El trueno del alcornoque retumbo en el espacio puntualizando con una rama que quien modificara las dietas ordenadas por El, al infierno iría a parar sus huesos. Cabizbajos, concientes de su desnuda humillación, alzando las manos implorando perdón, gritaron su alborozo al constatar que cuatro gatos, un perro callejero, un vendedor informal de hamburguesas era lo único que rodeaba al chino del malecón. Y como es usual la prepotencia no les permite argumentar técnicamente. Recurren de manera mediocre al vejamen aunque se ofenden si uno les contesta en iguales términos. Lo acontecido en Guayaquil el pasado jueves es una demostración más de lo narrado. Serénate, decía mi abuelo, solo así podrás enfrentar tus dificultades con alguna posibilidad de solución.
La alcaldía de Guayaquil mediante remitidos difundidos por la prensa escrita, hablada o televisada ha expuesto su reclamo sumando, multiplicando, restando y dividiendo. Sus apreciaciones numéricas son coherentes. Es mas, suenan lógicas y aritméticamente consistentes. Porque entonces el inefable economista como lo nombra Japo no exige que sus colegas, contadores de profesión, ya que el economista es El, afilen los lápices, prendan las calculadoras y con igual precisión científica nos muestren que estamos los monos equivocados.
En lugar de ello sale una dama, distinguida a no dudarlo, ministra de no se que ministerio y declara que a las respuestas inexistentes solo se esgrimen insultos. No sabíamos que las columnas del haber y deber se volvían groseras, ofensivas y vejatorias para unos. Lo cual nos ha permitido concluir que uno siempre aprende. Aunque bien observado, el 69 llega a ser bastante cercano a la obscenidad. Por lo tanto recuerde cuando oiga a nuestras autoridades dirigirse a usted con amorosos epítetos: pelucón, ladrón, vagos, monos incompetentes, oligarcas, horrorosas, mediocres o mentirosos no buscan humillarnos, sino cariñosamente, recordarnos que como te quiero, te pego.
Estuvimos en la marcha y que conste que el señor del palacio del Malecón no me regalo siquiera un toldo roto. Así y todo mi suegra, tía, esposa, hijo, nietos estuvieron desfilando para decirle: “Señor no queremos su dadiva, solo déjenos hacer lo que sabemos, TRABAJAR, TRABAJAR, TRABAJAR! Dénos lo que en derecho nos corresponde para seguir progresando.!
La cantaleta del modelo de desarrollo ni siquiera saben de que se trata pues si piensan que los rellenos de cascajo, un bono a la pobreza, otro para que construyas tu casa, otro para que compres lo que a bien te venga en gana; lo único que hacen: es atraer mas migraciones del campo, crear barrios marginales, incrementar los grados de delincuencia, complicar los medios de transporte, atrasar las obras de alcantarillado y agua potable, no dar salud, escuelas que se derrumban, inundaciones y siga usted amigo enumerando hasta que se canse.
Es que han olvidado que hoy en día lo urbano es el complemento de lo rural y que un modelo de desarrollo de las urbes obliga a esa visión de orden, respeto a las normas, disciplina y trabajo… Lo demás, es puro cuento de hadas para mentes infantiles. No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo (Albert Einstein)