimensión material, y luego, paradójicamente, en el hogar, quiere ser valorada y apreciada en una dimensión espiritual que siempre despreció…
La mujer, hoy fomenta al máximo la lujuria del varón y luego, de casada, quiere que su esposo sea casto, puro y fiel…Cuando la mujer le permite al hombre todo en lo sexual, está cavando su propia tumba, porque cuando se case, ese varón, acostumbrado a darle a su cuerpo todo lo que su cuerpo le pide, será incapaz de ser casto y traicionará a su esposa con cualquier mujer que le dé lo que él más desea.
No pocas veces, la primera machista y la primera antifeminista es la mujer; cuando enaltece tanto, tanto al hombre, que por él está dispuesta a dar la espalda a Dios, a sus principios morales, a su destino – no importa si me quedo encinta – a su familia, a todo, cuando se entrega a él sin pedirle ningún compromiso ni seguridad hacia el futuro.
Y este enaltecimiento del hombre llega a límites inconcebibles cuando – valga el juego de palabras – ella ha concebido un hijo antes del matrimonio y el padre de la criatura no quiere saber nada de él y de ellas, y se presenta el crimen salvaje del aborto como ‘solución’ (cosa demasiado frecuente hoy). Ellas debe pasar el tormento de contárselo a sus padres; ellas deben perder su buen nombre; ellas han de vivir el horrible trauma físico, psíquico y moral del aborto; ellas han de soportar el ‘síndrome post-aborto’; ellas han de cargar con los inmensos remordimientos de conciencia por el crimen cometido, que jamás se perdonarán (Dios, perdona siempre; el hombre, a veces; la naturaleza no perdona nunca).
Los hombres, padres de los bebes, en cambio, tan tranquilos, como si nada hubiese pasado en sus vidas: Para ellas los dolores, los traumas y los deshonores; para ellos los placeres, las delicias y fruiciones… Cuando esto sucede, al ver la abismal distancia entre la tranquilidad de los hombres y el brutal trauma de las mujeres, fruto del aborto, yo no he dejado de exclamara para mis adentros: “¡Ciertamente, no cabe duda: el aborto es machista!”.
La mujer debe poner condiciones al hombre desde el principio, cuando el amor está naciendo, porque si no lo hizo en ese momento, luego ya será tarde. Una mujer nunca debe enamorarse incondicional y ciegamente. Una de las mayores tonterías que se han dicho en torno al amor es que el amor es ciego. Si alguien tiene que tener los ojos bien abiertos es el amor. Las mujeres que se enamoraron ciegamente de un hombre, una vez casadas, tuvieron que abrir los ojos y se encontraron con el drogadicto, el alcohólico, el lujurioso o el infiel que antes no quisieron ver; pero ya es tarde.
Concuerdo con el P. Paulino, que la mujer es esclava de la moda, por eso es un gran negocio y no reparan en que destapándose su cuerpo lo denigran o caen en lo ridículo, incitando a la lujuria de los hombres, porque no saben valorizarse ellas mismas. Alerta mujeres, reflexionen.