Sólo Sinverüenzas

¿Fin de la partidocracia? ¿No más escándalos? ¿Una forma distinta de hacer política? ¿Honestidad en los planteamientos? ¿Ya no más muñecas de trapo? ¿Ya no más destape de mochilas? Por fin, un amanecer no vocinglero de politiquería barata para Ecuador… Pero… ¿En cambio qué? Un simple borra y va de nuevo. Gritos. Amenazas. Inculpaciones de doble sentido. “Que tu eres, pero no pareces…! Que yo soy, pero tu no lo crees…! Que tus parientes son…, pero me reservo los nombres…! Quítate la inmunidad y te demuestro que no vales nada…!”. Cambalache, el tango escrito por Enrique Santos Descepolo a comienzo del siglo XX, y prohibido en las dictaduras por la rasquiña que les causa, todavía puede ser cantado a capela, y suena muy bien… Eso de que “el que no llora no mama, y el que no afana es un gil…” y lo otro, que con tanta porquería no hay más que decir, “qué falta de respeto, qué atropello a la razón…!”. Increíble musicalidad. Bien podría la Asamblea corearlo cada vez que inicie una sesión y alce las manos. Pues “todo es igual, nada es mejor”.

Es que por defecto, la Asamblea actual ya no representa al pueblo. Utiliza los votos recibidos a su favor, en una democracia clientelar de papel, como protección para sus aberraciones personales. Esto la desnaturaliza. Ha dejado de ser legítima en su presencia política. Tantas cosas por fiscalizar! Tanto robo a mansalva en plenas narices de los ecuatorianos! Tanta mentira encubierta para soslayar el doble discurso de oferta y no cumplimiento! ¿Resultados? Saqueos de bolsillos. Saqueos de principios. Saqueos de conciencia. ¿Hay otra manera de calificar a esta Asamblea? Sólo SINVERGUENZAS!

Para el diccionario sinvergüenza no es más que alguien “quien no tiene vergüenza”. Lo importante es, por lo tanto, saber que significa la vergüenza? La vergüenza, explica el criterio connotativo, es el pundonor, el miedo a la deshonra. O sea, esta Asamblea, compuesta por los mismos de siempre, que están allí por lo de siempre, y por algunos asambleístas que ayer no hace mucho cantaban a grito pelado “patria tierra sagrada, de honor y de hidalguía…”, ahora desde un escenario de ficción, pretende engañar al país, con un pervertido amago de fiscalización. ¿Para qué, entonces, eso de Control de la acción del gobierno estipulado en la Constitución, con tanta algazara aprobada en Montecristi, que le otorga a la Asamblea capacidad de fiscalizar, toda la acción gubernamental? ¿Sirve de algo en la práctica? ¿O aun no está a la luz que en el amañado cuello de botella político, que no es otra cosa la Comisión de fiscalización, lo que no es de interés del Gobierno entra al archivo, que congela la posibilidad de cada juicio?

¿ Es llevado al banquillo de los acusados el fiscal Pesantez por no haber cumplido debidamente sus funciones, y lo que ha realizado no ha sabido compartirlo con sus coidearios de Alianza País? ¿El fiscal Pesantez salva su “pellejo” porque sabe mucho, o porque convenció, con su manera tan alambicada de hablar, a los “ingenuos” asambleístas? ¿Y acaso su prepotencia es por eso de que la mejor defensa es el ataque? Tal vez, todo esto. Pero, hay más sombras que claridad. Preferible es recordar a Zaratustra cuando al bajar al infierno y encuentra al “cancerbero guardián”, le dice con mucha serenidad, “te encolerizas, perro del fuego. Luego es que tengo razón sobre ti”. “Vergonzosamente, continúa el relato, el canino metió el rabo entre las piernas, y se arrastró hacia su guarida”. “El que tiene oídos para oír que oiga”, insiste el proverbio bíblico…

Una organización política, sabiamente estructurada, puede recibir fuertes embates sin sufrir mayores contratiempos. Pero, algo como esta Asamblea hija del amarre, la farsa y el dispendio, compuesta por una oposición oportunista y un oficialismo sin camino propio, no es más que un maderamen a la deriva de cualquier compás. No hay equivocación en Aristóteles cuando aclara, a propósito de las instituciones políticas, que “los cuerpos enfermizos, las naves ya deterioradas y puestas en manos de marinos ignorantes, no pueden, por el contrario, soportar los menores errores”. Ahora, luego del escándalo del enjuiciamiento al fiscal que no tuvo efecto, incluso sin la voluntad seria de llevarlo adelante, tal cual desde la misma Comisión ya estaba decidido, los ecuatorianos sabemos que estamos en manos de la impunidad. Que en la Asamblea existe, a troche y moche, la disposición politiquera de dejar hacer, dejar pasar.

Pueden seguir, sin ningún temor a nada, basándose los juicios sobre partes policiales amañados, llevando adelante propuestas indecorosas a los jueces, comprándose furgonetas “estilo” ambulancia, adquiriendo helicópteros de cualquier tipo con o sin motores y, por los desastres que ocurran, seguir echando la culpa a los pilotos muertos, recibiendo chatarra aérea de cualquier país que no tenga bodega donde guardarla, esquilmando los fondos del Seguro Social con una incoherente adquisición de bonos y sin pagarle las deudas pendientes… ¿Y el petróleo? Si, también aquí hay mucho que mirar y observar y, por supuesto, comentar. Mejor dicho, fiscalizar. Pero… la Asamblea ahora tiene que distraerse un poco en las nuevas leyes y de esta forma, “justificar” los legisladores el sueldo que cuesta a nuestros bolsillos, por supuesto sin rendición de cuentas… Cuidado, no hay que escandalizar… Aunque, continuando con Cambalache, vivimos un despliegue de “maldad insolente, ya no hay quien lo niegue… Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador”.