“Jugué al amor contigo, con vanidad tan vana,
que marqué con la uña los naipes que te di
y en ese extraño juego donde pierde el que gana
gané tan tristemente que te he perdido a ti.”J. A Buesa
En nuestra competitiva vida, buscamos destacar, ser admirados, ser buscados, ser queridos y muchas veces logramos lo contrario, pues nos hacemos antipáticos por nuestra prepotencia y orgullo.
Hay que poner los pies en la tierra. Todos los seres humanos somos una maravillosa integración de virtudes y defectos. Carlos (González) Vallés en su libro “Te quiero, te odio” destaca que en toda relación hay un te quiero (esto me gusta de ti) y un te odio (esto no me gusta de ti), incluso, si somos honestos, hay cosas nuestras que nos gustan y otras que nos disgustan. Si somos lo suficientemente autocríticos, nos daremos cuenta de que no somos la maravilla que pensamos ser, aunque no dejemos de admirar aún en nosotros mismos la excelsa obra de Dios.
Siempre debemos mirar hacia a delante porque de otra manera vamos a tropezar, sin embargo, como lo recomienda San Ignacio de Loyola y varios sabios más, es necesario detener nuestra marcha para mirar bien la senda por la que andamos para no perder el rumbo. La introspección es la base del buen vivir.
¡Cuántas veces en la vida cuando recordamos el pasado encontramos situaciones en las que nos hubiera sido más grato ser condescendientes que lograr un triunfo. Sean Covey en “Las seis decisiones más importantes de tu vida”, cuenta la historia de un muchacho que un día al ir a visitar a su novia la vio de lejos conversando con otro muchacho quien la abrazó cariñoso y le dio un beso en la cara al momento de entrar con ella a la casa. Su actitud de enojo fue tan grande que fue a su casa, escribió una carta furioso, terminando su noviazgo y fue a entregarle la carta. Cuál no fue su sorpresa cuando ella abrió la puerta y lo primero que le dijo fue que su hermano mayor que estaba en el ejército, acababa de llegar. iNo sabía cómo excusarse por la cara con la que llegó y disimuladamente rompió la carta. ¡Casi mete la pata!
Recuerdo muchas riñas de hogar, pero las que más me duele recordar, son aquellas en las que yo tenía la razón y me sentí victorioso al apabullar con la verdad que me asistía. ¡Cuánto quisiera ahora regresar el tiempo, permitir que ella gane esas partidas y darle la razón aún cuando no la tenga! ¡La verdadera grandeza de ganar está en la magnanimidad!
Si algo debes ganar en tu vida, es el derecho a ser recordado con cariño por todos los que tuvieron trato contigo, que todos tengan un agradable recuerdo de tu paso por este mundo. Esto es válido para cualquier programa que desees, ya sea dentro de tu vida privada, como dentro de tu trabajo o de tu vida pública. Lo que no debes olvidar nunca es que estas reglas sólo tienen validez si estás respetando los principios morales. Recuerda la simple pero exacta descripción de moral que nos dejó Olmedo: “Moral, la sana moral consiste en amarse bien, en hacer a todos bien y en no hacer a nadie mal.” Sin moral nada tiene valor, ya que sólo lo que es honesto es bueno.
Excelente editorial Don Pepe, el ser humano tiene inteligencia emocional y también debemos saber usarla, si no veamos a nuestros «políticos» que cuando les conviene nos llenan de sofismas, que como decía Padre Federico Galiardo, nos impele lástima con tanta manipulación. Adelante, un abrazo y siga escribiendo.
Felicito al autor,Por sus comentarios no solo de éste, sino de todo cuanto escribe. Pues me parece un hombre con mucha sabiduría.En estos tiempos donde los valores se están olvidando, es importante que alguien nos refresque la memoria.
El Presidente David O. Mackey, nos enseñòlo siguiente:»Ninguntriufo en la vida compensa el fracaso en el hogar», el fue profeta, vidente y revelador