21 noviembre, 2024

¡Aunque sea de profesor!

En alguna ocasión mientras esperaba el cambio de luz de un semáforo cualquiera en la transitada Guayaquil, un vendedor de loterías me decía… ¡cómpreme un guachito maestro!. La primera reacción personal fue preguntarme… ¿me conoce?, ¿cómo sabe que soy educador?. Al poco rato estuve consciente… ¡no me conocía, por supuesto!, el vendedor estaba acostumbrado a llamar “maestro” a toda persona mayor a la cual le ofrecía sus “números de lotería”.

En otro momento de mi vida, una madre, desesperada por la imposibilidad de que su hijo consiga trabajo me pedía… “ayúdeme doctor, consígale trabajo al muchacho aunque sea de profesor”. Confieso que estos episodios me pone a razonar constantemente… ¿será que la profesión a la cual me dedico está tan depauperizada?

Pues bien, ahora, pasados varios meses, puedo tener varias reflexiones acerca de los hechos relatados, estableciendo relaciones entre mis pensamientos…

“Maestro” puede ser una palabra que refleje respeto para una persona mayor a la cual se le quiere expresar alguna forma de admiración o simplemente de reconocimiento. Aunque también podría decirse que está tan depauperizado el vocablo “maestro” que ya no se lo tiene reservado para el educador de aula a quien se valora, sino para cualquier persona sin distingos y que se lo usa como cualquier cosa y en cualquier circunstancia. Escoja usted, apreciado lector, o más bien le pido pensar en otras acepciones del término para analizarlo.

Esta semana que se celebra el natalicio de Juan Montalvo y que tradicionalmente se considera homenajes diversos a los educadores ecuatorianos es menester pensar en lo que significa realmente ser “maestro” o “maestra”. En realidad significa… “ser luz”… allí, donde hay obscuridad. En el lugar o en el momento en que se necesite transitar por caminos inexplorados y llenos de nubarrones, esa luz, que permite desbrozar el monte, transitar sin peligros, observar alternativas para la caminata, animar para que otros nos acompañen en el sendero, un maestro(a), un verdadero maestro(a) nace con talentos y dones inimaginables, luego, si los va desarrollando en la medida que encuentra su vocación, va a ser una persona privilegiada por el Creador, tendrá a su cargo las fértiles mentes y los grandiosos espíritus de los niños, niñas, de los jóvenes y de los mayores, en fin, ejercerá a plenitud su apostolado que lo o la redime de faltas, que purifica y ennoblece, dará luz, más luz, cada vez más…

Sin un buen maestro, padre, madre, abuelo, abuela, tíos, educador de aula, director, guía, mediador, o como quiera llamársele, no es posible crecer a plenitud. Las investigaciones últimas nos dicen que dos o tres “maestros débiles” que le toquen sucesivamente a un niño o niña, bastarán para destruirlo, para formar un ser humano pequeño, mediocre, falto de confianza en sí mismo. Si le toca en suerte dos, tres, cuatro o más educadores fuertes, firmes y seguros, será suficiente para obtener como resultado una persona completa, lista para aprender y para sobrevivir en un mundo complicado y cambiante como el actual. ¿Cómo son nuestros maestros ecuatorianos?. ¿Los estamos formando así en las universidades?. ¿Acaso los “sabiondos” del Ministerio siguen creyendo que basta un cursito aquí o allá de didáctica o de pensamiento para obtener mejores maestros?. ¡Qué pena!, eso es lo que se ha intentado los últimos cincuenta años y nada ha sido posible.

Volvamos pues a la conciencia de quienes ejercen tan noble apostolado en escuelas, colegios y universidades… maestro(a) ecuatoriano(a)… ¿nos decidimos a rescatar la dignidad de otrora?. ¿Estamos dispuestos a luchar para cambiar la percepción tan negativa que la sociedad se ha hecho de nosotros?. ¿Por qué no respondemos mejorándonos continuamente, innovando y creando?. ¿Nos decidimos a ser luz y no obscuridad?

¡Aunque sea de profesor!, no señor, esta es la tarea más noble y más excelsa que pueda darse. Los maestros y maestras deben ser como hasta hace pocos años, la verdadera reserva moral cuando de profesionales tratamos… ¡Esta es la época en que o cambiamos o nos cambian!. ¡Ánimo pues!, feliz día del maestro(a)…

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Alguien le mintió, sin duda, y pudo sentir en carne propia lo devastadora y repulsiva que puede llegar a ser una mentira. No fue una falta de respeto , como afirmó Nebot. Fue algo peor: una pueril equivocación, sustentada en una servil e interesada información. El malestar experimentado debió reavivar sus sectarismos ideológicos y el discurso que se esperaba, triunfalista aunque magnánimo, abierto al diálogo y a la concertación, fue un discurso triunfalista, sí, pero mezquino, apuntando a la polémica de la que estamos saturados y apelando a la intimidación de siempre

No hay comentarios

  1. Yo tengo un buen recuerdo me los buenos maestros que tuve pero no todos porque hay unos que me provocan nauseas….ahora si esta despauperizada la profesion porque los «grandes» educadores que ponen escuelas y colegios particulares escogen cualquier menzo(utilizando la palabra que aprendi del chavo), a pararse a enseñar, muchos casos gentes que no estan calificadas, y entonces si es muy repetida la frase entre bachilleres voy a conseguir trabajo asi sea de profesor en una escuelita…..mientras no se equiparen los sueldos, mientras no se controle en la disciplina y no se les prepare los profesores, maestros, magisters no se compararan a los que hay en Europa,Japon ni a la rodilla les llegaran y eso que no le cuento los malos maestros que tuve en la universidad de guayaquil…..

  2. Claro que no se comparan, los europeos , japoneses no tienen el sueldo de miserìa que les pagan a nuestro maestros en todos los gobiernos de turno desde que tengo uso de razòn he visto a mis queridos maestros del glorioso Guayaquil trabjar duro por llevar un vida digna, que distinto fuera nuestro paìs si los gobiernos de turno se preocupara por los maestros y sus familias!

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