Aun habiéndome compartido un amigo conceptos recibidos en un taller de que el vivir en unas islas es una circunstancia especial que, sumadas a una serie de muchas otras vidas de quienes isleña o insularmente lo hacemos por todo el mundo, hace ya de por sí que este conglomerado humano del que formamos parte y que habitamos por todo el planeta tengamos una condición diferente, y esto: no me lo contaron, lo vivo.
Hay que tener presente que “Lo único permanente es que vivimos en un mundo de cambios”, y por tal solo podemos gobernar y gobernarnos en la medida que se permita expresarnos en acciones ajustadas en aplicar nuestros conocimientos, usar tecnología y ubicarnos en el tiempo.
Tampoco me contaron entender que solo hace que las sociedades sean mejores en la medida que sus miembros decidan serlos, y solo podemos vivir mejor, no midiendo en lo que el Estado debe darnos, distorsionado en clientelismo político, sino en la autonomía e independencia que como seres productivos e involucrados conscientemente a un lugar seamos, pero no en un canto patriotero, sino siendo parte de la verdadera geografía humana del lugar al que pertenecemos, sea por nacimiento o por decisión.
Vengo viendo hermanos latinoamericanos que decidieron, ya algunas generaciones atrás, ser efectivos y eficaces, que dieron prioridad a prepararse, a humanizarse, a respetar las libertades de los demás, y que conviviendo y sobreviviendo guerras internas, han superado estigmas como aquellas clásicas de “los vecinos isleños” que a aun compartiendo un pedazo de tierra pequeña pero teniendo desavenencias sus familias puedan pasar los años sin cruzarse palabra alguna. Y esos comportamientos “isleños” lamentablemente no se dan solo en esa isla donde la oportunidad del ver mas allá de sus comarcas los han hecho así, sino que se ven en gobiernos, como particularmente el nuestro que ha permitido que resentimientos, actitudes personales hayan superado a los intereses generales, vulnerando derechos, así como alinearnos en modelos económicos, que a mi juicio, no nos lleva a generar oportunidades de desarrollo.
Veo juicios que se levantan por el uso de los adjetivos que unos le dan a otros, absorbe nuestra atención, nos dedicamos menos en buscar cómo potenciar todo lo que nos rodea, nos distrae de ser mejores, nos amenaza nuestras iniciativas, y vulnera las libertades de expresión, cuando el desproporcionado uso de calificativos negativos que se dan a las personas más bien debe recibir una sanción moral de todos por esta incapacidad de expresarnos sin agredir a los demás.
“Lo isleño no lo hace el lugar”, el aislamiento se da en la limitación que nuestras mentes nos lo permitan, y lamentablemente vemos que esta condición no es privativa solo de quienes viven en las islas. Los lugares no son los sitios; la geografía se hace combinado el sitio con sus gentes, sus sueños, sus visiones, sus huellas, sus tradiciones, sus iconos. Este gobierno debe subirse al vagón de la aplicación de los talentos, y en esa ruta debe emprender abriendo sus mentes, y aceptar que no hay verdades absolutas, aquello seria tiranía.
Conozco muchísima gente de estas islas en donde vivo, que aun sabiendo profundamente lo difícil de la sostenibilidad de este archipiélago, han desarrollado todas sus capacidades para ir tras ella, aun siendo una meca algo utópica. Y veo también muchísima gente de este gobierno, que vendieron sus sueños, ignoraron aplicar sus mejores capacidades, quienes por no perder sus prebendas de poder momentáneo se han sometido a una voluntad monolítica de un gobernante equivocadamente convencido que está haciendo lo mejor; para quién? no sé; eso no me lo han contado.